Daniel Wahl: "Muchos minerales se están agotando y tarde o temprano tendremos que crearlo todo con solo cuatro elementos, como hace la naturaleza"

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Autor del libro Designing Regenerative Cultures (Diseñando culturas regenerativas), Daniel Wahl es consultor especializado en innovación y sostenibilidad. Nos anima a adentrarnos en la verdadera economía circular para superar retos como el agotamiento de algunos minerales básicos y el cambio climático. Él es optimista.

Con las temperaturas rompiendo los termómetros, parece que finalmente entendemos que el problema del cambio climático no tiene espera. Daniel Wahl es escritor y consultor especializado en innovación y sostenibilidad, y en su libro Designing Regenerative Cultures (Diseñando culturas regenerativas) nos señala un buen camino para desandar lo andado y corregir todo aquello en lo que nos hemos equivocado. 

Daniel es optimista. Y optimismo es justo lo que nos hace falta. Tiene una formación sólida en sostenibilidad y conoce bien los proyectos que hay en marcha para frenar el calentamiento global. Y es alentador ver cómo confía en que la humanidad sabrá colaborar –una palabra clave para Wahl– para encarar este reto al que nos enfrentamos como especie. Es tiempo de pensar y actuar como naturaleza que somos, dice.

Estamos llegando a temperaturas típicas de desierto por el cambio climático, en el 2050 habrá más plástico que peces en los oceános y seguimos quemando petróleo aunque tenemos otras tecnologías más limpias. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Tendríamos que remar muy río arriba para dar respuesta a esta pregunta. Desde la revolución industrial y la revolución científica, empezamos a creernos esa historia que nos dice que somos dueños de la naturaleza, que cultura y naturaleza son cosas diferentes, que la cultura es más avanzada que la naturaleza y tiene derecho a aprovecharse de ella. Esa especie de cuento es erróneo y por eso hemos vivido como si fuéramos dueños de la Tierra en vez de miembros de la comunidad de la vida. Como dice Janine Benyus, creadora del movimiento de biomímesis, la vida crea condiciones conducentes a la vida y esto es lo más importante que tenemos que hacer como vida. Nuestro planeta se ha hecho durante millones de años cada vez más apto para formas de vida más complejas. Vemos que en la evolución hay este movimiento de diversificacion y después de reintegracion de esa diversidad en niveles más complejos gracias a patrones de colaboración. Pero la historia que se explica en nuestra sociedad es que la base es la competencia de unos contra otros por unos recursos escasos. Y eso no es cierto porque la vida en sí es más simbiótica que competitiva. 

Para superar esta gran encrucijada del cambio climático, dices que el camino es crear una cultura regenerativa. ¿En qué consistiría? 
El diseño regenarativo se entiende mejor si lo vemos dentro de una escala. Un amigo con el que estoy colaborando, Bill Reed, ha creado esa escala. En el primer peldaño no hacemos nada más que lo que la ley exige. Entonces, según esas leyes puedo emitir una cantidad de gases carbónicos a la atmósfera y determinada cantidad de veneno a los ríos porque es legal. El siguiente paso es lo que muchas veces se denuncia como greenwashing [lavado de imagen verde], pero yo creo que es importante hacer esos pequeños pasos porque es más que lo anterior: se emite un poco menos y se hacen un poco mejor las cosas.  

Es necesario volver a sentir y decir: «Somos seres biológicos, somos parte de la bioesfera». Porque todas nuestras acciones influyen en el futuro de este planeta vivo del cual formamos parte

¿El greenwashing no es un engaño? 
Entre los defensores del medio ambiente, muchas veces las grandes empresas se convierten en el enemigo y eso no nos sirve para nada. Los empresarios también forman parte de este sistema vivo que es el planeta y tenemos que trabajar con todos, empresarios incluidos. 

¿Cuál es el siguiente paso en esa escala que comentabas?
Luego viene el sostenible, que es 100% menos malo. No tiene un impacto negativo, es neutral. En este nivel, nuestras acciones no añaden más perjuicios al planeta, pero como hemos vivido 250 años causando daños un año tras otro, ya no es suficiente solo con ser sostenible; tenemos que ir más allá de la sostenibilidad. El siguiente marco es el restaurativo, pero aquí se sigue teniendo esa actitud de ser dueño de la naturaleza. Es la concepción de un gran ingeniero que dice: «Como necesitamos más árboles, pues plantamos un millón de eucaliptos en una zona árida de España», y dentro de poco se convierte en desierto porque los eucaliptos han chupado la última agua que quedaba. Este proyecto restaurativo, si está mal enfocado, sigue haciendo daño. Pero hay un pequeño paso en esta escala que es de reconciliación, que consigue reincluir a la humanidad y la cultura dentro de la naturaleza. Es volver a decir y sentir: «Somos seres biológicos, somos parte de estos ecosistemas y de la bioesfera». Porque todas nuestras acciones y reacciones influyen en el futuro de este planeta vivo del cual formamos parte. 

¿Ahí comienza la cultura regenerativa? 
Una vez que cambiamos el chip de reintegrar a la humanidad en la naturaleza como los miembros de la comunidad de la vida, podemos empezar con el diseño regenerativo. Y es a la vez regeneración ecológica, económica y social. Y también de nuestra cultura, de nuestra mente, de cómo nos vemos a nosotros mismos. En el mundo de la biomímesis se habla de aprender de la naturaleza. Pero ya incluso en la semántica de este lenguaje nos posicionamos nosotros por un lado y la naturaleza fuera, al otro lado. Lo que hay que aprender es a diseñar "como" naturaleza, a darnos cuenta de que "somos" naturaleza y que nuestros fracasos tecnológicos, como las centrales nucleares, también forman parte del mismo sistema. Es naturaleza, aunque suene raro… 

Hay que aprender cómo diseñar tecnología que crea condiciones conducentes a la vida, situaciones regeneradoras que al final dejan el planeta más vivo, más productivo, más vibrante que cuando empezaron nuestros antepasados 

Suena muy raro...
El poeta alemán Goethe decía que si no vemos la naturaleza en todas partes no la vemos en ningún lugar con su propia luz. La naturaleza es el gran ser vivo del cual formamos parte. Y a nuestra tecnología equivocada le ocurre lo mismo que ha sucedido en la evolución, que hay ramas en el árbol evolutivo que eran un callejón sin salida. Y hay que aprender de esto: cómo podemos diseñar tecnología que crea condiciones conducentes a la vida, situaciones regeneradoras que al final dejan el planeta más vivo, más productivo, más vibrante que cuando empezaron nuestros antepasados. 

Hay un tema preocupante del que se habla poco y que tú introduces en tus conferencias. Se nos avisa de la extinción de muchas especies de animales, pero no de que también somos causantes de la extinción de muchos minerales. 
Este es un tema muy importante cuando hablamos de la economía circular. Y es una preocupación científica. La Royal Society of Chemistry de Gran Bretaña ha publicado el documento Endangered elements, los elementos químicos en peligro de extinción. Como es un gremio bastante conservador, sus predicciones científicas sobre cuándo se van a agotar ciertos elementos todavía se sitúan en un horizonte de 30, 40 y 100 años. Pero tenemos que aprender que las palabras «recursos no renovables» ya nos indican que tarde o temprano se van a agotar, sea en 10 o en 30 años.

En esa tabla ya están en rojo minerales como el zinc.
Sí, hay elementos muy básicos, como por el ejemplo el neodimio, un mineral que se usa mucho en imanes. Todos los grandes aerogeneradores de 2 y 3 MW con turbina usan imanes que tienen neodimio. Muchas de nuestras tecnologías verdes dependen de esos minerales. O como el tantalio, que se usa en las pantallas táctiles de las tecnologías TIC y que se está agotando. Y encima hay guerras por el acceso a esos minerales, como la del Congo, para mantener los precios bajos y alimentar nuestra tecnología. Y muchas veces, cuando se habla de la cantidad que queda de cierto mineral, los técnicos se refieren a la pirámide de todo el mineral en el planeta. Pero no todo se puede aprovechar porque a veces las concentraciones son tan bajas que no es eficaz extraerlas de la tierra o porque hay que invertir demasiada energía y resultaría demasiado caro para el uso común. Generalmente las predicciones sobre lo que queda de esos minerales son más altas de lo que material y técnicamente se puede usar. En el grupo International Futures Forum, hemos trabajado mucho sobre el agotamiento de los materiales y hemos llegado a la conclusión de que tarde o temprano tendremos que crear toda nuestra cultura material con cuatro elementos: el carbono, el hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno, para los que se usa el término CHON. Y esto es aprender como naturaleza porque son los cuatro elementos con los que construye la naturaleza.

Hay elementos químicos muy básicos, como el neomidio, que se usa en energía eólica, o el tantalio, para pantallas táctiles, que están en peligro de extinción. Les quedan 30, 40, 100 años como mucho

Volvemos a la biomímesis otra vez.
La biomímesis tiene diferentes escalas. La química verde es el avance de la biomímesis en la escala más pequeña. Empezamos con los materiales y la química verde, después los productos, las ciudades… Pero la clave es entender la química de la naturaleza, cómo trabaja la naturaleza con elementos químicos que no son tóxicos, que se pueden reciclar, que se combinan sin grandes temperaturas…. Nuestra química moderna es muy violenta: usa presiones altas, ácidos, temperatura de más 1.200 grados para crear nuevas moléculas… La química de la naturaleza no usa tanta energía ni materiales tóxicos y es una química circular. Lo que se junta se puede separar fácilmente. Tenemos que aprender de esto.

¿Una de las herramientas clave hacia esa cultura regenerativa sería la economía circular?
Hasta el Acuerdo de París de la COP21 [Conferencia de París sobre el Clima, celebrada en diciembre de 2015], hemos tardado 21 años en crear un consenso internacional sobre que hay que actuar ante el cambio climatico, pero todavía se queda en la miopía del carbono. Y cuando se discute sobre cómo evitar los gases carbónicos se habla de cómo vamos a crear nuestra energía y cómo va a funcionar nuestro transporte. Pero la realidad es que toda nuestra cultura material, todo lo que tenemos alrededor viene en gran parte de subproductos de la economía basada en los combustibles fósiles. Nos toca, pues, cambiar toda nuestra cultura material, cambiar recursos fósiles por materiales biológicos. La economía circular del futuro se enfocará casi 100% en biomateriales, en cosas que se pueden cultivar y regenerar plantando bosques, con una agricultura diversificada. El carbono no es malo, es la base de los nutrientes de la naturaleza. Podemos aprender a crear mucha innovación tecnológica que se enfoque en reenterrar carbono en la tierra para crear suelos más fértiles. Hay un mito que se repite y que hemos aprendido en ecología y biología de que una vez que se pierde un centímetro de suelo madre tarda 10.000 años en recuperarse. 

¿Y eso no es verdad?
Hay mucha evidencia de que se pueden regenerar suelos bastante rápido. En 10 años se puede obtener un impacto muy profundo en la fertilidad de suelos de ciertas regiones. Esto tiene que ver con enterrar carbono vegetal activado con nutrientes (compost líquido) y miscelios de los hongos, y con esto se cambia la capacidad de absorción de agua del suelo. Si se empieza a pensar de una manera más sistémica, y no solo en combatir el CO2 sacándolo de la atmosfera, solucionamos temas de agua y de comida, de biomateriales, y se crean soluciones simbióticas. Esto es regenerativo y el camino hacia una economía circular de verdad: enterrar carbono en el suelo, en bosques, en biomateriales… Ya hay un rascacielos de hasta 30 plantas que no usa acero sino que emplea la madera como base estable. Esto significa que si dura 100 o 120 años tenemos una cierta cantidad de carbono captado en ese edificio. Hay mucho margen para frenar el cambio climático e incluso revertirlo. Hay que trabajar a nivel global, como el proyecto Regenerative Development to Reverse Climate Change, de la Commonwealth. Su visión es que dentro de 30 años podremos llegar a concentraciones de CO2 en la atmósfera de alrededor de los 250-260 ppm, que es la concentración de antes de la revolución industrial [la concentración de CO2 en julio de 2017 es de 407,14 ppm]. Hay que trabajar a nivel global en colaboración, como humanidad, como nunca antes lo hemos hecho.

La economía circular del futuro se enfocará casi 100% en biomateriales, en cosas que se pueden cultivar y regenerar plantando bosques. Y podemos crear tecnología que se enfoque en reenterrar carbono en la tierra para crear suelos más fértiles  

Depués del impacto negativo que nos ha causado el anuncio de Trump de que abandona los acuerdos de París, los ejemplos positivos son importantes para animar a todo el mundo a seguir trabajando.
He mencionado este proyecto de la Commonwealth, con 2.500 millones de personas de 52 países, en seis continentes, de los cuales un 60% están por debajo de 30 años y muchos de esos países están en la primera línea del cambio climatico. Están trabajando en un proyecto de dar la vuelta al discurso sobre el calentamiento global, de crear proyectos regionales de bioeconomía y biomateriales que darán trabajo localmente, que celebran su diversidad cultural dentro de su región y con todo esto se conseguirá una educación mejor. Estamos acercándonos a cambios sistémicos que a mí me dan mucha esperanza. Conocemos movimientos como Transition Towns, los cursos en 'Diseño para la Sostenibilidad' de Gaia Education que se ofrecen en todo el mundo (incluso en la UOC) y muchísimos otros proyectos de ciudades sostenibles que se reinventan con patrones más regenerativos… Y vemos que se duplica la demanda de estudiantes que quieren involucrarse en este cambio que consiste en rediseñar la presencia humana en nuestro planeta. Yo viví en la aldea de Findhorn y allí se decía: «La noche es mucho más oscura antes del amanecer». Yo creo que hay luz al final del tunel. Confío en la humanidad y en la capacidad de cambiar el rumbo antes de que sea demasiado tarde. 


Recreación de un rascacielos de madera proyectado en Londres. Imagen: Universidad de Cambridge

Para más información, ver también en Youtube: webinar de Daniel Wahl junto a Fritjof Capra (en inglés).

 

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