Nacemos antes de nacer
El tipo de relación con la madre y con el exterior durante los nueve meses de gestación determinarán las actitudes que nos acompañan toda la vida.
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Los avances realizados a lo largo de las dos últimas décadas a través de los estudios embriológicos y fetales –utilizando la fotografía intrauterina, las imágenes ultrasónicas, el escáner con microscopio electrónico y otras tecnologías– ofrecen una nueva comprensión del mundo del ser humano aún por nacer.
Decenas de experimentos demuestran que, a las pocas semanas de la concepción, ya posee los sentidos del oído, el tacto y el gusto bien desarrollados. Le afectan los estímulos que llegan tanto desde el interior del cuerpo de la madre como desde el exterior e incluso responde a las emociones y las expresa. Es decir, el ser humano no nacido posee vida emocional y se comunica con la madre y con el exterior. Dentro del mundo uterino ya reímos, lloramos y se forma nuestra personalidad.
Un entorno acogedor
El obstetra Rene Van de Carr señala que el desarrollo de las vías neuronales relacionadas con las habilidades intelectuales y motoras depende de las informaciones obtenidas a través de los sentidos. Por tanto, los padres tienen la posibilidad de crear, ya incluso durante el embarazo, un entorno físico y emocional que promueva la salud y el bienestar de sus hijos.
El ser humano no nacido posee vida emocional y se comunica con la madre y con el exterior
La calidad de la atmósfera psíquica y emocional que acoge al niño es decisiva. Según un estudio dirigido por la doctora Bea Bergh, el nivel de estrés de las madres durante el embarazo puede producir un impacto significativo en sus hijos: las que sufren ansiedad prolongada entre las semanas 12 y 22 de gestación tienen más probabilidades de tener hijos nerviosos o con déficit de atención. La sociedad moderna apenas muestra preocupación por esta realidad. Las madres trabajan hasta el último momento y muy pocas saben que su estado mental y anímico puede tener una influencia decisiva sobre el bienestar futuro de sus hijos.
Nace la psicología prenatal
A lo largo de los últimos 30 años, los psicólogos han comprobado que sus pacientes remontan los orígenes de sus actitudes vitales disfuncionales a sus experiencias negativas durante la etapa fetal o el nacimiento. El descubrimiento del mundo interior uterino profundiza la revolución del psicoanálisis y cambia la manera en que nos vemos a nosotros mismos como individuos, así como la forma en que nos relacionamos con las personas que nos rodean.
El desafío es descubrir las auténticas necesidades del ser humano desde el primer segundo de su verdadera existencia. Distintos autores aseguran que las necesidades fetales continúan, transformadas, durante la vida adulta, y todo lo que el ser humano construye va a encaminado a sustituirlas o compensarlas, con más o menos éxito.
El doctor Thomas Verny, autor de La vida secreta del niño antes de nacer y de El vínculo afecto con el niño que va a nacer, fue el primero en hablar, ya en la década de 1970, de la “educación prenatal” a través de la comunicación física, emocional y mental entre la madre y el feto. Esta educación consistía en ejercicios y prácticas de relajación, armonización, visualización y comunicación pensados para cada semana del embarazo. Posteriormente, son muchos los investigadores que han continuado con este tipo de estudios y han desarrollado metodologías que incorporan los nuevos descubrimientos científicos (se ha ido comprobando que los sentidos del feto funcionan con mucha agudeza y desde muy pronto). David Chamberlain enumera los tres aspectos esenciales de la paternidad prenatal:
Alimentar un cuerpo físico sano. Los padres que esperan al nacimiento para cuidar la salud física de su hijo pueden llegar tarde. Los cimientos fisiológicos ya están construidos. La calidad de la alimentación de la madre o la presencia de sustancias tóxicas y contaminantes en el útero –desde medicamentos a drogas pasando por plaguicidas y moléculas artificiales– pueden ser decisivas para la salud física y mental del niño. Una dieta nutritiva y un estilo natural de vida garantizan que el niño no se verá expuesto a agentes peligrosos. Las dietas hipocalóricas, ya sea por razones puramente estéticas o por consejo médico, son en muchos casos una amenaza para los niños.
La creación de un vínculo afectivo positivo con la madre es una condición para que el hijo llegue a establecerlo con las demás personas, la sociedad y la naturaleza
Crear cimientos emocionales. Una de las grandes sorpresas sobre la vida en el útero es que el feto siente emociones y las expresa. A las diez semanas de embarazo se pueden observar gestos que revelan autocontrol, intereses y necesidades. Entre la semana 13 y 16 es capaz de oír las voces de los padres. A las 15 semanas reacciona a la risa de la madre. La vida uterina no tiene nada que ver con la paz oceánica que los autores clásicos imaginaban. Es un mundo en comunicación intensa con la madre y el exterior. El sistema emocional del niño se va organizando en función de estas experiencias tempranas. Si se siente rodeado de ira y miedo, se prepara para un mundo exterior dominado por esas emociones. En cambio, la creación de un vínculo afectivo positivo con la madre es una condición para que el hijo llegue a establecerlo con las demás personas, con la sociedad y con la naturaleza. El obstetra Michel Odent ha escrito sobre la conveniencia de que el hogar del futuro niño esté embargado de alegría y emociones positivas.
Establecer una conexión rica con el niño. Antes de nacer ya puede escuchar conversaciones –cuyo tono emocional capta– y músicas que luego recuerda. Reconoce con agrado las voces de los padres y los ritmos musicales familiares, lo que le sirve para establecer los primeros vínculos emocionales con otras personas. También adquiere las bases de la lengua hablada en su idioma materno.
El programa Morimoto
El doctor Yoshiharu Morimoto ha creado un programa de cuidado prenatal que ya ha demostrado su éxito con más 7.000 niños en Osaka (Japón). El objetivo principal es favorecer la creación de un vínculo con el feto que le conectará de una manera positiva con su familia y con el mundo exterior. Las madres que lo han realizado aseguran que los niños son independientes, seguros de sí mismos y equilibrados anímicamente.
Entrenamiento autógeno. Morimoto enseña la técnica creada por Johannes Schultz. Una vez aprendida, la madre puede alcanzar un estado de relajación profunda, física y mental, muy rápidamente y siempre que lo desee. En este estado de conciencia pueden hablar con sus hijos en el útero. Luego, durante el parto, pueden utilizarla para facilitar el paso por el canal vaginal.
Trabajo con imágenes. A través del juego con arena –o sandplay, terapia para acceder al inconsciente a través del modelado de figuras, que se utiliza especialmente con niños–, la madre crea una casa para el bebé. El ejercicio hace que la madre reviva sentimientos infantiles y provoca una empatía natural con el hijo. De manera similar, las madres pueden modelar en papel maché la cara del hijo que esperan. En muchos casos, la máscara presenta un parecido increíble con la carita que tendrá el futuro recién nacido.
Más allá de los ejercicios que proponen los expertos, las madres tienen un instinto para dar la bienvenida al mundo a sus hijos
El juego de la patada. Es fascinante, sencillo y simpático. Cuando el niño da una patada espontánea, la madre palmea en el lugar donde la ha sentido, al tiempo que dice “¡dame otra patadita, cariño!”. Es un juego que divierte al niño y le vincula a la madre y al padre, que también puede participar.
Charla con el niño. Puede realizarse en cualquier momento y lugar, siempre que haya silencio y el niño dé muestras de estar despierto. Antes de comenzar a hablar, la madre tiene que relajarse y concentrarse en el amor que siente hacia su hijo. Desde esa emoción, le habla con voz alta y clara. Por otra parte, en todos los momentos del día, las madres pueden poner especial atención en las impresiones que reciben a través de sus sentidos: lo que huelen, lo que ven, lo que tocan y lo que escuchan. Su hijo disfruta de todo ello de alguna manera.
Escuchar música. El objetivo no debe ser sólo cultivar su inteligencia y creatividad, sino ofrecerle un mensaje de bienestar y acogimiento. Una buena idea es cantarle una canción, si es posible, creada por la madre para su niño.
Más allá de todos los ejercicios que proponen los expertos, las madres tienen un instinto para dar la bienvenida al mundo a sus hijos. Solo deben dejar que salga a la luz. El resultado serán generaciones de seres humanos mejor preparados para una vida plena.