Muere a los 103 años James Lovelock, pionero de la ciencia del clima
James Lovelock fue científico, ecologista, inventor y exponente de la teoría Gaia de la Tierra como sistema autorregulado.
"Tengo la sospecha de que la Tierra se comporta como un gigantesco ser vivo", proclamó James Lovelock allá por 1969, en el momento de fomular su famosa y controvertida "hipótesis Gaia", cuestionada en su momento y aún hoy, aunque considerada como un aportación vital para una aproximación más holística al planeta, fundamental para entender la complejidad de los sistemas terrestres y para hincarle el diente a la ciencia del clima. El científico y ambientalista británico se sintió parcialmente vindicado en el ocaso de su vida, en su retiro en las costas de Dorset donde murió el 26 de julio, el mismo día en que cumplía los 103 años.
Científico, ecologista, inventor y exponente de la teoría Gaia de la Tierra como sistema autorreguladorCientífico, ecologista, inventor y exponente de la teoría Gaia de la Tierra como sistema autorregulado"Nuestro querido James Lovelock murió ayer en su casa y rodeado de su familia", podía leerse en un emotivo comunicado emitido por su mujer, Sandra, y sus cuatro hijos (Christine, Jane, Andrew y John). "El mundo le conocía como un científico pionero, profeta del cima y formulador de la Teoría Gaia. Para nosotros era un esposo adorable y un padre maravilloso, con su infinito sentido de la curiosidad, su incorregible sentido del humor y su pasión por la naturaleza".
Hasta hace apenas seis meses, según informó la familia, James Lovelock llevaba una vida más o menos normal y era aún capaz de dar sus largos paseos por las costas de Dorset, pese a llevar más de un siglo a sus espaldas. A primeros de año sufrió sin embargo una caída, y su salud se debilitó a partir del entonces. Su muerte, a las 9,55 de la noche del martes, se debió a "complicaciones" surgidas a partir de ese accidente. La familia ha anunciado que habrá un funeral público en los próximos días.
Pese a que la polémica le acompañó durante toda su vida, James Lovelock alcanzó el máximo reconocimiento oficial hace exactamente diez años, cuando el Museo de la Ciencia de Londres adquirió sus archivos y le dedicó una exposición -"Unlocking Lovelock"- en la que se mostraba sus múltiples facetas: pionero de la criopreservación y de la ciencia del clima, químico atmosférico, meteorólogo, inventor, escritor, activista del medio ambiente.
El autor de "Gaia: una nueva mirada a la vida en la Tierra" aprovechó la ocasión para presentar el que sería uno de sus últimos libros: "A Rough Ride to the Future" ("Un camino duro hacia el futuro"). En declaraciones a El Mundo, con un pesimismo de fondo que nublaba su sabia sonrisa, Loveclock se convertía una vez más en profeta...
"Llegados a este punto, tenemos que ser realistas. Ningún Gobierno, ni democrático ni dictatorial, va a ser capaz de reducir las emisiones de CO2 en un futuro inmediato. El proceso es ya imparable, y los intentos de llegar a un acuerdo mundial van a caer en saco roto... Así que lo mejor que podemos hacer es protegernos y adaptarnos a los cambios ¿Cómo? Pleneando no un desarrollo, sino una retirada sostenible".
"Tenemos que aprender a vivir de otra manera", recalcaba. "No es el momento de hacer política, sino de buscar soluciones pragmáticas y resistentes al cambio climático. Por ejemplo: Singapur. Lo que surgió como un puerto insufrible a menos de 100 kilómetros del ecuador, y con una temperatura media de 30 grados, se ha convertido en un modelo de adaptación y resiliencia al cambio climático".
"Se supone que los humanos somos criaturas inteligentes e imaginativas, seguro que podemos hacerlo mejor", vaticinaba el padre de la hipótesis Gaia, que provocó en su día chispas en el movimiento ecologista por su apoyo a la energía nuclear, y por considerar que la energía solar "no será suficiente".
Lovelock se seguía considerando "verde a la vieja usanza", aunque arremetía contra una facción del ecologismo "por haberlo convertido en una religión". Su rabiosa independencia, aseguraba, la había permitido desmarcarse y desdecirse (algunas de sus predicciones apocalípticas no llegaron a cumplirse) todas la veces que hiciera falta y siempre y cuando alguien le convenciera de que había cometido un error: "Así es como avanza la ciencia".
Todos sus intentos por jubilarse habían resultado en vano: su curiosidad insaciable y su deseo de hacer algo ante el impacto del cambio climático se lo impedían. Hasta bien cumplidos los cien años siguió impartiendo conferencias y participando en foros "online" desde su base de operaciones en el sur de Inglaterra, donde se le ocurrió hace más de medio siglo "una de esas ideas que a veces tememos los científicos porque sabemos que nos van a causar problemas".
La idea sigue orbitando desde entonces y puede condensarse en estas palabras, a modo de epitafio del venerado Mr. Gaia: "La Tierra funciona con un enorme ser vivo, capaz de autorregularse ante nuestos ojos. Por eso debemos renunciar a la idea de "salvarla" con nuestra inteligecia y nuestra geoingeniería ¡Salvémonos en todo caso nosotros! Y disfrutemos mientras estemos vivos".