Cosmética natural y ecológica de verdad

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Los productos que entran en contacto con la piel y el cabello deben estar libres de sustancias procedentes del petróleo y de cualquier agente químico que dañe la salud.

El interés por los cosméticos elaborados con ingredientes naturales, respetuosos con la piel y con el planeta, ha aumentado tanto en los dos últimos años, que el número de marcas se ha multiplicado.

Las personas que, además de su aspecto, quieren cuidar su salud y no causar daños a la naturaleza ya no están dispuestas a comprar a precio de oro cosméticos cuyos ingredientes se obtienen del petróleo y no están libres de efectos secundarios. Nadie conoce las consecuencias de la acumulación en los tejidos corporales de buena parte de las 10.500 sustancias que utiliza la industria cosmética, algunas de ellas cancerígenas, alteradoras del sistema hormonal o causantes de alergias e irritaciones.

La cosmética natural aumenta sus ventas un 20% cada año, mientras que la cosmética convencional permanece estancada. Las grandes multinacionales que dominan el mercado intentan aprovecharse del interés del público por lo natural llenando los envases y la publicidad de plantas, pero su presencia en la fórmula es mínima. Una institución de la importancia del Consejo de Europa deploró en una nota de información a los consumidores que “muchos cosméticos de los que se encuentran en el mercado europeo se describan como naturales aunque contengan muchos ingredientes que no lo son”.

Si en el terreno de la alimentación existe una ley que reserva los términos “ecológico”, “orgánico” o “biológico” para los productores que cumplen una serie de condiciones, en el ámbito de la cosmética reina actualmente el caos. Ante esta situación, los fabricantes de cosméticos naturales y ecológicos han promovido la creación de avales que garanticen ante los consumidores la calidad de sus productos. Así, un grupo de empresas alemanas aprobó en 2001 el pliego de condiciones para recibir el sello pionero de la asociación BDIH.

En los años siguientes han ido apareciendo productos con otras garantías. Las empresas francesas se adhieren a los sistemas Ecocert y Cosmebio; las italianas, al Aiab Cosmesi y las británicas, al de la Soil Association. Por su parte, las norteamericanas imprimen en sus etiquetas el mismo sello gubernamental que los alimentos ecológicos, el USDA Organic, y acaban de crear un nuevo aval para la “cosmética natural”. Por lo que respecta a España, las empresas pioneras están optando por el Ecocert.

Todos estos avales implican unos requisitos similares en la obtención de los ingredientes y en su elaboración, pero existen diferencias que ni el consumidor más informado conoce. Por eso, entidades certificadoras y empresas de diferentes países están trabajando desde hace años para crear unas normas y un sello unificados con dos categorías: la “natural” y la “ecológica” (Cosmos Standard). 

Inocuos para la piel

Tanto los cosméticos ecológicos como los naturales emplean sustancias orgánicas afines a la piel, y es que, como seres vivos, somos mucho más parecidos a las plantas que a los tubos de ensayo. Los aceites vegetales están formados por ácidos grasos que se encuentran también en la piel. Se integran mucho mejor en el manto lipídico que las parafinas, las siliconas y otros derivados del petróleo, que taponan los poros. Además, van acompañados de nutrientes protectores y agentes antioxidantes que favorecen la regeneración de la piel. Por ejemplo, los de germen de trigo, de aguacate o de espino amarillo contienen gran cantidad de vitaminas capaces de neutralizar la acción dañina de los radicales libres.

Otros aceites son ricos en ácidos grasos insaturados, con lo que evitan que la piel se reseque. Es el caso del de hueso de albaricoque, el de palma, el de borraja o el de onagra. En cuanto al aceite de almendras dulces, además de ser suave, está muy bien valorado por su buena tolerancia. Como emulsionantes —sustancias que favorecen la mezcla de los ingredientes grasos, el agua y el resto de constituyentes del producto— se usan la lecitina de soja o el cacao en vez de polietilenglicoles. Nos referimos a los omnipresentes PEGs en las largas e incomprensibles listas de ingredientes de la cosmética convencional, que permeabilizan demasiado la piel y la hacen más vulnerable.

Ni conservantes ni perfumes

Los productos cosméticos naturales no contienen conservantes artificiales ni perfumes sintéticos. Estos últimos aparecen en la cosmética convencional con el término “parfum”, pero no se refiere a una sola sustancia, sino a una fórmula secreta —la ley lo permite— con decenas de ingredientes. Por eso, es imposible estudiar a fondo los problemas de salud provocados, aunque se sabe que están relacionados con la aparición de alergias, trastornos hormonales e hipersensibilidad generalizada a los productos químicos. En cambio, la cosmética natural sólo recurre a los aceites esenciales para conferir aroma a los productos.

Si hace unos años los elaboradores de cosmética natural ofrecían una gama de productos básicos que no se podía comparar con la abundancia de los catálogos convencionales, actualmente la variedad es equiparable. Existen en el mercado más de 2.000 artículos distintos, desde champús y geles de baño, hasta bálsamos de pies o cremas que aumentan la elasticidad de la piel, pasando por tintes de pelo, protectores solares, lápices de labios, maquillajes, desodorantes y geles. En cuanto a los productos para el cuidado de la cara, hay líneas para piel seca, grasa, sensible o mixta. Se ofrecen cremas de lavado, exfoliantes, fluidos de absorción rápida, aceites faciales, cremas hidratantes, mascarillas…

Los productos cosméticos y de higiene naturales son preferibles y recomendables para todas las personas, pero especialmente para aquéllas con pieles sensibles que no soportan el contacto con los productos convencionales. Muy interesadas suelen mostrarse las mujeres embarazadas y las madres en general, que no desean que sus hijos, cuyos organismos son más vulnerables que los adultos, se expongan a sustancias peligrosas.

Aunque la cosmética natural es mucho más suave que la convencional, no siempre resulta inocua. Ocurre también que las sustancias naturales irritan la piel o provocan alergias. De hecho, algunos compuestos aromáticos vegetales están incluidos en la lista de los 26 ingredientes alergénicos confeccionada por la Unión Europea, por lo que su presencia debe ser advertida en la etiqueta. Por ese motivo, la mayoría de fabricantes de cosmética natural ofrecen también gamas de productos libres de aromas y con materias primas seleccionadas entre las más tolerables.

Por otra parte, también hay consumidores sibaritas, atraídos por la calidad de las materias primas y la elaboración casi artesanal, pero lo cierto es que las formulaciones están lejos de la simplicidad de las recetas caseras. Así, actualmente, no sólo se encuentran cremas a base de materias primas que podríamos calificar de “normales”, como la zanahoria, la manzanilla o la caléndula, sino que también existen algunas más exóticas, como la rosa silvestre, el cáñamo, las pepitas de uva, el aceite de espino amarillo, la mantequilla de karité africano, el lúpulo y toda clase de algas.

Pero con ingredientes sencillos y naturales que se encuentran en la cocina y en droguerías se pueden elaborar los productos básicos para la higiene personal. Por ejemplo, es posible hacer jabones en casa con aceite, sosa, sal y unas gotas de aceites esenciales. En el artículo Belleza natural y casera encontrarás unas cuantas recetas.

El efecto ambiental de los cométicos

Para que un medicamento o un detergente sea autorizado, es necesaria una valoración del impacto ambiental. En cambio, los cosméticos están libres de esta obligación, aunque el daño potencial que pueden causar no es pequeño. La industria cosmética es partícipe de la rentabilidad del petróleo, pues utiliza sus subproductos. De esta manera, contribuye a la contaminación del mar y del aire y al calentamiento del planeta. Además, sus derivados, una vez liberados en el ambiente, no son inocuos. Las parafinas, por ejemplo, interrumpen el proceso de intercambio de CO2 por oxígeno en el mar, contribuyendo así al efecto invernadero.

Por el contrario, los ingredientes naturales se degradan sin problemas. Las empresas comprometidas con la naturaleza no sólo renuncian a los derivados del petróleo, sino que adquieren la energía que necesitan de fuentes renovables y limpias. Algunas, como Logona o Weleda, producen su propia energía con paneles fotovoltaicos y generadores eólicos e incorporan métodos de elaboración en frío que ahorran recursos. Los gases que se utilizan como propelentes también son un problema para el clima.

En la Unión Europea, desde 1997 está prohibido el uso de gases clorofluorocarbonados (CFCs) debido a su participación en el calentamiento planetario. Sin embargo, sus sustitutos, como el butano y el propano, que representan el 90% del contenido de un desodorante, también colaboran con el efecto invernadero y continúan siendo legales. De ese modo, el consumidor que lee en la etiqueta “sin CFCs” o “sin gases de efecto invernadero” se queda con la conciencia tan tranquila como engañada. Por eso, quien no quiera comprar gases invernaderos tiene que elegir marcas de cosmética natural y ecológica.

El problema de los envases y el transporte

Los envases son también motivo de preocupación. Los fabricantes convencionales rodean un producto de baja calidad con envoltorios aparatosos y lujosos porque quieren dar a entender que el producto es una verdadera joya, pero en muchos casos acaba siendo más costoso el envase, el frasco, el tubo o el dispensador que lo que lleva dentro.

El triángulo de flechas que la mayoría de las marcas convencionales exhiben informa de que, en teoría, estos envases se pueden reciclar, pero en la práctica no es verdad, porque no cumplen los requisitos necesarios. El símbolo sólo indica que la empresa paga a una empresa dedicada al reciclaje. Otra cosa es que su envase, a menudo compuesto por varios materiales, se recicle realmente. El papel de celofán, la caja de cartón plastificado impresa con tintas tóxicas y la botellita suelen acabar en el cubo del rechazo, y todo junto, en la incineradora municipal, que emite CO2 perjudicial para el clima.

La alternativa son los productos y marcas que minimizan los contenedores, o mejor aún, los que apuestan por vender recambios o envases reciclados o reutilizables. Otro hecho que no debemos olvidar es que los cosméticos recorren miles de kilómetros en barcos, aviones y camiones con un altísimo consumo de combustibles fósiles. Para importar cantidades relativamente pequeñas de, por ejemplo, té blanco chino, que justifique la exótica y bella presencia de una hoja de la planta en la caja, un gran barco navega durante semanas hasta Europa. Y desde allí, el producto final se distribuye por todo el mundo.

Frente a este derroche de dinero y energía, la cosmética ecológica se elabora preferentemente con productos locales. Y en los casos en los que esto no es posible, las empresas suelen compensar el CO2 emitido a la atmósfera entregando una cantidad de dinero para que se invierta en bosques tropicales.  

Sustancias que conviene evitar en los productos cosméticos

Sólo el 10% de las más de 10.500 sustancias que utiliza la industria cosmética se ha analizado para probar su seguridad para la salud. La lista de ingredientes que convendría evitar por precaución es demasiado larga para ser publicada, pero a continuación ofrecemos algunos de los sospechosos que se encuentran frecuentemente. Los nombres de los ingredientes están expresados en la Nomenclatura Internacional de los Ingredientes Cosméticos (INCI). 

■ Por contener o descomponerse en el cancerígeno formaldehído:
2-bromo-2-nitropropane-1,3-diol
Diazolidinyl urea
DMDM hydantoin
Imidazolidinyl urea
Quaternium 15 

■ Por causar reacciones de tipo alérgico o irritaciones:
Extractos de Evernia prunastri
Extractos de Evernia furfuracea
Isoeugenol
Cinnamal
Methylchloroisothiazolinone
Methylisothiazolinone 

■ Por existir la sospecha de que pueda ser cancerígeno, disruptor hormonal, contener metales pesados, favorecer la resistencia a los antibióticos o perjudicar el entorno:
Diethyl Phthalate (DEP)
Dimethyl Phthalate (DMP)
Bronopol Padimate-O (octyl dimethyl PABA)
Parsol 1789
1,4 – Dioxane
Parabens (butyl-, ethyl-, methyly propyl-paraben)
Blue 1 (E133)
Green 3 (E142)
D&C Red 33 (E127)
FD&C Yellow 5 (E102)
FD&C Yellow 6 (E110)
Benzophenone
Metilbencilideno
Homosalate
Octyl-methoxycinnamate (octinoxate)
BHA/BHT
Parfum o fragrance
Edta
Paraffin
Paraffinum liquidum
PEGs
Triclosan