Te contamos las claves para superar la ansiedad
Las crisis de ansiedad aparecen al no prestar atención al estrés cotidiano.
Las terapias naturales y un estilo de vida sereno ayudan a prevenirlas y curarlas.
La palabra "estrés" no solo se ha hecho popular sino que, además, muchísimas personas se declaran "estresadas. Este término sirve para describir la agitación propia del estilo de vida urbano actual, pero cuando una persona se siente mal de verdad, hasta el punto de que cree que va a morir y acude a los servicios de urgencia, se le suele diagnosticar una crisis de ansiedad.
El primer ataque se produce inesperadamente y quien lo sufre teme que está padeciendo un infarto u otra enfermedad grave, debido a la intensidad y al tipo de síntomas: taquicardias, mareos, sudores, dificultades para respirar, dolores en el cuello y el pecho… Al realizarle las pruebas médicas, no se descubre ninguna disfunción. El paciente se tranquiliza, pero se queda con el miedo a que la crisis se repita.
Es importante no quedarse esperando a comprobar si esto sucede. Es necesario atajar las causas del trastorno y tomar medidas inmediatamente. No hacerlo multiplica el riesgo de que se convierta en una alteración psicológica crónica y grave que reduzca de manera notable la calidad de vida y pueda en algunos casos llevar a la depresión y el suicidio. De hecho, conviene no esperar a la crisis de ansiedad. Hay que tomarse más en serio ese estrés cotidiano y eliminarlo antes de que se disparen las señales de alarma.
Una respuesta a destiempo
La ansiedad forma parte de la respuesta de lucha o huida. Es una reacción instintiva, normal y adecuada en las situaciones de riesgo, que aumenta el flujo de adrenalina, prepara los músculos para la acción y multiplica la sensibilidad nerviosa. Una vez ha pasado el peligro, el cuerpo vuelve a la normalidad. El problema surge cuando la ansiedad se mantiene demasiado tiempo porque, por la razón que sea, la mente percibe algún tipo de riesgo permanente.
Los síntomas de esta ansiedad crónica, que a menudo no se reconocen, son irritabilidad, dificultades para concentrarse, cansancio, insomnio y desánimo. Además, se producen tensiones musculares que provocan dolores en la cabeza, el cuello y la espalda. Otras manifestaciones físicas son palpitaciones ocasionales, sequedad de boca, dolores en el tórax y alteraciones digestivas. Con el tiempo, la persona ansiosa puede acabar por agotarse física y emocionalmente, hasta el punto de que resulte afectado el sistema inmunitario. Entonces aumenta la vulnerabilidad a cualquier enfermedad, empezando por los resfriados y las infecciones.
Detrás de todos estos síntomas se esconde toda una serie de complejas reacciones químicas que son la demostración de las profundas interacciones entre la mente y el cuerpo
El ambiente familiar en que se crece puede favorecer la aparición de trastornos de ansiedad en la edad adulta si imbuye en los niños inseguridad, temor y dependencia.
La ansiedad se relaciona con una pérdida del equilibrio entre los sistemas simpático y parasimpático que componen el sistema nervioso autónomo. Este regula funciones como la tensión muscular, la frecuencia cardiaca, el ritmo respiratorio, la circulación sanguínea o las secreciones hormonales. El sistema simpático se encarga de incrementar la actividad, mientras que el parasimpático la disminuye. A modo de comparación, el primero funciona como el acelerador y el segundo, como el freno de mano. Cuando están equilibrados, el organismo entero se conduce correctamente. Cuando se desequilibra con la ansiedad, el freno no es suficiente porque el acelerador no deja de actuar. En términos médicos, el sistema simpático se ha hecho demasiado sensible.
El desorden afecta también al sistema endocrino. Las preocupaciones dejan agotadas las glándulas suprarrenales, encargadas de producir adrenalina y noradrenalina. Como consecuencia, la persona puede sufrir alteraciones en el ritmo cardiaco, la respiración y la digestión, además de quedar más expuesta a las reacciones alérgicas. Estas glándulas segregan también glucocorticoides, que se emplean en el metabolismo de la glucosa. Un exceso de producción puede provocar un incremento de los niveles de azúcar en sangre.
Desde la infancia
Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, el 15 por ciento de la población sufre algún trastorno de ansiedad a lo largo de su vida. Es dífícil determinar por qué una persona sufre ansiedad. Puede haber una predisposición constitucional, genética. El ambiente familiar en que se crece puede favorecer la aparición de trastornos de ansiedad en la edad adulta si imbuye en los niños inseguridad, temor y dependencia.
Puede suceder en una familia de padres demasiado exigentes, críticos y severos con los hijos, que se convierten en adultos con baja autoestima y con dificultades para asumir riesgos razonables por temor al fracaso. Los padres ansiosos también pueden enseñar inconscientemente a sus hijos que el mundo es un lugar lleno de peligros.
No todos los niños que crecen en estas condiciones desarrollan trastornos de ansiedad, pero están en un riesgo mayor. Por otra parte, determinados sistemas de creencias apoyan las actitudes y comportamientos que mantienen el estado de ansiedad. Las visiones del mundo transmitidas por los medios de comunicación y la cultura donde predominan las ideas negativas, hipercríticas y culpabilizadoras sobre las positivas, constructivas y compasivas conforman una especie de atmósfera de ansiedad que contamina el diálogo interno de los individuos. Como consecuencia, tienden a desconfiar de los demás y a aislarse, dificultando que solucionen sus dificultades por sí mismos.
Recuperando la fuerza
La ansiedad también puede ser debida a situaciones temporales de estrés por preocupaciones laborales, problemas de pareja y familiares, enfermedades agudas o falta de descanso. Sean cuales sean las causas, es posible romper la espiral de la ansiedad aumentando el nivel de energía, el equilibrio y la fortaleza interiores, así como la capacidad para gestionar las situaciones de estrés.
Como todo problema complejo que afecta tanto el cuerpo como la mente, puede abordarse desde varios enfoques. Después de una crisis de ansiedad, un médico convencional puede prescribir un tratamiento a base de benzodiazepinas o antidepresivos. Pero estos medicamentos tienen acción inmediata pero presentan importantes efectos secundarios, como somnolencia, disminución de la libido, problemas renales y, sobre todo, dependencia. La adicción a las benzodiazepinas es la más extendida.
Mucho más sensato es acercarse a las raíces del trastorno. La ansiedad es una forma de miedo y en la vida hay ciertos temores básicos. Existe una angustia existencial por el mero hecho de vivir y ser más o menos conscientes de que envejecemos, decaemos y, al final, fallecemos. La enfermedad y la necesidad de obtener sustento para sobrevivir son otras preocupaciones esenciales. Obviamente, no son temas que puedan resolverse a base de pastillas. Tienen que ver con el desarrollo de la conciencia a lo largo de toda una vida.
En este proceso, la homeopatía ofrece una interesante ayuda de fondo. En la consulta, el paciente puede explicar sus preocupaciones, lo que en muchos casos representa ya un gran alivio e implica un reconocimiento de la realidad. Además, el homeópata recomendará una medicina no solo en función de los síntomas, sino de las características individuales del paciente.
Cada persona tiene una forma particular de vivir la ansiedad, de sentir e interpretar lo que le ocurre. En función de estos aspectos, el médico homeópata prescribe un medicamento u otro en la dosis adecuada. Si el remedio funciona bien, las crisis se hacen menos frecuentes e intensas y el individuo adquiere la fortaleza suficiente para gestionar por sí mismo las situaciones y encontrar salidas apropiadas.
Equilibrio energético
La acupuntura intenta que el paciente recupere el equilibrio a través de la acción sobre el flujo de energía vital o chi. En el caso de la ansiedad, suele producirse una alteración en el riñón o el hígado. Estos órganos –en el sentido energético de la medicina oriental– se relacionan con la vitalidad, la planificación mental y el coraje. Las pesadillas, el temor ante el futuro y la incapacidad para expresar sentimientos son síntomas comunes de desarreglo energético. Otros síntomas que acompañan la ansiedad, como la tristeza y los deseos insatisfechos, se relacionan con los pulmones y el corazón. Si la persona ansiosa muestra molestias digestivas, también pueden estar implicados el bazo y el estómago. Tras escuchar las explicaciones del paciente y analizar los pulsos y el aspecto de la lengua, el acupuntor decide cuáles son los puntos donde debe colocar las agujas. En tres o cuatro semanas, se suelen conseguir resultados y después suelen ser necesarias sesiones de mantenimiento.
Psicoterapia profunda
La persona con ansiedad debiera recurrir, además, a alguna psicoterapia que indague en las razones profundas, sobre todo cuando los síntomas nerviosos van acompañados de falta de autoestima, miedos o tristeza.
Además del diálogo terapéutico, las técnicas de relajación y las estrategias de comportamiento para controlar la ansiedad son muy eficaces, sobre todo cuando las crisis aparecen en determinadas circunstancias, como la necesidad de hablar en público o tomar un avión.
La hipnosis, en manos de un profesional experto y responsable, es una técnica interesante. Consiste en situar al paciente en un estado cercano al sueño que permite acceder a la memoria profunda y a los centros de control del estado de ánimo. Así se pueden modificar conductas negativas y liberar recursos mentales.
En los casos en que la ansiedad sea fruto de algún acontecimiento traumático que no se consigue superar, está indicada la terapia EMDR (siglas en inglés de desensibilización y reprocesamiento por el movimiento ocular). A través de determinados ejercicios, se favorece la asimilación de los recuerdos y la sustitución de los sentimientos y pensamientos negativos por una actitud positiva. Los resultados son rápidos y duraderos.
Más ejercicio físico
Además de ponerse en manos de un terapeuta, la persona con ansiedad o quien desee prevenirla debiera introducir algunos cambios en su estilo de vida. Debiera, por ejemplo, practicar algún ejercicio físico si no lo hace ya. No hay mejor estrategia para que el cuerpo pueda ejercitar sus respuestas de lucha o huida, aumentando naturalmente la capacidad para hacer frente a las situaciones de estrés.
Las personas habituadas a hacer ejercicios intensos presentan una secreción menor de adrenalina por motivos psicológicos. Por otra parte, a través de la estimulación de las endorfinas, la actividad física mejora la autoestima y también el humor.
Técnicas de relajación en casa
Junto al ejercicio, es imprescindible practicar alguna técnica de relajación en casa. Aunque es posible relajarse escuchando buena música o leyendo una novela, los métodos de relajación han sido diseñados para maximizar las respuestas fisiológicas relacionadas con el descanso y la autocuración. Algunas técnicas de relajación son el entrenamiento autógeno, el biofeedback y la sofrología, pero destacan por su sencillez la relajación progresiva y la meditación.
La relajación progresiva, según la desarrolló Edmund Jacobson, está basada en el sencillo procedimiento de combinar tensión y relajación musculares: mientras se respira de manera relajada, se contrae con fuerza cada uno de los músculos durante al menos dos segundos y a continuación se sueltan y relajan.
La sesión, que puede realizarse durante diez minutos antes de dormir para preparar el sueño, o a mediodía para reponer fuerzas, se inicia con la contracción y relajación de los músculos de la cara y del cuello, para continuar con los del pecho y los brazos, seguidos por los antebrazos y las manos, el abdomen, las nalgas, los esfínteres, los muslos, las pantorrillas y los pies.
Al finalizar, se puede realizar una visualización: consiste, por ejemplo, en imaginarse a uno mismo en un lugar ideal de relajación física y mental, quizá la orilla del mar, una montaña o un jardín. El lugar visualizado puede ser real o inventado, pero conviene que sea siempre el mismo y recrearlo en la mente con todo detalle para que cada día resulte más fácil introducirse en él.
Cambios en la dieta
Para ayudar al organismo a superar el estrés, puede ser útil aumentar la presencia de determinados alimentos en la dieta. Interesan aquellos con nutrientes que refuerzan las glándulas suprarrenales, que tienden a atrofiarse con el paso de los años y el excesivo estrés continuado.
Las hortalizas y las frutas en general, y en especial los plátanos, los aguacates, los tomates, los melocotones y los albaricoques, poseen proporciones elevadas de potasio, un mineral cuya reposición debe cuidarse en caso de ansiedad, pues el exceso de hormona aldosterona provoca su excreción a través de la orina.
Otros nutrientes recomendables son las vitaminas C, B5 y B6, así como los minerales zinc y magnesio. Todos ellos son necesarios para la síntesis de hormonas, sobre todo la vitamina B5 o ácido pantoténico. Es un nutriente abundante en muchos alimentos, tanto animales como vegetales, especialmente cereales integrales, legumbres, coles, tomates y boniatos.
Más alegría
Además de todo lo expuesto, es imprescindible procurarse más momentos de placer y alegría, como reencontrarse de manera agradable con el cuerpo en un baño caliente que calma la mente y afloja la musculatura.
Sus efectos beneficiosos se multiplican añadiendo al agua una taza de sal marina y otra de bicarbonato sódico. El resultado es un baño alcalino que puede tomarse antes de irse a la cama durante 20 minutos, una o dos veces al mes. Al día siguiente, nos sentiremos con más tranquilidad y energía.
¿Seguro que no dedicamos demasiado tiempo a cosas que no favorecen la serenidad? En lugar de ver, escuchar o leer malas noticias, llenemos los necesarios momentos de desconexión de las obligaciones y las preocupaciones con buena música, lecturas inspiradoras, conversación, juegos y actividades que nos hagan sentir bien.
Homeopatía contra la angustia
La homeopatía contribuye a poner orden en cuadros de ansiedad en un nivel profundo. Los remedios debieran ser prescritos por un profesional cualificado en base a la particular forma que tiene cada persona de vivir la ansiedad. No obstante, algunos se utilizan con frecuencia.
Arsenicum Album. Miedo a padecer muchas enfermedades. La angustia lleva a la persona a ir de un sitio a otro. Se vuelve avariciosa y cautelosa. Siente que la observan. Está cansada de vivir.
Aconitum Napelus. Presentimiento de la propia muerte. Hay temor a los sitios cerrados. Gran sensibilidad a los ruidos y al dolor.
Argentum Nitricum. Se anticipan negativamente los acontecimientos. Se vive con prisa para llegar a tiempo. Gran obstinación. La persona está triste y taciturna.
Calcarea Carbonica. Ansiedad por el futuro e hipocondría. Gran confusión mental. Bulimia. Se preocupa en exceso de temas religiosos y es muy sensible cuando escucha crueldades.
Natrium Muriaticum. Se vive una pena en silencio, como la muerte de un ser querido. Los síntomas empeoran con el consuelo.