La posición en la meditación

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El cerebro y la columna vertebral tienen una relación como la luz y la corriente. Vamos a buscar aquí cómo dar poder a esta relación en la meditación.

Xavier cae mientras medita. Cierra la parte anterior del cuerpo, empuja hacia adentro el corazón, el estómago y los intestinos, acorta la faringe y laringe, da el peso pero no lo recoge, las venas se le achican por delante y se expanden por atrás dificultando la circulación de la sangre. Por la parte posterior del cuerpo estira la musculatura, expande las vértebras dorsales por atrás y las comprime por delante…

Sabido es que la estabilidad mental está íntimamente ligada con la corporal y viceversa. Nuestra postura es en muchos sentidos un reflejo de nuestro ánimo y nuestra actitud. El cerebro y la columna vertebral tienen una relación como la luz y la corriente. Vamos a buscar aquí cómo dar poder a esta relación en la meditación. Cuando la espina dorsal está erguida, la energía fluye libremente y las distracciones causadas por una mala alineación se reducen. Cultivar la postura es ya un logro, más allá de que nuestra meditación sea estable o no.

Buscando la posición

Podemos meditar en cualquier posición o incluso en movimiento, pero, para la práctica, requeriremos una posición que sea un punto de partida, que sea un hogar al que siempre podemos volver. Nuestra postura precisa de dos características que se apoyan mutuamente: debe ser cómoda y estable. Cuando sentimos comodidad sin perder estabilidad en la alineación, estamos en el camino correcto. Cuando logramos una alineación con comodidad, ya estamos ahí. La postura debe permitir que nos relajemos y estemos cómodos, que nos mantengamos alerta y atentos. Es la que permite a la meditación desplegarse poco a poco cuando practicamos con periodicidad y sin desalentarnos.

Lo mismo que unos cimientos bien puestos, una postura adecuada brinda estabilidad a la base de la espina dorsal y alinea la cabeza, cuello y tronco. Con esto, la mente está libre para irse al interior y la consciencia del cuerpo se equipara con la de la  mente. Buda lo enseñó con una metáfora: cuando se toca una guitarra, para que suene bien la cuerda no debe estar demasiado apretada o demasiado floja. Generalmente, la postura que lo permite es la de sentados con la espalda recta y las demás partes del cuerpo relajadas. Es la que permite el flujo de energía del canal central. La meditación no es un ejercicio para descansar, sino para hacer un trabajo energético interno.

La postura será sentada

Pero si fuera imposible o dolorosa, meditaremos tumbados procurando no dormirnos. La comodidad es fundamental para empezar, no se puede comenzar con sufrimiento, dolor o frío. Meditar es, al principio, sobradamente difícil.

Sentados como una montaña

Si nos sentamos en el suelo sobre una colchoneta, bajo las nalgas colocamos un cojín o mantas para elevar nuestra pelvis. Las piernas dobladas y pies se repliegan una delante de la otra, con la parte externa de las pantorrillas apoyadas en el suelo y las rodillas mirando hacia el exterior del cuerpo, formando junto con los muslos un triángulo con la pelvis.

Sentados sobre una silla los pies estarán en el suelo separados con una distancia como las crestas ilíacas de la pelvis o mayor, con las pantorrillas perpendiculares a los pies, los muslos a las pantorrillas y el tronco, a la silla.

La espalda recta, “como una flecha dirigida al cielo”, sin que esté tiesa, ni rígida. A poder ser sin apoyarse en el respaldo de la silla, porque este apoyo bloquea la espalda. Como si el punto más alto de la cabeza fuera atraído por el cielo, con las piernas estables en el suelo, sintiendo el espacio entre los dos.

Después colocamos las manos

Sobre los muslos una mirando al cielo (con la palma de la mano izquierda hacia arriba) y la de la mano derecha mirando a la tierra. Esta es una de las posiciones más sencillas para comenzar, recibiendo la energía del cielo y de la tierra. También podemos ponerlas en el regazo en la posición (mudra) de la meditación Zen: poniendo el envés del dedo índice de la mano izquierda descansando sobre la parte interior del de la mano derecha, dejando que ésta recoja a aquella y poniendo en contacto las puntas de los dedos pulgares una contra otra.

Es un mudra que elimina la presión y el estrés; limpia y renueva las emociones, proporcionando esperanza; despierta la sabiduría interior, la conciencia y pone en contacto con la propia divinidad.

En el taoísmo chino el signo que corresponde a la meditación es la montaña, que representa la quietud. A través de la quietud externa se reanima nuestro interior, donde nacer y desaparecer se consuman. Sentémonos como una montaña con majestad firme y estable. Por fuertes que sean los vientos que soplen en su contra, por densas que sean las nubes que se arremolinen a su alrededor, la montaña continua en su grandeza, fuerza y magnanimidad.

Un acto de amor propio

Trungpa Rinpoche, el primero en introducir el budismo tántrico en Estados Unidos, dice que la postura de la meditación es un acto de amor propio:

"Cuando encorvas la espalda, estás intentando ocultar tu corazón, impedir que se derrumbe. Pero cuando te sientas con la espalda recta, relajado, en postura meditativa, tu corazón está desnudo. Todo tu ser está expuesto -a ti mismo, sobre todo, pero también a los demás-. A través de la práctica de sentarse quieto y seguir la respiración cuando inhalas y exhalas, te estás conectando con tu corazón... Al simplemente dejarte ser, como sea que seas, desarrollas genuina simpatía por ti mismo. Cuando te sientas bien erguido, te proclamas a ti mismo y al mundo que serás un guerrero, un ser humano completo".

www.gerardarlandes.com

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