Guy Standing: “La renta básica será un derecho en el siglo XXI”

6.3.2015
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Copresidente de BIEN: la red planetaria de renta básica y profesor en la Universidad de Londres, acaba de publicar Precariado: una carta de derechos.

Reivindica la viabilidad de la renta básica y la revisión de tres pilares sociales: Igualdad, Libertad y Solidaridad. 

Foto: Carlos Fresneda

Tuvo que venir un británico, Guy Standing, para ponerle nombre al “precariado”: esa parte creciente de nuestra sociedad, marcada por la inseguridad económica y la incertidumbre laboral. El economista “apátrida”, afincado entre Suiza e Italia, pasa últimamente más tiempo de lo normal en España y Grecia, donde según él se está cociendo la respuesta necesaria a la “era de la austeridad”. Pero el antídoto contra el “neoliberalismo salvaje”, en su opinión, no está ni mucho menos en la vieja socialdemocracia, sino en un abanico nuevo de respuestas desde la izquierda que incluye la renta básica.

Standing trabajó durante tres décadas para la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y fue cofundador y aún hoy es copresidente de BIEN: la red planetaria de renta básica. En plena crisis se desmarcó con su libro visionario sobre el ascenso de la nueva clase social, que ahora encuentra continuidad en Precariado: una carta de derechos (Capitán Swing Libros). Al mismo tiempo, y abriendo brecha, publica en el Reino Unido Basic Income, con la reciente experiencia de la “paga incondicional para todos” en el estado indio de Madhya Pradesh, y las lecciones que los europeos podemos extraer…

Muchos consideran que la renta básica pertenece más bien al terreno de las utopías. Usted sostiene que al paso que vamos acabará siendo más bien una necesidad…
La idea de un ingreso básico para todos, por el mero hecho de ser ciudadanos, lleva en realidad circulando desde hace siglos y ha aflorado en momentos muy concretos de la historia. El ideal lleva dando vueltas durante décadas como reivindicación política, y ha sido defendida incluso por economistas poco sospechosos de ser izquierdas. Y más que una utopía puede acabar siendo efectivamente una necesidad para una parte creciente de la población. En los últimos años, por efecto de las políticas económicas neoliberales y en una situación agudizada aún más por la crisis, se ha producido el ascenso de una nueva clase social: el “precariado”. Y esa nueva clase, que en algunos países como España puede llegar ya al 30% de la población, se puede convertir en algo “peligroso” si no se canalizan sus reivindicaciones sociales, económicas y políticas.

El precariado está totalmente desprotegido. La redistribución se pondrá en marcha con el ascenso de los nuevos partidos de izquierda. Y ahí encaja la renta básica

El sociólogo de izquierda Jan Breman ha criticado duramente sus libros y asegura que el "precariado" es un "concepto falso"…
Se podría haber dicho lo mismo del proletariado en el tránsito hacia el siglo XX, o de la clase media después de la Segunda Guerra Mundial… Estamos hablando en realidad de un espectro muy diverso de la sociedad, en el que caben desde los descendientes de las clases trabajadoras a los inmigrantes, pasando por una juventud educada y desempleada, o en condiciones de empleo muy precarias. Esta clase ha pasado por la fase de la rebelión, como vimos con el movimiento de los Indignados y en Occupy, y ahora ha entrado en la fase de representación, con el ascenso de Syriza en Grecia y con partidos como Podemos en España o Izquierda, Ecología y Libertad (SIN) en Italia.

¿Y en qué se diferencia el “precariado” actual del viejo proletariado?
Al precariado no le valen las viejas relaciones de producción y distribución, de ahí su desdén hacia los sindicatos... Las élites y el "salariat" (la gente que aún percibe salarios y obtiene algunos ingresos de capital) tienen sus propios colchones de seguridad. Pero el precariado está totalmente desprotegido: se mueve en un horizonte de desempleo y trabajo inestable. Y está muy expuesto a condiciones de explotación y opresión. Se han convertido en “denizens”, una espece de ciudadanos sin derechos. Y lo que reclaman es ni más ni menos que se reconozcan sus reivindicaciones. Ahí entramos en la tercera fase, la redistribución, que se pondrá en marcha con el ascenso de los nuevos partidos de izquierda. En esa fase es donde encaja la renta básica, que debería ser un derecho en siglo XXI.

Usted mantiene unos vínculos muy directos con Podemos, ¿qué le parecen las tensiones internas por cuenta de la renta básica?
Yo animo a Podemos para que resuelva esas tensiones, que sea fiel a sus principios y tenga el valor de incluir la propuesta de la renta básica. Yo les he sugerido que elijan zonas especialmente castigadas por la crisis en España y que pongan en marcha programas piloto como el que hemos hecho en el estado de Madhya Pradesh en India (recogido en su reciente libro Basic Income). Que comprueben los resultados y decidan si se puede implementar a nivel estatal. Yo creo que es posible. Cada vez hay más partidos europeos que están incoporando la renta básica como reivindicación, de los Verdes británicos a los Verdes húngaros. Y el tema ha saltado a la arena política y a la opinión pública en muchos países. En Francia acaba de salir una publicación dedicada al tema, El Incondicional.

La renta básica es viable, pero tendríamos que aumentar la presión sobre las rentas más altas. Y crear fondos de capital como el que existe en Alaska para repartir los dividendos del petróleo

¿Pero es económicamente viable?
Lo es. Pero obviamente tendríamos que cambiar el sistema impositivo, aumentar la presión sobre las rentas más altas. Se deberían crear además fondos de capital como el que existe en Alaska para repartir los dividendos del petróleo. Gracias a las rentas que perciben los ciudadanos, Alaska ha pasado de ser el colista a convertirse en uno de los estados más ricos e igualitarios de Estados Unidos. Eso es lo que pasa cuando la riqueza está mejor distribuida.

Otra de las críticas habituales a la renta básica es que nos haría a todos más “holgazanes”…
Y sin embargo los planes piloto como el que hemos puesto en marcha en India demuestran todo lo contrario. Cuando la gente tiene un mínimo (allí estipulamos que fuera un tercio de lo necesario para la subsistencia) al menos tiene un punto de partida para salir de la pobreza. La gente es capaz de ahorrar, se estimula el emprendimiento. Se tiene más libertad para elegir trabajo y para ser a fin de cuentas más productivo y más creativo. Las principales beneficiarias en India han sido las mujeres. El tópico de que la renta básica nos haría a todos unos vagos es presuponer muy poco de la condición humana.

El Partido Verde británico ha propuesto una renta básica de 85 euros a la semana, pero las estimaciones es que el 35% de la población con menos ingresos saldría perdiendo…
El ataque contra la propuesta de los Verdes es injusto. El cálculo ha sido hecho por el City Income Trust (CIT), a partir del sistema actual de impuestos y dando por hecho que el dinero se desviaría de otras partidas sociales. En primer lugar, hay que lograr que las corporaciones paguen sus impuestos y aumentar la presión fiscal sobre los más ricos, que se han hecho mucho más ricos desde que arrancó la crisis. Habría que usar ese dinero para compensar las supuestas pérdidas para la parte más pobre de la población en la transición a un sistema de renta básica. En cualquier caso, la renta básica eliminaría los subsidios inferiores, pero no los subsidios superiores (como las pensiones). Se trata en definitiva de dar a la gente un colchón para salir de este estado de precariedad que afecta a una parte cada vez mayor de la población. Hasta aquí nos ha llevado el neoliberalismo salvaje de los últimos años, pero los viejos principios socialdemócratas ya no nos valen. Hay que ponerlos al día. Y es por eso por lo que están subiendo los partidos de nueva izquierda en toda Europa.

En su nuevo libro, Precariado: una declaración de derechos, usted propone hasta 29 reivindicaciones para la nueva clase social. ¿Cuál es la más importante?
La lista es muy larga e incluye desde la total redefinición del concepto de trabajo a la reactivación de la democracia, pasando por la creación de fondos públicos de capital, por la reivindicación del “procomún” o por el fin de los subsidios condicionales, para abrir paso a la renta básica. Pero lo más urgente es acabar con la austeridad y guiarnos por un principio así de simple: “Cualquier política que contribuya a una mayor desigualdad económica no debería nunca aceptarse”. Otro lema que deberíamos tener muy presente lo encontré escrito en un graffiti durante una visita a Madrid: “Lo peor que nos puede pasar es volver a la vieja normalidad”.