Cómo ser "influencer" por la vida a los 12 años

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Francisco Vera, colombiano y fundador del movimiento ambiental "Guardianes de la vida", se ha convertido en el ecoactivista más joven e influyente de Latinoamérica

Francisco Vera no es un “influencer” cualquiera. A sus 12 años se ha convertido en el ecoactivista más joven e influyente de Latinoamérica desde su Colombia natal y a través de esa red de “Guardianes de la vida” que le trajo hasta Glasgow, a la Cop26, donde cumplió el sueño de conocer en persona a Greta Thunberg ("me dijo que admiraba mucho mi trabajo, para mí fue un encuentro muy especial").

    Aunque su pasión venía de largo, su camino hacia el activismo empezó más o menos de la misma manera que el de su predesora sueca. Corría el año 2019 y seis niños y niñas de Villeta -la localidad de 25.000 habitantes donde vive al norte de Bogotá- decidieron hacer una sentada ante la alcaldía pidiciendo "acción climática ya". Aquel gesto prendió en Colombia, y después en Argentina, en México, en Venezuela y en Chile.

    En diciembre de ese año intervino durante tres minutos en el Congreso para pedirle a sus señorías que pararan el "fracking", que prohibieran los plásticos de un solo uso y que legislaran contra el maltrato animal. Su cuenta en Instagram se hizo tremendamente popular (90.000 seguidorse y sumando), y así hasta que se atrevió a pedir al Gobierno de Iván Duque que garantizara la conectividad para los niños en todo el país durante el pandemia...

   Los abusos en las redes dejaron paso a una amenaza muy explícita, por atreverse a defender "el ambientalismo y la dignidad". El Defensor del Pueblo de Colombia, el propio presidente y hasta alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, salieron en defensa de Francisco por su “pasión por proteger el planeta”. Su madre, Ana María Manzanares, se vio obligada a tomar preauciones para velar por la seguridad de su hijo único, pues Colombia es el país donde más activistas ambientales han pagado con su propia vida (65 murieron en el 2020, según la organización Global Witness).

    Pero la propia Ana María nos pide expresamente que dejemos en segundo plano las amenazas anónimas recibidas por su hijo en la redes y que le han llevado a las páginas de los diarios de medio mundo. Mejor poner el énfasis en el mensaje positivo del simpático y articulado Francisco, envuelto en su abrigo amarillo, en un descanso de su frenética actividad a su paso por Glasgow.

     Le preguntamos de entrada qué les diría a los chavales que tal vez se están pensando cómo y cuándo pasar a la acción: “A los niños de mi edad les suelo decir: sed “influencers” a favor de la vida. No hace falta que tengáis miles de seguidores en las redes, cualquiera puede ser un “influencer” en su territorio, en su familia, con los amigos. Todos podemos ser influyentes en nuestro radio accción y defender el amor por la vida".

     Francisco Vera pefiere hablar de "vida" antes que de "medio ambiente". Ese hallazgo verbal lo ha traspantado a su organización, "Guardianes por la Vida", convencido como está de que eso es lo que está juego y lo que hay que explicar a la gente, que no reacciona emocionalmente ante conceptos abstractos como el cambio climático o la protección de la biodiversidad.

   Aunque nació en Bogotá, Francisco se trasladó a Villeta con apenas dos años: “Tuve la suerte de crecer en un entorno verde, rodeado de patos, gallinas y chivos, y así se me fue despertando mi interés por los animales y por la naturaleza. Mi familia ha sido también un pilar, empezando por mi abuela Pilar (sonríe). Ellos me están apoyando mucho”.

    Su madre es trabajadora social y su padre, abogado. Más allá de darle a Francisco la libertad para alimentar sus propias inquietudes, Ana María reconoce que el activismo ambientalista no le viene directamente de familia. El propio Francisco advierte que su pasión ambiental empezó a despertar a los siete años, y que su primera preocupación fue evitar el maltrato de los animales. De ahí pasó al reciclaje, a los estragos causados por la minería o a las protección de los espacios naturales en Los Andes.

    Habla Francisco con una fluidez que desarma a los adultos, aunque su propia madre procura quitarle esa fama de "niño prodigio" a la que contribuyen en cierto modo sus gafas de empollón: "Tú le ves hablando con los chavales de su edad y están todos al mismo nivel. Es increíble lo informados y lo concienciados que están. Nos dan lecciones a los adultos".

   Más de 200 colegios ha recorrido Francisco con su discurso en defensa de la biodiversidad y ante la amenaza del cambio climático, sin moderse la lengua ante lo que está haciendo su propio país: “Colombia se ha comprometido a reducir un 51% sus emisiones y a ser carbono neutral en el 2050, pero ya estamos viendo que eso no es suficiente para que las temperaturas no suban más de 1,5 grados. Mi país es responsable del 0,6% de las emisiones, aunque estamos entre los 20 más vulnerables. Nos comprometemos a plantar 180 millones de árboles, pero al mismo tiempo permitimos la deforestación, y eso es una inconsistencia. Y decimos que vamos a proteger el 30% del territorio, aunque eso está aún por ver”.

    Insiste Francisco mucho en la "desigualdad del cambio climático", que afecta más a los que menos culpa tienen...”. "Los países que menos contribuyen son al final los más amenazados. Igual pasa dentro de las sociedades: los pobres son los más vulnerables. Y también podemos decir lo mismo de los niños, que vamos a tener un presente y un futuro bastante malo”.

     “Esperanza” es otra palabra que Francisco emplea mucho en sus charlas en los colegios, porque en el fondo en un chaval que irradia ilusión y optimismo. A pesar de todo lo visto y no visto en la Cop26 confía en que Glasgow sirva de revulsivo: “El cambio va a ser muy difícil, porque los Gobiernos siguen poniendo los intereses económicos por delante de los intereses colectivos. Pero me siento ilusionado por lo que estoy viendo entre los activistas. Me puedo ver reflejado en todos ellos”.

      Francisco Vera se dejará caer pronto por nuestras tierras y sueña con tender puentes entre los jóvenes ecoactivistas españoles y latinoamericanos. Es un voraz lector y entre sus libros favoritos está "El largo camino hacia libertad" de Nelson Mandela. Se debate entre estudiar Astrofísica, Geografía e Historia, y recalca siempre que puede la dimensión social de eso que llamamos "medio ambiente" y que al fin y al cabo es la vida misma.

    Duante toda la charla, su madre Ana María decide alejarse y dejar que Francisco hable a sus anchas, sin interferir lo más mínimo. Quienes aseguran, igual que le pasó a Greta, que sus padres le están instrumentalizando no pueden estar más equivocados: "Yo tengo una pasión real por la vida y por la naturaleza que mis padres, en todo caso, han alimentado. Pero el impulso ha sido mío, ellos no han hecho más que apoyarme y acompañarme en este viaje".

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