¿Falta democracia en la medicina?
Sólo hay una medicina, decimos todos: la que cura al paciente (y la que lo mantiene sano, habría que añadir). Pues bien, ¿cuál es ese saber médico?, ¿es acaso el que recibimos cuando acudimos a los hospitales o a los diferentes centros de nuestro sistema sanitario? La realidad es que, como en el arte, existen diferentes criterios; todos ellos válidos. Cada uno tiene una visión diferente de cómo entender la enfermedad, de cómo acercarse al paciente y de cómo tratarlo, pero en las facultades de nuestro país hasta ahora sólo se enseña uno de estos criterios, sin considerar las otras posibilidades.
Es como si en la facultad de Bellas Artes sólo se diera a conocer el “cubismo” o el “expresionismo”. No es de extrañar que esta falta de globalidad en la enseñanza de la medicina –que se traduce lógicamente en su práctica, en la investigación, y en el desarrollo social de la misma– genere un terrible confusionismo no sólo en la población, sino en los propios estudiantes de medicina y en los propios médicos que cada vez más reclaman conocer la otra parte de conocimientos que se les oculta.
Como vemos la aparente unanimidad entre los profesionales sanitarios en la elección de un tipo de criterio médico (el convencional) no es el resultado de un profundo estudio comparativo entre las diferentes opciones médicas escogiendo la mejor, sino la consecuencia de la unanimidad en un único tipo de enseñanza. La escasa formación universitaria que actualmente existe en criterios médicos no convencionales es formación continuada, postlicenciatura o postdiplomatura, fuera del curriculum de formación obligatoria.
Ética médica
Sería de interés público que, en bien de la imparcialidad y como excusa para la reflexión, se estudiasen y buscasen soluciones a las siguientes cuestiones sociales que afectan a la salud de las personas y a la de nuestra sanidad:
– ¿Es posible seguir enseñando y practicando una medicina con un alto índice de iatrogenia o efectos secundarios, tanto a nivel diagnóstico como terapéutico, y de medicalización, sin considerar ni siquiera la aportación de otras opciones que están presentes en la sociedad? ¿No existe aquí una gran negligencia por omisión? ¿No debiera la propia sanidad pública interesarse en estudiar y averiguar si las otras opciones funcionan en lugar de criticarlas o ignorarlas?
– ¿Es ético imponer a través de un seguro obligatorio (Seguridad Social) un único criterio médico?
– Sabiendo, como se publica en un estudio realizado en EEUU sobre los determinantes de la salud, que más del 60% de contribución potencial a la disminución de la mortalidad se debe al entorno (19%) y al estilo de vida (43%), ¿es racional y honesto asignar el 90% de los gastos de salud a los sistemas de cuidados (hospitales, investigación médica...) y sólo un 1,5% al estilo de vida y un 1,6% al entorno?
– ¿Cómo es posible que las grandes investigaciones sobre los problemas de salud considerados más importantes estén en manos de empresas comerciales como son los laboratorios (que defienden legítimamente sus intereses de rentabilidad), o de instituciones patrocinadas por estos y ayudadas con dinero público, y no de instituciones médicas públicas totalmente independientes y sin presiones económicas?
– ¿Qué ética justifica el mantener en algunos países medicamentos a la venta que han sido retirados en otros países por alta toxicidad?
Es preciso y urgente, en beneficio de todos, revisar las bases éticas sobre las que se establece el ejercicio de la medicina. Llega el momento de establecer un diálogo constructivo entre los profesionales de las diferentes opciones médicas. Es tiempo de puertas abiertas, de discusión, de complementación, de trabajo en equipo. Hemos de avanzar hacia la democratización médica.
El futuro pasa por la formación plural y por la práctica de la medicina integrativa, donde cada criterio médico aporte lo mejor para ayudar a prevenir la enfermedad, recuperar la salud cuando esta se ha perdido y mantenerla una vez se ha recuperado, evitando ante todo perjudicar al paciente.
Añadir nuevo comentario