¿Muerte por contaminación?

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Arranca en Londres la investigación judicial por el fallecimiento de una niña de nueve años por “fallo respitario” tras sufrir 27 ataques de asma

Rosamund Adoo Kissi-Debrah, madre de la pequeña Ella Roberta.

Ella Kissi-Debrah fue admitida por primera vez en un hospital con un ataque de tos a los seis años. La niña desarrolló con el tiempo un asma severa que le obligó a visitar hasta 27 veces el centro médico hasta cumplir los nueve años. En febrero del 2013, Ella murió por “un agudo fallo respiratorio”, certificado un año después por una investigación abierta a instancias de su propia madre, Rosamund, convencida de que las causa fue la contaminación.

Ella vivía a 25 metros de la South Circular Road de Lewisham, en el sureste de Londres, uno de los puntos más congestionados por el tráfico en la capital británica. En los tres años anteriores a su muerte, los sensores de la estación de Catford excedieron “consistentemente” los límites máximos de dióxido de nitrógeno y de partículas en suspensión fijados por la UE.

Ese informe, realizado por el doctor Stephen Hogate –uno de los máximos especialistas en calidad del aire del Reino Unido- se ha aportado de una de las pruebas principales en la segunda investigación judicial por la muete de Ella, que se inicia esta semana en el Reino Unido y que puede sentar un precedente legal en Europa y en otras partes del mundo.

“Se acercan los ocho años desde que Ella murió y ha sido una larga y dura ducha para conseguir esta investigación”, reconoce la madre, Rosamund Adoo Kissi-Debrah, que ha creado una fundación con el nombre de su hija para defender los derechos de los niños con asma. “Lo que quiero es justicia para mi hija, y que conste que en su certificado de defunción la verdadera causa de su muerte”.

En la apertura del caso, el juez de instrucción Philip Barlow especificó que la investigación servirá para determinar si la contaminación causó la muerte de Ella o hasta qué punto pudo contribuir, y para conocer cómo se miden la toxicidad de aire, qué pasos se dan para reducirla y cómo se recomienda a los ciudadanos que reduzcan su exposición. Los primeros tesitigos intervinieron por videoconferencia; entre ellos, el responsable de Salud Ambiental del distrito de Lewisham, David Edwars, que reconoció que los alrededores de la casa donde vivía la niña superó "cosistentemente" el límite anual de 40 microgramos por metro cúbico de NO2 entre el 2006 y el 2010,

Se estima que la contaminación atmosférica contribuye a la muerte prematura de al menos 40.000 personas al años en las islas británicas, unas 9.600 de ellas en Londres. Según la Organizazación Mundial de la Salud, la mala calidad del aire en las ciudades puede contribuir a 4,2 millones de muertes en todo el mundo (más 3,8 millones de fallecimientos propicidados por la contaminación interior por la exposición a a combustibles sucios en las cocinas en países en desarrollo).

“La contaminación del aire es un asesino silencioso, y más del 90% de los niños respiran aire tóxico todos los días”, advierte la doctora española María Neira, al frente del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS. “La muerte prematura de Ella Kissi-Debrah a los nueve años pone de relieve los niveles de contaminación insalubres a los que están expuestos estos jóvenes. La investigación abierta puede fortalecer el caso de que todo el mundo tiene el derecho humano a respirar aire limpio”.

Jocelyn Cockburn, la abogada de la familia, argumentará ante el tribunal que “la inacción de las autoridades británicas” puede haber comprometido de hecho el artículo 2 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, por considerar que el aire contaminado que se le obligó a respirar a Ella equivalía a negarle “el derecho a la vida”.

Entre los testigos llamados a declarar está precisamente el alcalde de Londres, Sadiq Khan, que cotrajo el asma de niño por los altos niveles de contaminación de Tooting, el barrio donde creció al sur del Támesis. La autoridad del Trasporte de Londres, la Secretaría de Medio Ambientes y al Secretaría de Salud han sido también citadas como “partes interesadas”.

Desde su llegada a la alcaldía de Londres en el 2016, Sadiq Khan ha considerado a lucha contra la contaminación como una de sus máximas prioridades, con la extensión de la Zona de Ultrabajas Emisiomes (ULEZ) a gran parte del perímetro urbano. Aun así, la capital británica tardó apenas cinco días en el 2017 en superar los límites máximos permitidos de dióxido de nitrógeno para todo el año.

Por ley, la concentracion de NO2 no puede supear los 200 micrigramos por metro cúbico más de 18 veces a lo largo de 12 meses en ningún punto de la ciudad. En Brixton Road, en el barrio de Lambeth, es techo de concentración horaria se rompió en menos de una semana. En otro punto del bullicioso del suroeste de la ciudad, Putney Road, el nivel máximo de NO2 se superó 1.200 veces a lo largo del 2016.

La situación era más o menos similar entre los años 2010 y 2013, cuando ocurrió la muerte de Ella, tal y como lo demuestra el informe del doctor Stephen Holgate. Harriet Edwards, de la Fundación Británica del Pulmón, se ha sumado a la denuncia contra “los niveles ilegales e inseguros de contaminación del aire” en la mayoría de la ciudades británicas.

Pese a las heridas reabiertas por la segunda investigación judicial, Rosamund Adoo-Kissi-Debrah (que tiene otros tres hijos) asegura que la batalla legal es una manera de mantener viva la llama de la que era “el alma” de la casa cuando falleció a los nueve años: “La vida ha cambiado, pero lo que nunca cambiará es lo mucho que amamos a Ella. Puede que no esté aquí, pero mi amor nunca ha disminuido: lucharé por la justicia para Ella tanto tiempo como pueda, y de todas las formas posibles”.

Katie Nield, abogada de ClientEarth, la organización que llevó al Gobierno británico a los tribunales por los niveles “ilegales” de dióxido de nitrógeno en varias ciudades británicas, ha respaldado la causa de principio a fin: “Ella puede ser la primera persona en el mundo con la contaminación del aire reconocida como causa de su muerte… Los líderes políticos deben sentarse y tomar nota de esta crucial investigación. Para prevenir más tragedias, necesitamos leyes fuertes que pongan la salud de la gente en primer lugar”.