Secretos
Todos tenemos secretos y parece que nadie los quiere. Estamos en la era en la que es fácil compartir enseguida aquello que sentimos o percibimos. El poder de la comunicación es tal que parece que solamente aquello que se comunica o se muestra tiene valor. No interesa la intimidad porque quizás no sabemos qué es lo que hay en ella y tenemos miedo a lo desconocido, o porque cuesta llegar a las profundidades de nuestro ser, o porque representa dejar de hacer cosas, parar y reflexionar, dirigir, digerir, volver a mirar y releer desde varias perspectivas aquello que va pasando y que nos va pasando.
La intimidad cuando se muestra a troche y moche se devalúa, pierde el lugar desde el que puede darnos fuerza, nos quedamos vacíos y ésta es una época que teme al vacío y huye de él. Por eso, rápidamente nos llenamos de otra información que llega de fuera e iniciamos el camino de una espiral circular y viciosa que nos aleja más y más de nosotros mismos.
Guardar un espacio que es solo para nosotros nos revaloriza como seres humanos. Guardarlo para personas muy concretas las eleva a ellas a la altura de las elegidas, a la vez que nos da la virtud de ser únicos.
Los secretos que guardamos para la persona amada son los que ésta y solamente ella sabrá apreciar. Porque no todos pueden apreciar las mismas cualidades o rasgos o acciones en una misma persona, pero toda persona posee una parte que puede gustar a otra en particular y vale la pena guardar ese tesoro en secreto para quien sepa apreciarlo.
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