Sybilla: “Hago ropa para que dure y te acompañe"
La diseñadora de moda vuelve a Madrid con una tienda, defiende la moda “circular” y despega un proyecto en Mongolia para la producción sostenible de “cachemir”.
Sybilla Sorondo se alejó de la moda “porque no podía seguir el juego”, porque estaba “agotada y decepcionada” por el ritmo trepidante, porque sentía que la vida le pasaba por encima y le quedaban muchas cosas por hacer: “Empecé muy joven”… Casi una década pasó en la distancia. Pero no fue un tiempo perdido, en todo caso “recobrado” para causas sociales, educativas y ecológicas, vinculadas casi siempre a Mallorca, el “centro” de su vida (aunque nació en Nueva York, 1963, y se afincó de niña en Madrid).
Mallorca fue el lugar elegido a conciencia para la vuelta. Primero fue una tienda efímera, después del local permanente de Carrer de Sant Feliú, 12, convertido en encrucijada de sus vidas paralelas: la de diseñadora de moda y la de activista por un mundo sostenible. Influida por ecoheroínas como Helena Norberg-Hodge (“The Economics of Happiness”) o Ellen MacArthur (economía circular), Sybilla descubrió a su regreso un abanico de nuevas posibilidades.
“El mundo de la moda ha cambiado mucho todos estos años”, recuerda. “Hay tendencias que han ido tan lejos que parece que ahora haya sitio para algo diferente, más íntimo, hecho con cuidado y amor… Los nuevos consumidores demandan también otra manera de hacer las cosas, más coherente con el momento que vivimos. Es importante que los consumidores se den cuenta de la fuerza que tienen a la hora de elegir. Esto podría acelerarlo todo”.
La semilla del cambio ya la llevaba dentro Sybilla antes de su “retirada”. Su empeño por buscar la “prenda permanente”, más allá de las modas que van y vienen, siempre estuvo ahí… “Yo hago ropa para que dure, prendas que enamoren, que sean como un buen amigo que te acompañe, que se llenen de buenos recuerdos, que sean una buena inversión. Tan importante es innovar como preservar. Frente a los desafíos de hoy, creo que el camino es hacer un trabajo lo más impecable y exquisto”.
Lo que más le alegra, reconoce, es cuando alguien le dice me dice que tiene una prenda suya de hace veinte años y la sigue usando temporada tras temporada... “La verdad es que me lo dijeron tantas veces en todo este tiempo, que me acabaron entrando ganas de volver con nuevas propuestas”.
Sus principios siguen intactos, pero al regreso ha encontrado si cabe un propósito más grande: “Volví con el deseo de ponerme al servicio de las mujeres, deseando hacer ropa que dé fuerza y alegría, que haga la vida más fácil de alguna manera, y que tenga detrás un proyecto y una historia, que genere beneficios en le sentido más amplio de la palabra”.
El proyecto que más le emociona pasa ahora por Mongolia y tiene como meta la producción sostenible de “cachemir”, la preciada fibra que se obtiene de la parte más profunda, fina y delicada de las cabras que habitan las altas montañas en el corazón de Asia, cubiertas de una especie de “doble abrigo” natural que las permite soportar tempertaturas de hasta 30 grados bajo cero.
“Tanto la dueña, como la directora o las increíbles pastoras de los rebaños de cabras de Cachemira son mujeres ¡y qué mujeres!”, recalca Sybilla. “Nunca he sentido una emoción similar, trabajando todas juntas, creando ropa donde por primera vez puedo saber el impacto social y ecológico que tiene la producción del material o las historias de todo el proceso, hasta la prenda que acabada… Creo que el hecho de que sean mujeres las que lideran este proyecto marca la diferencia, por lo valiente y lo arriesgado que es, por la visión de futuro y el deseo de crear beneficios para otros, y también por su belleza y emoción, en todos los sentidos”.
Con el proyecto de Mongolia, Sybilla aspira a poner también su grano de arena “para fomentar y preservar la herencia natural trashumante en la producción de cachemir, que es alucinante”. La sostenibilidad ha incorporado al modelo de negocio “para compensar a los pastores por la reducción de sus rebaños, para preservar los pastizales y mejorar su situación de vida, y de paso fomentar la calidad de un material realmente excepcional”.
“En Mongolia he encontrado a mis socios soñados”, reconoce la diseñadora. “Es una experiencia preciosa, y las experiencias que he vidido en ese país son ya algo que se quedarán conigo para siempre”.
Sybilla le ha dado también vueltas a la moda “circular”: fue ella quien propuso directamente a la firma Ecoalf la posibilidad de diseñar una colección-cápsula de diez prendas para esta temporada otoño-invierno, fabricadas con nylon reciclado procedente de las redes de pesca.
“Busco colaborar con empresas que respeto y con las que comparto valores”, afirma la diseñadora. “Admiro mucho el trabajo que ha hecho Javier Goyeneche con Ecoalf, investigando tejidos procecentes de materiales de desecho y rescatado en gran parte en los mares. Los dos hemos sido alumnos de Gunter Pauli (“La economía azul”), a quien traje a España varias veces estos últimos años”.
“El plástico en el mar es una de las cosas que más me angustia”, reconoce Sybilla. “Pensar que se puede recoger, y reciclar, y convertir el algo bello y útil es una de las motivaciones que necesitaba para seguir trabajando… No podemos seguir destrozando el planeta para ponernos guapos, debe haber alguna otra manera. Podemos usar nuestra creatividad también para esto”.
Pongamos que vuelvo a Madrid…
Állá por 1983, en el Madrid de la movida, abrió su tienda Sybilla en el emblemático callejón de Jorge Juan, en pleno barrio de Salamanca. “Fue un local muy especial y fuimos de alguna manera pioneros, pero esa zona ya no me atrae”, confiesa la diseñadora. “La tienda de Madrid era algo que tenía pendiente, pero no encontraba el local que me gustara”.
Finalmente lo ha encontrado, en la Travesía de Belén, 2, en el hervidero que discurre entre los barrios de Justicia y Chueca… “Siempre fue mi zona favorita de Madrid, y quiero conseguir allí algo similar a lo que he logrado en Mallorca. Me encanta estar en un sitio vivo, formando parte de un barrio con encanto, donde pasan cosas, con proyectos creativos y divertidos, y con una gran sensación de comunidad”.
Desde su nueva tienda en Madrid se asoma Sybilla al futuro con emoción y vértigo, después del esfuerzo invertido en recuperar la empresa y la marca, y volverlo a poner todo en marcha, y lograr financación “gracias a las pequeñas aportaciones de gente que ha creído en nosotros y por la entusiasmo y el cariño de la gente que compra nuestra ropa”.
Vinculada de un modo especial a Mallorca, Madrid y Nueva York (donde presentarán sus colecciones internacionales), Sybilla se ha dejado tentar a su vuelta por el gusanillo de las tiendas efímeras, que le ha permitido ensanchar horizontes y conectar con las nuevas generaciones: “Me gusta llevar mi trabajo de un lugar a otro del mundo, ser un poco como un circo ambulante, conociendo personas, apareciendo y desapareciendo”…