Amables
Mi religión es simple. No tengo necesidad de templos, ni de filosofías complicadas. Nuestro cerebro y nuestro corazón son el templo; y su filosofía es la amabilidad. Son palabras del Dalai Lama. La amabilidad es un regalo para nosotros y para nuestro entorno.
Amable es ser educado y considerado, hacer que la vida cotidiana fluya sin roces y bien, pero también tener la capacidad de que te amen. Generar en nuestro prójimo un sentimiento de empatía, ayudarle a hacer más llevadero el día. Es un arte difícil que requiere inteligencia, a pesar de que en algunos círculos tiene mala fama. Alguna vez nos dijeron que si eres bueno y amable eres tonto, que la gente te tomara el pelo, que la amabilidad es debilidad y si eres amable te dañarán. Pero saber ser amable es ser valiente e inteligente, ser generoso y observador.
Se es amable cuando se cambia el ánimo de alguien con una sonrisa, con una opinión que renueva, con una frase que sorprende, con un contacto hecho con tacto, con una mirada, con un reconocimiento al que escucha, escuchando a quien habla. En estos momentos en que la crispación nos está atacando desde cualquier flanco mediático y nos lleva a la grosería, al avinagramiento, al desprecio y al encono es muy importante ser amable. Regar generosamente nuestra vida cotidiana con atenciones pequeñas, comenzando por nosotros mismos y extendiéndolo al entorno. Dar las gracias, felicitar por el trabajo bien hecho, saber decir no o si a tiempo, abrir la puerta y dejar pasar, disfrutar del cielo, acomodar a alguien que nos visita. Son gestos que honran a quien los recibe y nos honran y que cambiarán el signo de quien los acoge y de quien los da. Probadlo durante tres días y ya me diréis.
©Gerard Arlandes 2015
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