El sabor dulce es el que más adeptos tiene y el que más afecta nuestros hábitos, estilo de vida y emociones. ¿Quién no ha recurrido alguna vez a la despensa en busca de chocolate o galletas en un “ataque de dulce”? Su consumo aumenta día tras día y causa obesidad y sobrepeso, dos de los principales problemas de salud en el mundo. De acuerdo con la OMS, el consumo de azúcar diario por persona ha pasado de 58 gramos en 2003, a 63 gramos en 2014, lo que supone un aumento de casi el 10%. En nuestro país la situación es peor. En el continente europeo, los mayores consumidores de este alimento son España y Reino Unido, con un aporte diario del 16 al 17% de la ingesta calórica. Además, el sobrepeso en nuestro país afecta al 63% de los hombres y al 45% de las mujeres y la obesidad al 19 y 16% respectivamente. Estas cifras resultan especialmente preocupantes en el caso de los niños y las niñas, pues el estado español se sitúa a la cabeza del sobrepeso infantil en Europa, y es colíder mundial junto a los EEUU. Incluso cuando decidimos no tomar azúcar, lo encontramos oculto en alimentos convencionales que no son considerados como dulces: panes de molde, salsas, cereales del desayuno, galletas… A título de ejemplo, una lata de leguminosas contiene casi un 20% de azúcar, los cereales para el desayuno entre un 25 y 70% y una cucharada de kétchup está compuesta por 4 gramos de azúcar. Los efectos del azúcar refinado en nuestro organismo El azúcar refinado y los productos azucarados elaborados con este dulcificante se caracterizan por tener un alto índice glucémico, que provoca altibajos en los niveles de azúcar en sangre en poco tiempo. Nos da un aporte de energía muy rápido pero la bajada también es muy rápida, por lo que nos sentimos cansados y necesitamos más azúcar. Este ciclo, parecido a un viaje en montaña rusa, a la larga puede comprometer la salud de nuestro cuerpo así como nuestro estado de ánimo. Sabiendo todo esto, ¿debemos renunciar al sabor dulce? La respuesta es no. El dulce es necesario para nuestro organismo, ya que ayuda a tonificar, en especial, el estómago, el páncreas y el bazo. ¿Qué alternativa tenemos, entonces? En el mercado existen varias opciones (stevia, sirope, malta de cereales….). Hoy os hablaremos del sirope de agave. Propiedades del sirope de agave También conocido como néctar de agave o miel de agave, se extrae de las hojas de la planta del mismo nombre, la cual tiene un aspecto parecido a una yuca o cactus. Originaria de América tropical, subtropical y el Caribe, para su elaboración se corta la planta cuando ha crecido entre siete y diez años y se extrae la savia con la que se elaborará el mencionado sirope de agave. Es de origen 100% vegetal y tiene una textura muy parecida a la miel.
Se caracteriza por su potente poder endulzante, el doble que el azúcar común, aunque la principal diferencia con éste es que el sirope de agave posee un bajo índice glucémico, por lo que no causa un aumento tan drástico de los índices de glucosa ni la sensación de montaña rusa que comentábamos antes.
Gracias a su sabor neutro, en la cocina es un sustituto ideal del azúcar que puede utilizarse para dulcificar bebidas o elaborar todo tipo de postres y productos de pastelería. Nuestra recomendación Si nos decidimos por el sirope de agave, tenemos que vigilar que el que compremos esté certificado como ecológico y no haya sido refinado. Allos, marca de origen alemán con más de 40 años en el sector ecológico, dispone de una amplia gama de estos dulcificantes en diferentes formatos. Además, recientemente, ha lanzado el nuevo sirope de agave negro que, al estar más tostado, tiene un sabor más intenso. Puedes encontrar todos los productos de la marca en tiendas bio y herbolarios. Allos está distribuida en exclusiva en España y Portugal por Qbio. QBIO también está en Facebook |