10 desafíos para la década

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En los próximos diez años, la humanidad se enfrenta al reto de una transformación sin precedentes para contener el aumento de las temperaturas en la tierra.

Bienvenidos a la década crítica… En los próximos diez años, la humanidad se enfrenta al reto de una transformación sin precedentes para mantener el aumento de las temperaturas por debajo de la línea roja de 1,5 grados que recomiendan los científicos. La escala y la rapidez con la que debe hacerse la transición afectan a todas y cada una de las áreas de nuestra vida. Una larga decena de expertos nos asesoran sobre los pasos necesarios para darle la vuelta a las ciudades, al transporte, a la energía, a la economía, a la alimentación, a la educación, a la gestión de residuos, a la acción ante el clima y a la protección de los mares y de la biodiversidad. Siguiendo las pautas trazadas por el informe The Exponential Roadmap (La Hoja de ruta Exponencial), elaborado por un grupo internacional de expertos, hacemos un repaso de todo lo que tendría que cambiar para reducir las emisiones a la mitad en el 2030 y alcanzar en el 2050 la meta de la neutralidad de carbono a la que se han comprometido ya más de 70 países.

1. CIUDADES

El futuro del planeta se juega en las ciudades, donde vivirán el 60% de la población mundial en el 2030. Las núcleos urbanos ocupan el 3% de la superficie terrestre y son sin embargo responsables del 70% de la emisiones. Ante la pasividad de los Gobiernos centrales, el cambio en la próxima década se está gestando en ciudades como Copenhague (donde el 60% de la población va al trabajo y a la escuela en bicicleta), Upsala (que se ha declarado “libre de combustibles fósiles en el 2030) o Nueva York (con la meta de reducir el 40% de las emisiones de los edificios en una década).

“Tenemos que dejar atrás el modelo de ciudad del siglo XX, excesivamente racionalista y zonificada, pensada bajo los patrones de movilidad del coche”, sostiene el arquitecto Iñaki Alonso, impulsor del plan de transición #MadridTransita. “Hay que empezar a pensar en la ciudad como sistemas complejos y holísticos, más parecidos a sistemas vivos. Y sobre todo rescatar la ciudad de los ciudadanos, de “smart citizens”, y  recuperar  la escala humana y la dimensión de barrio”.

“Hay que transitar de las ciudades insostenibles en las que vivimos, insostenibles por su demanda de energía, materiales y alimentos (y por la contaminación y residuos que generan) hacia un modelo más compacto y complejo”, advierte Alonso. “Necesitamos que los edificios en las ciudades sean “prosumidores”, que produzcan energía o sean de energía casi nula, y que tengan muy en cuenta la dimensión social y ecológica, como hemos intentado hacer en Madrid con la cooperativa de cohousing Entrepatios y con la promotora Distrito Natural.

2. TRANSPORTE

El 73% de las emisiones del transporte proviene de los viajes cortos, principalmente de coches, motos, autobuses y camiones en las ciudades. Reducir a la mitad las emisiones en el 2030 exige un cambio de radical en los patrones de movilidad. “A la mayoría de los coches de ahora mismo no les estará permitido circular por las ciudades en el 2030”, advierte el físico Antonio Turiel, autor del blog The Oil Crash.

“La necesidad de luchar contra la contaminación en sentido amplio (incluyendo las emisiones de CO2) va a obligar a tomar medidas cada vez más restrictivas y rápidas en el próxima década”, advierte Turiel, que con mira sin embargo con escepticismo las proclamas del 2020 como el año del coche eléctrico (con la comercialización de modelos clásicos como el Mini, el Corsa o el Fiat 500 adaptados a los nuevos tiempos de emisiones cero)

“Ahor bien, el coche eléctrico no puede ser nunca una solución que pueda adaptarse a una escala tan masiva como el coche de combustión interna”, asegura el científico, que advierte pone sobre la mesa los límites de la nuevas tecnologías:  “La producción mundial de litio para las baterías no da para construir más de tres o cuatro millones al año (…) La única solución razonable para el futuro es compartir el coche con diversas fórmulas, del transporte público a la nueva micromovilidad eléctrica con bicicletas y patinetes”

3. ENERGÍA

El uso de energía es responsable de cerca de dos tercios de las emisiones de gases invernadero. La eficiencia energética, los avances en almacenaje y baterías y el ascenso imparable de las renovables (con la solar fotovoltaica creciendo un 20-25% anual y la eólica en torno a un 10%) son la clave para la reducción de emisiones. Domingo Jiménez Beltrán, ex director ejercutivo de la Agencia de Medio Ambiente Europea, advierte que la UE debe liderar el mundo en la próxima década y llegar incluso “a una reducción de las emisiones no ya del 50% o 55% sino del 70%”.

Sostiene el ingeniero aragonés que la UE debería avanzar incluso hacia una Unión Energética y fijar también el objetivo de una reducción del consumo del 20% en la próxima a la eficiencia energética. “El cambio más significativo se producirá en el sector residencial, donde podríamos asistir a un proceso disruptivo y reducir la demanda a la mitad si se favorece el autoconsumo”, advierte Jiménez Beltrán, que predica con el ejemplo en su finca en Aguilas (Murcia).

La tarta energética, en su opinión, quedaría sensiblemente reducida gracias a “unas energías renovables y accesibles” y con la gestión directa y descentralizada “a través de consumidores empoderados gracias a la economía digital y de ciudades, polígonos industriales y comarcas que adquirirían la soberanía energética”. Entre tanto, Portugal, Costa Rica, Urugay o Islandia han trazado el camino de 100% renovables al que se adhiriendo más países en la próxima década.

4. ALIMENTACIÓN

La producción de alimentos es la mayor presión sobre los ecosistemas de la Tierra. Y el alto consumo de productos de origen animal ha hecho más que acentuar esa tendencia en las últimas décadas. El informe Exponential Roadmap advierte que estamos ante la auténtica “oveja negra”: para reducir a la mitad las emisiones en el 2030, el planeta se tiene que poner a dieta y consumir preferentemente productos de origen vegetal. En algunos países, como Suecia, se ha alcanzado el “pico” en el consumo de carne, y algo así es lo que tiene que ocurrir a escala global.

“Cada vez hay más evidencia de que las dietas en las que predominan la carne, los azúcares y los alimentos ultraprocesados son perjudiciales para la salud y para el medio ambiente”, certifica Mariano Bueno, autor entre otros de “El huerto familiar ecológico”. “La nueva visión científica reconce que la alimentación más saludable es aquella en la que predominan los alimentos de origen vegetal, lo crudo mejor que lo cocinado, los frutos secos, y las legumbres y cereales integrales”.

Advierte también Mariano Bueno del cambio inaplazable en “la producción agroquímica industrial de alimentos” (que usa abonos sintéticos y plaguicidas tóxicos) hacia un modelo de “producción agroecológica” y de consumo responsable, que dé prioridad a los agricultores locales, a las tiendas de barrio y a las cooperativas. Frente al auge del “fast food”, reivindica un cambio de mentalidad hacia “la comida sana cultivada con tiempo”. Sin olvidarnos del otro gran problema al que habrá que hincar el diente en esta década: el despilfarro alimentiocio. Un tercio de las 1.300 millones de toneladas anuales de alimentos que se producen anualmente acaban siendo desechadas (mientras 800 millones de humanos pasan hambre).

5. CLIMA

Con la tendencia actual, el planeta se calentará por encima de los tres grados de media en lo que queda de siglo. La COP26 que se celebra en noviembre del 2020 en Glasgow será la última oportunidad para dar la vuelta a progresión funesta. Para poder fijar el aumento máximo de las temperatura en 1,5 grados al final de la década habrá que reducir las emisiones un 7,6% cada año (en el 2019 siguieron aumentando un 0,6%).

La temperatura media ha aumentado ya un grado por encima de la era preindustrial. En algunos lugares, como Australia, la subida ha sido ya de 1,5 grados. Los científicos consideran que Australia se ha convertido en la “zona cero” de la criris climático, el espejo al que se pueden mirar muchos otros puntos del planeta si se supera ese límite (sequías, inundaciones, incendios, pérdidas de especies y de hábitats naturales).

“1,5 grados es la línea en la arena que no podemos sobrepasar o pondremos en peligro a nuestra propia especie”, advierte la climatóloga surafricana Debra Roberts. “Es el toque de trompeta má sonoro que puede lanzar la comunidad científica y que nos dede hacer a todos salir de la complacencia”.

 Toda la voluntad de cambio expresada en la calle y en los nuevos grupos de acción climática (como Fridays for Future o Extinction Rebellion) se han estrellado sin embargo con el muro de la política. Lo visto en el COP25 de Madrid es el peor de los presagios. La Unión Europea está marcando el camino al resto del mundo, pero la marcha atrás ante la crisis climática en países como Estados Unidos, Brasil y Australia y la ambivalencia demostrada por China e India pueden hacer peligrar los avances.

6. BIODIVERSIDAD

La Tierra ha perdido el 58% de su biodiversidad en los últimos 40 años años, según el informe Planeta Vivo del WWF. Si la temperatura global aumentara más de dos grados, un tercio de los animales y más de la mitad de la plantas podrían desaparecer, de acuerdo con otro estudio de Nature Climate Change. Los científicos hablan ya de la Sexta Extinción masiva, propiciada sobre todo por cinco factores: la pérdida de hábitats, la sobreexplotación de recursos, la contaminación, la propagación de especies invasoras y el cambio climático.

“El 2020 va a ser un año clave para establecer la relación íntima entre el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”, advierte Theo Oberhuber, coordinador de campañas de Ecologista en Acción. “Ambas amenazas tienen entre sus causas indirectas el mismo modelo económico insostenible de producción y consumo. Y las dos se retroalimentan: la destrucción de biodiversidad agrava crisis del clima y nos está llevando a un estado de emergencia ecológica”.

En octubre del 2020 se celebra en Kunming (China) la COP15 del Convenio de la ONU sobre Diversidad Biológica. “Los objetivos macados en la última década no se van a cumplir por la pasividade las administraciones”, anticipa Theo Oberhuber. “Pero de ahí van a salir las nuevs metas de bioversidad para la próxima década, que no solo deberían ser ambiciosas sino vinculantes. Es muy importante que exista una movilización social que reclame el camnio de modelo que amenaza no solo al clima, sino a la vida en el planeta”.

7. ECONOMíA

Los beneficios económicos de una economía baja en carbono serán de 26 billones de dólares en el 2030, en comparación con seguir con la tendencia actual de emisiones, según el informe Exponential Roadmap. Poner un precio al carbono, desinvertir en combustibles fósiles, cambiar radicalmente los subsidios agrícolas y poner la innovación tecnológica al servicio de la meta de los 1,5 grados son algunos de los cambios inaplazables.

“Pero el reto más importante es evolucionar a una economía con propósito, al servicio de las personas y del planeta”, sostiene Diego Isabel Lamoneda, fundador del Foto NESI (Nueva Econonomía e Innovación Social). “En los próximos diez años, la economía lineal (usar y tirar) dejará paso a la economía circular, que no será ya algo innovador sino habitual. Y la idea de desarrollo sostenible cederá también terreno a la economía regenerativa, que no solo respeta la naturaleza, sino que la regenera, para paliar los efectos de la crisis climática y de la destrucción de los econsistemas en las últimas décadas”.

Frente al boom de la “gig economy”, el “capitalismo de vigilancia” y otras variantes del viejo modelo económico con un giro tecnológico, Diego Isabel Lamoneda anticipa una nueva dimensión social de la economía: “Los informes de triple impacto serán de obligado cumplimiento. Herramientas como el balance del bien común o la evolución B Copr se extenderán. Y las empresas reportarán un serán auditadas no solo por su balance económico, sino por su huella de carbono, su huella hídrica´, la igualdad de género o la diferencia saliarial”. 

8. RESIDUOS

El mundo genera más de 2.000 millones de toneladas de residuos al año, y los desechos llegarán a 3.400 millones en el 2050 si sigue la tendencia actual, según un informe del Banco Mundial. El aumento es especialmente preocupante en los plásticos: las producción global puede aumente un 20% y llegar a demanda la mitad de la producción mundial de petróleo. Con el sistema actual de producción “lineal” solo se recuperar el 20% de los materiales y se pierde un valor estimado en 1,9 billones de euros.

“Nada se pierde, todo se transforma”, es la máxima con la que Ellen MacArthur -ex récord mundial de navegación a vela alrededor del paneta- está impulsando la transformación hacia la economía circular desde la fundación que lleva su nombre. De momento ha embarcado en su empeño al sector textil (tan el 1% de los tejidos se recicla) y al sector envases, con el compromiso de una Nueva Economía del Plástico respaldada por más de 400 empresas (con el objetivo de que todos los plásticos serán reciclables en el 2025).

La idea es extender la circularidad a todos los sectores, con los Países Bajos convertidos en el centro de esta auténtica revolución indutrial con la meta de “residuos cero” (algo hacia la ya avanzan ciudades como San Francisco , Milán, París o Toronto).

“La economía circular empieza en el momento del diseño”, advierte Ellen Macarthur, “pero afecta a todas las fases sucesivas de la vida de un producto y abarca nuestra responsabilidad como consumidores”.

9. OCÉANOS

El mar se ha convertido en al gran vertedero global. Cada año se arrojan a los océanos ocho millones de toneladas de plásticos, responsables de la muerte de 100 millones de animales. El 15% de los residuos se quedan flotando y el 70% van a parar a los fondos marinos. La misma proporción acaba acumulándose en forma de microplásticos, una grave amenaza para la protección de los ecosisteas y para la salud de los humanos.

“Todo el daño que causamos al mar nos lo estamos haciendo a nosotros mismos”, advierte la oceanógrafa Syliva Earle, que ha decidido pasar a la acción con el programa Mission Blue. Tanto o más que la contaminación por plásticos y la acidificación de los oceános por el calmentamiento globlal, a Sylvia Earle le preocupa ante todo la sobrepesca: “Si no pasamos a la acción, los grandes pescados blancos pueden haberse extinguido en una década. Un tercio de las pesquerías del mundo están sobreexplotadas y extraemos del mar hasta los microorganismo, sin reparara que sin esos pequeñas criaturas cambia la química del planeta”.

Mission Blue se ha prorpuesto como meta la creación de Zonas de Protección Marina (MPA) que lleguen al 30% de los océanos en el 2030, para preservar la vida y actuar como “resiliencia” ante el cambio climático. La celebración en el 2020 de la Conferencia de la ONU sobre los Océanos en Lisboa servirá también como piedra de toque para fijar los objetivos para la que debería ser la década “azul”.

10. EDUCACIÓN

“La situación que vivimos actualmente es tan extraordinaria que nadie puede detentar el saber o la verdad”, advierte Heike Freire, autora de “Educar en verde”. “Adolescentes como Greta Thunberg pueden dar lecciones de moral y compromiso a los adultos más poderosos del planeta. Es una oportunidad de crecimiento mutuo, más allá de las clásicas jerarquías, que abre las puertas a un aprendizaje liberado de cuestiones de edad, experiencia y estatus. Los más jóvenes tienen mucho que enseñarnos…”.

En el movimiento Escuelas por el Futuro, a partir de las huelgas climáticas, profesores y alumnos se dan la mano por un giro radical del currículum. “Hay que poner las escuelas “patas arriba”, ir más allá de los conocimientos virtuales y los expedientes académicos, abrirse necesariamente al mundo natural y a las comunidades locales”, sostiene Heike Freire. “Y hay que poner la naturaleza en el centro, como madre y maestra. Hay que avanzar hacua un enfoque ecológico del aprendizaje, de “personas realizando actividades”, que nos permita transitar hacia sociedades capaces de vivir en armonía con el planeta”.