David Attenborough: “El plástico está estrangulando la vida en los océanos”
El naturalista británico lanza la voz de alarma en la recta final de “Planeta Azul II”
Once años tenía David Attenborough cuando recibió la primera e inolvidable lección sobre los efectos de la especie humana en el planeta. “Bienvenidos a la era del plástico”, proclamó exultante el profesor de Ciencia. “Hemos usado todo el ingenio del mundo para diseñar algo resistente a la descomposición, virtualmente indestructible ¿No es maravilloso?”.
Ochenta años después, el naturalista británico ha podido comprobar los devastadores efectos que nuestro “ingenio” está teniendo en los océanos. La serie “Planeta Azul II” (emitida por Movistar+) llega a su clímax con el séptimo episodio consagrado al impacto humano en nuestros mares. Después de sumergirnos en la profundidas abisales, de explorar las barreras coralinas y la vida secreta de nuestras costas, las 6.000 horas de viaje submarino concluyen con una llamada global para preservar el “gran azul”.
“El cambio climático, la acidificación de los océanos, el blanqueamientos de los corales o la soborepesca son algunas de los grandes amenazas”, advierte David Attenborough. “Pero el problema más acuciante es para mí el efecto catastrófico del plástico, y eso es algo que hemos podido constatar durante el rodaje de la serie. Plástico atrapado entre el hielo del ártico, plástico acumulado en el sistema digestivo de una cachalote muerto, plástico amontonado en las playas y envenenando a las aves marinas”.
“Cada año acaban en el mar más de ocho millones de toneladas métricas de aquel material que mi profesor calificó como indestructible y que efectivamente puede tardar cientos de años en degradarse”, asegura la “voz” del Planeta Azul. “Los océanos se han convertido en el gran vetedero global y están recibiendo el equivalente a la carga de un camión de basura cada minuto. Y eso por no hablar de la amenaza de los microplásticos en la cadena alimentaria, que es un problema que estamos empezando a evaluar ahora”.
“Al ritmo actual, pronto habrá más plástico que peces en los mares”, advierte Attenborough. “Aunque estamos ante un problema esencialmente humano y la situación es remediable . Basta con que dejemos de ser “superavariciosos” y que seamos solo “moderadamente” avariciosos, y que encontermos la manera de vivir sin plásticos o de fabricar materiales alternativos y biodegradables”.
“Me precupa el mundo en el que tendrán que vivir mis nietos, pero no malgasto el tiempo intentado saber si soy optimistas o pesimista”, agrega Attenborough. “Creo que tenemos una ventana de diez años para actuar. Del mismo modo que el mundo (con la excepción de Donald Trump) ha unido fuerzas para actuar contra el cambio climático, es necesaria una acción global para proteger nuestros mares, porque son los grandes reguladores de la vida en el planeta”.
Criticado a veces por ofrecer una visión edulcorada de la naturaleza, Attenborough defiende la necesidad de “inspirar” y no solo “alarmar” a los televidentes. El último episodio de la serie –“Nuestro planeta azul”- contiene ejemplos de prodigiosa “regeneración” de la vida en los mares, gracias precisamente a la puntual acción humana. Puesto a elegir las escenas favoritas de la serie, el narrador inimitable de Planeta Azul II empieza por el final y nos invita a rebobinar hasta el espectacular arranque de la serie. Continuará…
Las ballenas y los arenques. Hace 50 años, los bancos de arenques habían desaparecido prácticamente de los fiordos noruegos. Gracias a severas restrciccion de las cuotas de pesca, los arenques no solo han vuelto, sino que han contribuido de paso a devolver a los fiordos su biodiversidad perdida. Las orcas acuden a la “llamada” y son las que primero se sirven, valiéndose de su cola para aturdir a los arenques, y zampárselos tranquilamente. Las ballenas jorobadas se apuntan después al festín y finalmente llegarán los barcos de pesca: hay para todos.
El pulpo acorazado. En los “bosques” submarinos de algas kelp se suceden escenas diarias de lucha por la vida, como esta del pulpo “acorazado” que, habiendo agotado ya sus defensas naturales (se quedó sin tinta), decide protegerse del acoso de los tiburones “pijama” usando astutamente sus tentáculos para cubrirse la cabeza de conchas y moluscos que harán las veces de coraza. En otra insólita imagen, un pulpo se asocia a un mero para salir juntos de “pesca” en la Gran Barrera Coralina de Australia.
La morsa protectora. La desaparición del hielo está causando situaciones dramáticas en el Artico. Jonathan Smith y la cámara Ted Gifford rastrean una zona que solía estar ocupada en el 45% por el hielo todo el año y ahora solo llega al 22%. "Las madres de verdad muchas veces de los islotes de hielo para defenderse de sus crías de los depredadores ", recalca Gifford. "La escena de la madre protectora que salva a su cría del acecho de los niños que está por ahí que hace casi llorar y querer intervenir ... Pero la naturaleza de las sorpresas de siempre, a veces enternecedoras y agradables
El pez persistente. En la Gran Barrera Coralina de Australia, el pez brosnio da muestras de comportamiento "inteligente". "En una roca se ha construido su peculiar" castillo ", hasta donde lleva" presas "a las almejas que encuentra en los fondos", relata David Attenborough, en el momento de reconstruir otra de sus escenas predilectas. "A falta de manos, el pez" coge "a las almejas con la boca y las lanzas contra las rocas hasta que lograron romper sus capacidades, una base de convicción y persistencia, para poder comérselas a discreción".
El jurel volador. En las islas Seychelles, más de 400.000 golondrinas de mar llegan a anidar en las postrimerías del verano. Los jureles gigantes lo saben y esperan la oportunidad, siguiendo el reflejo de su sombra bajo el agua, para poder "volar" y capturarlas en pleno vuelo cuando se acercan a la superficie para "pescar". La imagen de la gaviota a cámara lenta, escapando milagrosamente al mordisco letal del pez volador es uno de los momentos más impactantes de la serie.
Los volcanes submarinos. En las profundidades del Golfo de México, la alta presión y las bajas temperaturas provocan las "explosiones" repentinas de gas metano. Las burbujas salen disparadas como cohetes y dejan un rastro de barro en la oscuridad letal, captada con un sumergible especial a 600 metros de profundidad. En el capítulo sobre la vida en el "asbismo" nos adentramos en un "lago" subacuático, también en metano, y en el que las anguilas entraron sorpresitas y salen disparadas (en cuando detectaron el gas).
El pez "transexual". En el mar de Japón, las cámaras de Planeta Azul II han rodado la asombrosa transformación de un pez budión jorobado (kobudai). Las hembras tienen la extraña habilidad de cambiar de sexo, aumentar de tamaño e incrementar el paso de la protuberancia en la frente, especialmente abultada en los machos. Consumada la metaformosis en un recóndito rincón del arrecife, la ex hembra vuelve a la acción como un macho y sus antiguos pretendientes se convierte en competidores en el momento de la "procreación".
La tortuga relajada. Una tortuga verde dejó atrás el ajetreo del arrecife de Sipadan, frente a Borneo, y llega al límite de la barrera coralina, donde están esperando los peces "limpiadores". "Cualquiera diría que las tortugas son abonadas a una" spa "y que por nada del mundo quieren faltar a su cita", dijo David Attenborough. "Por lo general apacibles, se vuelven agresivas si alguien interrumpe ese momento de relax, en el que los peces le" masajean "la coraza, y la limpian de moluscos y parásitos".
"Porque si algo define a los océanos esa capacidad de regeneración precisa de los recursos o la capacidad de regeneración precisa de un mundo que es la capacidad de asombro ante el mundo natural es el movimiento y el mes pasado".
Los delfines surfistas. En el trepidante arranque de "Planeta Azul II", más de cien delfines mulares toman posiciones en el frente a las costas de Suráfrica. Con olas de más de nueve metros de altura, es el día propicio para hacer surf. El cámara Chris Bryan sigue sus evoluciones a bordo de una moto de agua, y tanto como sus espectaculares "vuelos" le impresionan sus chirridos entre las olas: "¡Cualquier cosa que les guste y les guste llegar a la conclusión de que se están divirtiendo! como nunca en la vida! ".