Friederike Otto, climatóloga: "El cambio climático está aquí, ahora y en todas las partes"
Colíder del grupo World Weather Attribution, directora asociada del Environmental Change Institute de la Universidad de Oxford y autora de "El tiempo furioso".
Avisa de que en España debe prepararse para temperaturas de 50 grados.
"El cambio climático está aquí, ahora y en todas las partes". Es la lección que podemos extraer de las olas de calor, los incendios y las inundaciones experimentadas este verano en los lugares más dispares del mundo, en opinión de la climatóloga alemana Friederike Otto (Kiel, 1982), colíder del grupo World Weather Attribution (WWA) y autora de "Wütendes Wetter" ("El tiempo furioso").
Desde su mirador en el Environmental Change Institute de la Universisad de Oxford, Otto se asoma todo lo ocurrido en los últimos meses y suscribe las conclusiones del reciente informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), del que también forma parte: "Estamos efectivamente en alerta roja y nos quedan pocos años para actuar. Lo ocurrido este verano ha sacado a la luz lo mal preparados que estamos, incluso en países ricos como Canadá (más de 500 víctimas por ola de calor) o Alemania (más de 180 muertos por las inundaciones). En mi país, hasta este verano, no existía la conciencia de que el clima extremo puede ser mortal".
Hasta España llegó el coletazo de la última ola de calor en el Mediterráneo, y en Montoro (Córdoba) los termómetros volvieron a dispararse por encima de los 47 grados. Pese a la percepción de que esta vez nos libramos de lo peor -a la vista de los incendios que arrasaron más de 100.000 hectáreas en Grecia y Turquía, la climatóloga advierte que los 49,6 grados registrados este año en Lytton- en la Columbia británica, deben servirnos de no tan lejana advertencia...
"España debe estar preparada para temperaturas de 50 grados. Desafortunadamente, no podemos excluir que algo así ocurra en la próxima década. Yo diría que la probabilidad es muy alta. La frecuencia de las de olas calor en la zona del Mediterráneo y en Europa Central es cada vez mayor. Y el Mediterráneo está también muy expuesto a las sequías y las lluvias torrenciales. Nuestro continente se ha convertido es una de las zonas calientes del cambio climático".
Puntualiza de entrada Otto que no es correcto culpar directamente al cambio climático de todos y cada uno de los episodios extremos que estamos viendo, de ahí la importancia de la "ciencia de la atribución" para investigar la relación causa-efecto. Ella misma se ha convertido su gran impulsora a nivel global con la creación del grupo WWA, en la que participan decenas de científicos de todo el mundo desde su creación en el 2014.
"La definición de una ola de calor depende fundamentalmente de su localización, intensidad, duración y estación del año", advierte. "Pero podemos decir claramante que todas las olas de calor que ocurren hoy por hoy en Europa son más probables y más intensas por el cambio climático".
Según estimaciones del WWA, una ola de calor como la ocurrida en el 2019 en Europa es hasta cien veces más probable por el cambio climático. Un fenómeno como el experimentado este verano en el noroeste norteamericano (con un salto espectacular de más de cinco grados de la temperatura récord) habría sido hasta 150 veces más improbable en el mundo pre-industrial.
"Con la ciencia de la atribución estamos intentando cerrar el bache que siempre ha existido para demostrar la relación entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos", explica Otto. "Se estima que la temperatura global ha subido 1,2 grados desde la era industrial. A partir de observaciones y de modelos de simulación por ordenador, podemos averiguar hasta qué punto el cambio climático ha afectado a la intensidad y la frecuencia de esos episodios".
Hasta la creación del Word Weather Attribution (coliderado por la propia Friederike Otto y por el meteorólogo holandés Geert Jan van Oldenborgh), los estudios de "atribución" seguían la pauta de cualquier otra investigación científica, sometida a revisión académica y dilada a un período de dos o tres años.
"La creación del WWA y la evolución del propio campo, con modelos e simulación más fiables y ordenadores más potentes, nos permiten establecer la correlación ahora en mucho menos tiempo, cuando el impacto de un determinado fenómeno extremo es aún visible y el debate está caliente", advierte Otto.
La "atribución" conlleva inevitablemente una carga de culpa: la contribución de la actividad humana al aumento de las temperaturas... "Como sabemos muy bien la cantidad de CO2 que hemos lanzado a la atmósfera, podemos saber también qué habría pasado si no hubiéramos emitido esos gases. Básicamente, estamos intentando averiguar la diferencia entre un mundo con y sin las emisiones de CO2 desde la era industrial".
Afirma Friederike Otto que la línea que separa la ciencia del activismo es a veces difusa, sobre todo cuando la cuestión de fondo es "en qué tipo de mundo quiero vivir como ser humano". En cualquier caso, asegura que su labor está guiada por "la transparencia y la integridad científica", y sometida a la crítica y a la revisión por parte de sus colegas.
Su interés paralelo ha ido también dirigido al impacto humano. De hecho, los informe del WWA se están convirtiendo en herramienta en pleitos por compensación de los mal llamados "desastres naturales" ("casi siempre hay un factor humano que puede incrementar o mitigar el riesgo de víctimas mortales").
"Las olas de calor no tendrían que estar matando a la gente si estuviéramos mejor preparados", sostiene Otto. "Al igual que en Japón o Nueva Zelanda preparan a los niños para cómo actuar ante terremotos, habría que instruir a la población sobre cómo actuar en caso de temperaturas extremas o inundaciones, para que no ocurra como pasó en Alemania, que se lanzó la alerta ante las lluvias torrenciales pero nadie sabía cómo actuar. En países como España habría que preparar a los niños en las escuelas, invertir en adaptación a las altas temperaturas y tomar medidas de protección de la población vulnerable".
La suma de fenómenos extremos de este accidentado verano (sin olvidarnos de los incendios en Siberia o de las inundaciones del huracán Ida que han llegado hasta Nueva York) debería servir, junto al informe del IPCC, para redoblar la presión ante los Gobiernos de cara a la COP26 de Glasgow, según Friederike Otto...
"Siempre tengo esperanzas, pero en el fondo dudo que este veranos de episodios extremos que hemos tenido marque un antes y un después en la acción ante el cambio climático. El ejemplo lo tenemos en las elecciones alemanas, donde el clima se ha convertido finalmente en una tema prioritario en las campañas. El debate se ha centrado sin embargo en las acciones individuales: dejar de viajar en avión o comer menos carne. Pero se evita hablar del cambio sistémico que necesitamos: dejar de extraer, vender y quemar combustibles fósiles. Sí, la industria del petróleo sigue siendo el elefante en la habitación. Un elefante bien visible...".