Aprovecha al máximo tu poder de intención

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Cuando tienes la intención de hacer algo no debes sabotearla. Deja que te lleve, que te dirija, que te arrastre. Su momento puede ser ahora, o más adelante. Pero no te rindas, no la niegues porque los primeros pasos no han sido como esperabas. Deja que la intención que has sembrado trabaje para ti. 

Mano (el poder de la intención)

Hemos decidido introducir un cambio positivo en nuestra vida. Vamos a intentar meditar cada día. O ir al gimnasio. O comenzar ese cursillo de inglés. O iniciar una nueva etapa en casa aparcando por una hora nuestras obligaciones familiares y dedicándonos a la música o a escribir. La meditación nos hace sentir pletóricos y relajados a la vez, lo que nos proporciona ese impagable buen humor. El ejercicio nos sienta tan bien… El inglés nos permitiría llegar a informaciones que mejorarían la vida laboral y social. La intención se pone en marcha. Algo se anima en nuestro interior y se organiza no sólo a nivel mental sino físico, emocional y espiritual: ¡la intención engendra energía para mover un tren!

La intención es una fuerza que se inicia en la atención, algo que caza nuestros sentidos o intuición, se cuela en nuestro cuerpo organizándolo y pasa a nuestro pensamiento movilizándolo, marcando un camino para conseguir el objetivo al que apunta la atención. Es un faro que nos ilumina un camino con una promesa de buen hacer, buen vivir o buen humor. Ese camino es largo o corto, es quizás más esforzado de lo que imaginábamos y, desde luego, no se parece a lo que habíamos planeado ni por asomo. Pero nos ponemos en marcha para conseguir el objetivo.

La intención en marcha

Comenzamos a meditar o nos apuntamos a un gimnasio o a una escuela de inglés o introducimos música o lectura en la cotidianeidad. Un día, dos días, al tercer día no podemos porque tenemos un problema en el trabajo, al cuarto hay una reunión de padres en la escuela de los niños, al quinto estamos cansados, y así ha pasado una semana. Pensamos que la semana que viene será mejor, pero tampoco. Así pasa un mes e iniciamos un diálogo interior en el que la esperanza de cumplir esa primera intención que nació en nuestro interior se va deshaciendo como un helado al sol. A la esperanza la sustituye el “a ver si puedo”, el competir con uno mismo; después el temor de que "no podré". De ahí puedo pasar a la angustia de que "no lo consigo", con lo cual cualquier actividad extra se convierte en un estrés añadido al estrés general de la vida cotidiana.

Perdiendo la intención

Es fácil caer en el reproche: "tanto hablar y luego no haces nada". En la resignación malentendida: "qué se le va a hacer…". En el encasillamiento como excusa: "bueno, yo soy así, no consigo meditar por las mañanas". O en darle la culpa a los otros: "es que el  profe era un palo y los compañeros un muermo". O al lugar: "me queda muy lejos y no tienen wifi para conectarme". Y vamos explicándolo a otros extendiendo nuestra insatisfacción como una mancha de aceite que nos hace perder fuerza, con lo cual podemos llegar al extremo de la desesperanza, de reñirnos: "¿La música? ¿No ves que dios no me llamó por ese camino?" Nos escondemos de nuestra responsabilidad minusvalorando aquello que con tanto ahínco hemos comenzado: "en realidad, ese curso de informática no es para tanto". Anidar en la insatisfacción pura y dura: "lo dejo, no sirvo para eso".

Con estos diálogos, en los que predomina la ira, el miedo y la insatisfacción, la intención queda tan maltrecha que no puede levantar cabeza. Se marchita la fuerza que nos ha movido a inscribirnos, nos ha tomado un tiempo, desplazamientos, ha ocupado un lugar en nuestro interior e incluso ha conseguido que realizáramos un par de cursos o de días en los que estábamos contentos y felices.

Extinguir la intención, extingue su poder. La intención ha puesto fuerza, energía y organización en una parte de nuestra vida aunque sea pequeña. Nos ha proporcionado momentos de plenitud. Aparcarla o sellarla no solo nos impide dar continuidad a esos buenos momentos, sino que imposibilita que en cualquier instante pueda revitalizarse. 

Revitaliza el poder de tu intención

Revitalizaremos el poder de la intención si nos tratamos de otra manera. Podemos dejar la puerta abierta a realizar ese taller, esos ejercicios o esa nueva forma de vivir si cambiamos el diálogo interior.

Si en lugar de entrar en el círculo vicioso del desastre, me digo que quizás ahora no es el momento, pero si de verdad lo preciso en mi vida, el momento llegará.

Si respetamos los tiempos del camino en el que la intención nos ha colocado y no sacamos conclusiones atolondradas.

Si dejamos de dar la culpa a otros de que el camino no era como planeamos.

Si esperamos, tenemos fe y a la vez estamos atentos.

Y si visualizamos con una perseverancia amable que aquello que deseamos finalmente se producirá. 

Así conseguiremos entender el proceso al que nos ha conducido el poder de la intención y conquistaremos sus experiencias valiosas. Nos colocaremos en el camino de nuevo y aumentaremos su poder: en cualquier lugar y en cualquier momento puede surgir la posibilidad para cumplir un sueño, sólo debemos estar despiertos y abiertos para poder verlo venir.

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