Cómo reducir tu huella ecológica
No pasamos por la Tierra sin dejar rastro porque todas nuestras actividades tienen un impacto sobre los bienes naturales. En la actualidad es demasiado grande, pero puede reducirse.
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos consumimos productos y desarrollamos actividades que ocasionan un gasto de recursos naturales y que lanzan a la atmósfera los gases que causan el efecto invernadero. Cada persona, cada familia, cada empresa y cada país participa en una determinada medida en el consumo de esos bienes y en la emisión de residuos.
A través de los productos que consumimos, a todos nos corresponde una porción de plataformas petrolíferas, carreteras, árboles talados y gases que calientan el planeta.
Esta porción es la huella ecológica y su cálculo matemático es la medida más útil inventada hasta el momento para calibrar el uso justo y sostenible de los recursos.
La ciencia de la huella ecológica sirve, por lo tanto, para hacer de la sostenibilidad un tema objetivo, no algo que depende sólo de la opinión o de la propaganda.
Según los cálculos realizados por la Global Footprint Network, serían necesarios otros dos planetas como éste para que los 6.000 millones de seres humanos actuales pudieran vivir todos de la manera en que, por ejemplo, vive un ciudadano español medio; es decir, en una sociedad industrial basada en la disponibilidad de combustibles fósiles. Por consiguiente, el modo de vida característico de los países más ricos no puede extenderse, ni proponerse como modelo, al conjunto de la humanidad.
Quizá por esta razón la huella ecológica no es un concepto frecuente en los discursos políticos, pues obligaría a introducir embarazosos cálculos en las planificaciones y a tomar decisiones consecuentes cuyo cumplimiento podría verificarse.
Lo que dicen las cifras
Actualmente, la huella ecológica se utiliza a nivel mundial en aplicaciones diversas:
• La organización conservacionista Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) la emplea en sus Living Planet Reports (Informes Planeta Vivo), unos exhaustivos estudios de la sostenibilidad. Para realizarlos, se calculan las huellas ecológicas de 151 países mediante un método riguroso desarrollado por la organización Redefining Progress. Los expertos suman las huellas de la producción local del país y la de sus importaciones, restando las exportaciones y teniendo en cuenta 200 categorías de productos (cereales, algodón, madera, pescado, carbón, etc.).
Los resultados indican que a lo largo de la década de 1980 la humanidad ya superó la capacidad de la Tierra y ahora nos hallamos en situación de deuda ecológica y camino de un desastre si no se cambia la tendencia.
• El Parlamento Europeo también ha analizado la validez de la huella ecológica como herramienta para los gobiernos y la Organización de las Naciones Unidas la incorpora desde el año 2001.
Por otra parte, muchas organizaciones han desarrollado programas informáticos para que cualquier persona pueda hacer una estimación de su huella ecológica mediante el sencillo método de responder un cuestionario a través de una página web. Es el caso, por ejemplo, de www.myfootprint.org.
Los cálculos dicen que un ciudadano español medio posee una huella ecológica de 5,7 hectáreas por año. Teniendo en cuenta la capacidad de regeneración del planeta y que el terreno disponible para cada ser humano es de 2,1 hectáreas, podemos afirmar que consume casi 3 veces más de lo que resulta sostenible y 6 veces más de lo posible.
¿Qué hacemos? Los investigadores del Proyecto de Vida Global han comprobado por sí mismos que resulta perfectamente viable vivir de una manera digna con una huella de 1,21 hectáreas; es decir, menos de lo que representa la huella de un ciudadano chino o indio en la actualidad. Además, descubrieron que reducir hasta seis veces el propio impacto ambiental no implica un descenso en la calidad de vida, pues la simplicidad y la colaboración son los lujos más reales a nuestro alcance.
Cómo reducir nuestra huella
Si sabemos o creemos que la propia huella ecológica es mayor de lo deseable, hay que tomar medidas. Para empezar, debemos analizar todos los aspectos de nuestro es tilo de vida que puedan modificarse para reducir el impacto sobre el planeta.
• Se considera que el volumen de ingresos económicos está directamente relacionado con el tamaño de la huella personal y familiar, aunque a menudo no es una asociación justa ni exacta. Una familia que gana 30.000 euros al año puede ahorrar dinero y realizar donaciones a organizaciones solidarias, por lo que su huella ecológica real será mucho menor que la de una familia con los mismos ingresos, pero con hábitos consumistas. No obstante, reducir el nivel de ingresos es, en general, una buena manera de hacer más pequeña la huella.
Por supuesto, éste es un consejo que no tiene ningún sentido para quien está en el paro o en una economía de mera supervivencia.
Otros aspectos determinantes son la vivienda, la comida, el transporte y otros artículos de consumo y servicios. En todos los ámbitos es posible realizar elecciones que minimicen el tamaño de la huella.
• Por ejemplo, al obtener proteínas de los alimentos. Si elegimos carne, debemos saber que su factor de huella es 2.171, mientras que si optamos por las legumbres, su factor es de 464. ¡Comer garbanzos en lugar de carne de ternera hace que la huella sea cinco veces menor!
• Respecto a la vivienda, es determinante la superficie y la antigüedad. Cuantos más años posea la casa, menos veces haya sido reformada y menos metros cuadrados tenga, menor es su impacto. En el caso de que se desee reducirlo, podemos compartirla con más gente o procurar que sus fuentes de energía sean limpias y renovables, pues ahorrar agua y energía es otra forma de rebajar la huella.
• El efecto sobre el planeta del transporte viene dado, en general, por el combustible y por la capacidad del medio elegido (cuantos más viajeros transporte, mejor).
Así, la bicicleta posee una huella ecológica insignificante, mientras que el tren y el autobús público son buenas elecciones. En cambio, el coche es de los medios más caros ambientalmente, pero su huella puede reducirse compartiendo trayectos y conduciendo de modo eficiente.
En cuanto a otros bienes y servicios, las elecciones son lógicas: hay que consumir poco, barato y duradero, y reciclar y reutilizar todo lo que sea posible.
En realidad, lo más sostenible es reducir al máximo el número de posesiones. Podemos empezar por deshacernos de todo lo que ya no nos resulta útil. Es cierto que este descarte no siempre resulta sencillo, pero es un proceso que nos enseña a apreciar las cosas que son útiles de verdad al tiempo que nos hace sentir más ligeros de peso.
La acción política
Introducir cambios en el estilo de vida personal es importante, pero también lo es influir sobre quienes deciden el tipo de desarrollo a nivel local, regional y estatal. Es lo que Annie Leonard describe como cambiar las reglas del juego (véase La Historia de las Soluciones).
El impacto de las infraestructuras y de los servicios que ofrecen las administraciones públicas es enorme, por ejemplo.
Está bien moverse en bicicleta y elegir bombillas de ahorro, pero hace falta que las autoridades democráticas apoyen ese medio de transporte, así como las energías limpias y renovables, la conservación de los espacios naturales y el equilibrio entre zonas rurales y urbanas.
¿Qué son los territorios bioproductivos?
El cálculo de la huella ecológica tiene en cuenta los siete tipos de terreno bioproductivos para la humanidad que ofrece nuestro planeta. Las tierras con productividad muy baja, como los desiertos, los casquetes polares, los océanos más profundos o los desiertos llenos de cactus no se incluyen.
NATURALEZA EN ESTADO SALVAJE. Son las áreas protegidas frente a los usos humanos, únicamente disponibles para acoger la necesaria biodiversidad. Sólo el 3,5% de la superficie de la Tierra está legalmente protegida bajo la forma de parques y reservas, aunque en muchas todavía se permiten actividades humanas de bajo impacto.
TERRENO CULTIVABLE. Es, obviamente, el tipo de suelo más productivo para la humanidad. Ofrece alimentos, sustento para los animales domésticos, fibras, aceites y una variedad de materias primas. En el mundo existen cerca de 3.160 millones de hectáreas cultivables.
PASTOS. Son terrenos donde se alimentan los animales rumiantes, que, a su vez, proporcionan carne, cuero, lana y leche. Es menos productiva que la tierra cultivada e incluye las áreas de bosque claro. En el planeta hay 1.620 millones de hectáreas de tierra que se utilizan como pastizales.
BOSQUES. La superficie forestal se emplea en proporcionar madera para la construcción y fabricación de muebles, fibra de madera para papel y leña como combustible. Actualmente, existen unas 5.160 millones de hectáreas de bosque en la Tierra.
MAR PRODUCTIVO. Se entiende por “espacio marino productivo” las áreas correspondientes a las costas continentales que proporcionan el 95% de las capturas pesqueras. Con 850 millones de hectáreas, representa el 8% de la superficie total oceánica.
TERRENO URBANIZADO. Es el área que ocupan las infraestructuras para las viviendas, las carreteras y todo lo relacionado con el transporte, los edificios públicos, las empresas, las industrias y las centrales de energía. Ocupa un total de 600 millones de hectáreas de suelo en todo el mundo y en el momento presente se halla en crecimiento.
ABSORCIÓN DE CO2. Es el área forestal que debe sumarse para absorber el CO2 que lanzan a la atmósfera las actividades humanas al utilizar combustibles fósiles, teniendo en cuenta que los océanos absorben aproximadamente el 35% de las emisiones. Es un tipo de terreno en continuo crecimiento en el que se depositan las esperanzas para combatir el calentamiento de la atmósfera y el cambio climático.