Greta Thunberg: "Para resolver este problema, antes debemos entenderlo"

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Greta Thunberg une a científicos, expertos, activistas y escritores como Thomas Piketty, Margaret Atwood, David Wallace-Wells o Naomi Klein para ofrecernos la información más veraz y actualizada sobre la emergencia climática y las soluciones que todavía están en nuestras manos.

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La crisis climática y ecológica es la mayor amenaza que jamás haya afrontado la humanidad. Sin duda, será el asunto que por excelencia definirá y configurará el futuro de nuestra cotidianidad. Esto es lamentablemente obvio. En los últimos años, el modo en que percibimos la crisis y hablamos de ella ha empezado a cambiar. Pero como hemos desperdiciado tantas décadas ignorando y subestimando esta creciente emergencia, nuestras sociedades siguen en un estado de negación. Al fin y al cabo, esta es la era de la comunicación, en la que lo que se dice logra tener más peso que lo que se hace. Por ese motivo hoy hay tantos países productores de combustibles fósiles y grandes emisores de carbono que se llaman a sí mismos «líderes climáticos», aunque no implementan ninguna política creíble de mitigación del clima. Estamos en era de la gran maquinaria del ecoblanqueo.

Nada en la vida es blanco o negro. No existen respuestas categóricas. Todo es objeto de debates y concesiones interminables. Ese es uno de los principios básicos de la sociedad actual. Una sociedad que, en materia de sostenibilidad, tiene muchas cuentas que rendir. Porque ese principio está equivocado. Sí hay cuestiones que no admiten medias tintas. Sí hay límites planetarios y sociales que no deben traspasarse. Por ejemplo, decimos que nuestras sociedades pueden ser un poco más o un poco menos sostenibles. Pero a la larga no se puede ser «un poco» sostenible: o se es sostenible, o no. Es igual que caminar sobre una capa fina de hielo: o soporta tu peso, o no. O bien llegas a la orilla, o bien te hundes en la profundidad de las aguas oscuras y frías. Y si eso llegara a pasarnos, no habría ningún planeta cercano que viniera a rescatarnos. Estaríamos completamente solos.

Creo sinceramente que el único modo de evitar las consecuencias más catastróficas de esta crisis existencial emergente pasa por la formación de una masa crítica de personas que exijan los cambios necesarios. Para que eso ocurra, tenemos que generalizar con premura la toma de conciencia, porque el público medio carece aún de gran parte de los conocimientos básicos necesarios para comprender la grave situación en que nos encontramos. Deseo formar parte de ese empeño por cambiar las cosas.

He decidido utilizar mi plataforma para crear un libro basado en los últimos datos y hallazgos de la ciencia; un libro que hable, de un modo holístico, de la crisis climática, ecológica y de sostenibilidad. Porque, desde luego, la crisis climática no es más que un síntoma de una crisis de sostenibilidad mucho más global. Espero que se convierta en una especie de obra de referencia para entender todas estas crisis, distintas, pero estrechamente interconectadas.

En 2021 invité a un gran número de destacados científicos, expertos, activistas, autores y narradores a que aportasen sus experiencias individuales. Esta obra es el resultado de su trabajo: una recopilación exhaustiva de datos, historias, gráficos y fotografías que muestran las diferentes facetas de la crisis de sostenibilidad, centrándose especialmente en el clima y la ecología.

En sus páginas se abarcan todos los aspectos, de la fusión de las plataformas de hielo a la economía, de la moda efímera a la extinción de especies, de las pandemias a la desaparición de islas, de la deforestación a la reducción de suelo fértil, de la escasez de agua a la soberanía indígena, de la producción futura de alimentos a los presupuestos de carbono; y en ellas se ponen en evidencia las acciones llevadas a cabo por los responsables y los fracasos de aquellos que ya deberían haber compartido esta información con los ciudadanos del mundo.

Todavía estamos a tiempo de evitar que se cumplan los peores augurios. Todavía hay esperanza, pero desaparecerá si seguimos como hasta hoy. Para resolver este problema, antes debemos entenderlo, y comprender que el propio problema es, por definición, una serie de problemas interconectados. Debemos exponer los hechos y hablar sin rodeos. La ciencia es una herramienta, y todos tenemos que aprender a usarla.

También hemos de responder a algunas preguntas esenciales. Por ejemplo, ¿qué queremos resolver exactamente en primer lu gar? ¿Cuál es nuestra meta? ¿Queremos reducir las emisiones o continuar viviendo como hasta ahora? ¿Tenemos como objetivo salvaguardar las condiciones de vida presentes y futuras o man tener un estilo de vida de alto consumo? ¿Existe el crecimiento verde en realidad? ¿Y podemos tener un crecimiento económico ilimitado en un planeta finito?

En estos momentos, muchos de nosotros necesitamos esperan za. Pero ¿qué es la esperanza? ¿Y para quién? ¿Esperanza para los que hemos creado el problema o para aquellos que ya sufren sus consecuencias? Y nuestro deseo de brindar esa esperanza ¿podría obstaculizar la acción arriesgándonos a causar más daño que beneficio?

El 1 por ciento más rico de la población mundial es responsable de más del doble de la contaminación por carbono producida por las personas de la mitad más pobre de la humanidad.

Quizá, si eres uno de los diecinueve millones de ciudadanos es tadounidenses o de los cuatro millones de ciudadanos chinos que pertenecen a ese 1 por ciento (o tienes un patrimonio neto de 1.055.337 dólares o más), no sea entonces esperanza lo que más necesitas. Al menos no desde una perspectiva objetiva. Por supuesto, oímos que ha habido avances. Algunos países y al gunas regiones informan de reducciones de las emisiones de CO2 bastante impresionantes, o al menos en los años transcurridos desde que el mundo empezó a negociar los marcos de cómo ges tionar las estadísticas. Ahora bien, ¿de qué manera se sostienen todas esas reducciones una vez que incluimos las emisiones tota les, en lugar de las estadísticas territoriales gestionadas con es mero? Me refiero a todas esas emisiones que negociamos con tan to éxito y excluimos de dichas cifras. Así ocurre, por ejemplo, con la subcontratación de fábricas situadas en regiones remotas del mundo y la negociación de las emisiones de la aviación y el trans porte maritimo internacional que dejamos fuera de las estadísti cas, lo que significa que no solo fabricamos nuestros productos con mano de obra barata y explotando a las personas, sino que también borramos las emisiones asociadas; emisiones que, en realidad, han aumentado. ¿Es eso progreso?

A fin de mantenernos dentro de los objetivos climáticos interna cionales, tenemos que reducir cuanto antes nuestras emisiones per cápita a 1 tonelada de dióxido de carbono (CO₂) al año. Hoy en día, en Suecia esa cifra es de unas 9 toneladas, una vez que se in cluye el consumo de productos importados. En EE. UU. es de 17,1, en Canadá de 15,4, en Australia de 14,9 y en China de 6,6 tonela das. Cuando se añaden las emisiones biogénicas, como las que se producen con la quema de madera y vegetación, en muchos casos las cifras aumentan. Y en países forestales como Suecia y Canadá, son significativamente más altas.

Mantener las emisiones por debajo de 1 tonelada por persona al año no será un problema para una inmensa mayoría de la pobla ción mundial, pues solo tendrán que hacer pequeñas reducciones -si acaso alguna- para vivir dentro de los límites planetarios. En muchos casos, incluso podrían incrementar sus emisiones de manera considerable.

Ahora bien, la idea de que países como Alemania, Italia, Suiza, Nueva Zelanda, Noruega y otros de su mismo nivel consigan esas enormes reducciones en un par de décadas sin transformaciones sistémicas sustanciales es ingenua. Y sin embargo, los líderes del llamado norte global señalan que será así. En la cuarta parte de este libro veremos cómo avanza ese progreso.

Hay quien cree que si se uniese ahora al movimiento en favor del clima, sería el último en hacerlo. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, si decidieras pasar a la acción ya, aún serías un pionero. La última parte de esta obra se centra en las solucio nes y en aquello que realmente podemos hacer para transformar las cosas, desde pequeñas acciones individuales hasta cambiar el sistema a escala planetaria.

Este libro pretende ser democrático, porque la democracia es nuestra mejor herramienta para resolver esta crisis. Quizá haya sutiles discrepancias de opinión entre los autores que escriben desde la vanguardia. En estas páginas, cada uno de ellos habla desde su propio punto de vista, y quizá lleguen a conclusiones distintas. Sin embargo, necesitamos todos nuestros conocimien tos colectivos para ejercer la inmensa presión pública que se pre cisa a fin de propiciar el cambio. Y en lugar de que uno o dos «ex pertos en comunicación» o determinados científicos saquen to das las conclusiones por ti como lector, la idea del libro es que, to mados en conjunto, sus conocimientos en sus respectivas áreas de especialización vayan guiándote hasta que seas capaz de em pezar a atar los cabos por tu cuenta. Al menos, eso es lo que espe ro. Porque creo que aún no hemos extraído las conclusiones más importantes, y ojalá seas tú quien llegue a ellas.

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