El primer "parque del silencio" en España

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Montnegre i el Corredor logra el reconocimiento de Quiet Parks International, que extiende ya sus redes por Suecia, Reino Unido, Francia, Taiwan, Estados Unidos y Canadá.

Escuchad el silencio. O lo más parecido al silencio: el canto de los pájaros al amanecer, el lenguaje de las hojas en el bosque, el rumor del agua en los arroyos, el cri-cri de los grillos en la oscuridad... Los sonidos naturales que tanto nos empeñamos en "tapar" los humanos con eso que llamamos ruido.

No basta con respirar a pleno pulmón o con admirar la belleza con los ojos. La inmersión total en la naturaleza solo es posible si viene acompañada de esa experiencia auditiva y sensorial que tan bien conoce Gordon Hempton, el ecologista acústico norteamericano. Hempton dio la vuelta al mundo buscando el silencio natural y ahora ha querido dar una nueva dimensión a su trabajo con Quiet Parks International, la organización que aspira a crear una red global de espacios de calma.

El primer "parque del silencio" urbano del mundo fue el Yangmingshan, en las afueras de Taipeh y con el respaldo del Gobierno de Taiwan, coindidiendo con el Día de la Tierra del 2020. El pasado mes de septiembre, la iniciativa llegó a Europa, con el reconocimiento obtenido por Hampstead Heath, el oasis del noroeste de Londres donde se cosigue el prodigio de olvidar que uno está en la ciudad. 

El turno le ha llegado ahora al Parc del Montnegre i el Corredor, a poco más de 50 kilómetros de Barcelona, el primer "parque del silencio" de España. La inicitiva ha sido posible gracias a Heike Freire y a sus alumnas del Curso Superior de Pegagogía verde, una formación de postgrado para el desarrollo humano en contacto con la naturaleza.

     

Por su cercanía con la ciudad y por la alfluencia de visitantes, las alumnas de Heike Freire decidieron que "Montnegre lo merecía" y pasaron a la acción, haciendo mediciones de decibelios en distintos puntos del parque y encontrando zonas de total inmersión en la naturaleza.

"Debo decir que este parque ha superado mis expectativas", reconoció Ulf Bohman, director ejecutivo de Quiet Parks International, con sede en Suecia, durante la jornada "Latidos del Montnegre" con la que se festejó el reconocimiento para el parque a primeros de octubre. "Millones de personas viven a una hora de aquí. Y, sin embargo, el parque ofrece una verdadera sensación de vida silvestre en medio de una de las zonas más densamente pobladas de España".

Ulf Bohman hizo entrega simbólica del premio al director del parque, Antoni Bombi, que adelantó su intención de lograr que el Montnegre sea "aún más silencioso" e incitó a otros parques de nuestra geografía a seguir por la senda de la ecología acústica y buscar la distinción de Quiet Park, que pronto se extenderá al Dender-Marke, en Bélgica, a cuatro parques de Escotocolmo y a varios espacios (aún en evaluación) en París, Nueva York, Toronto, Brisbane y Wellington, en Nueva Zelanda.

La jornada de "Latidos del Montegre" fue algo así como una expedición rumbo al silencio natural, en este espacio de más 15.000 hectáreas entre dos macizos en la cordillera litoral catalana... "Fue una ocasión para bajar el ruido exterior e interior que nos traemos de las ciudades y buscar esa fusión con el bosque", recuerda Heike Freire. "Tenemos que reaprender a relacionarnos con la naturaleza, y dejar fuera esa sensación de ansiedad que a veces trasladamos a los espacios protegidos".

"Igual que en la naturaleza no hay basura, porque todo se recicla, tampoco hay ruido porque todo se armoniza", asegura la pegagoga Heike Freire

"Igual que en la naturaleza no hay basura, porque todo se recicla, tampoco hay ruido porque todo se armoniza", recalca la pedagoga. "En cambio el ser humano, de la misma manera que genera basura, produce ruidos: es decir, sonidos que se salen de esa armonía y se superponen por encima de los de los demás, que los expulsan y los entierran".

 "Nuestra relación con los sonidos de la naturaleza es un aspecto más y de los más importantes de nuestra relación con la Tierra en general", concluye la autora de "Educacar en Verde" e impulsora de la distición de "parque del silencio" para Montnegre i el Corrredor. "Tenemos que replantearnos esa relación con urgencia".

Unos cuarenta participantes se sumaron a la inmersión entre alcornocales, encinas y  pinos piñoneros típicos del Mediterráneo, aunque en el Montnegre hay también robles, castaños y hayas en las zonas altas y húmedas. El camino estuvo surcado por rituales de conexión con la naturalez y propuestas plásticas, sensoriales y artísticas, hasta llegar a la ermita donde los participantes en la jornada tuvieron que responder a la pregunta dle millón: "¿Qué significa para ti el silencio?".

Para todos, el silencio es mucho más que la ausencia de sonidos. Unas recalcaron la sensación de "conexión", con una misma y con la naturaleza. Otros destacaron el sentido de "exploración" y la reconfortante "relajación" que se produce cuando se elimina eso que llamamos "ruido". Otras reconocieron finalmente su sorpresa por esa relación repentina con el silencio "a un nivel que no estamos aconstumbrados". Unos y otras prometieron repetir la experiencia e invitaron a los futuros visitantes a disfrutar del Montnegre con todos los sentidos.

El doctor Josep Maria Fericgla habló de la relación entre el exceso de ruido y los problemas cardiovaculares y del sistema inmune, y también del miedo a estar en silencio que hemos creado en nuestras sociedades. El ornitólogo Jordi Sargatal habló de pájaros como nuestros auténticos maestros del sonido, por su extrema sensbilidad auditiva y por su habilidad para producir sonidos bellos que tanto han servido de inspiración a los humanos.

Ulf Bohman habló allí de la necesidad de preservar "los espacios de silencio y calma" que existen en el mundo, como parte de "una relación más biocéntrica con los seres vivos" y para cultivar nuestra salud física y psíquica. Antoni Bombi habló de la necesidad incorporar "el sonido natural" a conceptos como la biodiversidad o la antigüedad de los árboles, a los criterios para la valoración de espacios protegidos.

El contrapunto lo puso Marc Egea, interpretando una obra propia y otra en homenaje a John Cage, que advirtió en su día cómo en el silencio "absoluto" fue capaz  de percibir dos sonidos, uno agudo y otro grave: su sistema nervioso y su sangre circulando. Así, con un rayo entrando por la roseta de la ermita, acabó la jornada de "Latidos del Montnegre", el primer "parque del silencio" (relativo) en nuestra ancha geografía. Pronto habrá otros.

¨Reconectar con la naturaleza, reverdecer las escuelas"

Había un librito, titulado "50 cosas que los niños pueden hacer para salvar la Tierra", que circulaba hace tiempo por las escuelas. Heike Freire, autora de "Educar en verde", lo llegó a utilizar con sus alumnas. Hasta que una niña de cinco o seis años expresó su "sentida queja" ante el planteamiento de la obra: "´¡Pero ¿cómo vamos a salvar nosotros la Tierra con lo mal que la estáis dejando?!".


Imagen: www.heikefreire.com

Ese lamento infantil caló en el corazón de la pedagoga, que no tardó en llegar a una conclusión: "El problema de la educación ambiental, tal y como se ha practicado hasta el momento, es que se basa en la culpa y el miedo: dos emociones desagradables de las que tenemos tendencia a huir. La historia subyacente en buena parte de los discursos ecologistas es que los seres humanos somos malos para el planeta. Con un relato así, no puede hacerse mucho más que premiar o castigar ¿No te parece?".

Frente a la pedagogía "blanca" (las recompensas) y la pedagogía "negra" (los castigos), Heike Freire reivindica la pedagogía "verde", que propone un acompañamiento de los "procesos naturales" de desarrollo y aprendizaje en los niños, empezando por la reconexión con ellos mismos y con su entorno. De modo que vamos dejarnos de mensajes tremendistas ante el cambio climático como "salvar" el planeta, que tanta "ecoansiedad" genera en los niños y en los no tan niños. Y vamos a sustituirlo por algo tan sencillo como "amar Tierra"...

"El ser humano lleva siete millones de años en este planeta y a lo largo de ese tiempo ha contribuido con otros seres vivos a la creación y a la vitalidad de la biosfera. Nuestra capacidad de destrucción es mucho más reciente. Representa un instante de la historia de la humanidad en el que hemos perdido completamente nuestro sentido innato de conexión con la Tierra. Al recuperar ese sentido, recuperamos también el amor por la naturaleza. Y es imposible hacer daño a alguien que verdaderamente amas".

Freire reinvindica el concepto de "biofilia" (amor a la vida) acuñado en su día por Erick Fromm y actualizado por Edward O. Wilson y Stephen Keller: "Hay un cariño espontáneo que puede apreciarse pronto en cualquier bebé con un crecimiento medianamente saludable: ama la tierra, le gustan el agua, las plantas, los árboles, los animales diminutos y los grandes... Por eso, cuando un niño se encuentra entre ellos, expresa curiosidad, alegría y entusiasmo".

La Naturaleza como madre y maestra... Esa es la propuesta de Heike Freire, testigo y parte del "avance enorme" de la conciencia ambiental en los colegios desde que publicó "Educar en Verde" hace un década: "Muy poca gente valoraba entonces la necesidad del contacto con el mundo natural. Ver a una criatura jugando con tierra o buscando bichos, subido a un árbol o plantando una semilla, no parecía algo importante para su futuro".

"Hoy, sin embargo, cada vez son más las personas que saben lo vital de ese contacto, su enorme trascendencia presente y futura", puntualiza la pedagoga "verde", editora de un reciente libro -"Patios Vivos"- con decenas de iniciativas a lo largo de nuestra geografía para desasfaltar los lugares de recredo y "renaturalizar" desde dentro las escuelas...

"También hay cada vez más docentes que se atreven a impartir sus clases al aire libre, en el patio o en el entorno de los centros. Escuelas que literalmente ocupan jardines públicos y entregan la alegría de los niños y las niñas como un ofrenda para la salud y el bienestar de sus vecinos. Y familias que se organizan para crear espacios al aire libre en sus barrios, que prefieren ver a sus hijos manchados y felices al final del día, en vez de limpios y malhumorados".

Más que como una nueva "asignatura", Heike ve el medo ambiente como un hilo que conecte y empape todos los conocimientos, y ahí encaja también el cambio climático ("que es un concepto demasiado abstracto para que los niños y niñas 14 años puedan entenderlo plenamente") o la pérdida de biodiversidad, "algo más concreto y cercano, que pueden palpar e investigar, y que les puede llegar al corazón".

Sobre la marcha, Heike Freire se ha ido dando cuenta de que el "déficit de naturaleza" -el concepto acuñado por Richard Louv en "Los últimos niños en el bosque"- es también un problema acuciante entre los adultos: "Es tarde para centrarnos exclusivamente en la infancia. Necesitamos hacer un planteamiento ecológico en el corazón de la sociedad y la cutura. Es vital que cada persona recupere el contacto con la naturaleza".

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