"Blackfish", cuando el espectáculo esconde una terrible realidad
Después de ver Blackfish (Blackfish, Gabriela Cowperthwaite, 2012) me pregunto, por enésima vez, por qué infravaloramos los seres humanos a los animales. Los usamos a nuestro antojo, en ocasiones con una crueldad rayana en el sadismo. Algunos animales, como los simios o los cetáceos, demuestran capacidades análogas a la del ser humano y es por esto, porque se parecen a nosotros, por lo que les tenemos un cariño especial. Nos conmueven las relaciones afectivas que mantienen, su forma de comunicarse, su tendencia a relacionarse amigablemente con las personas…Aunque los delfines suelen resultarnos más simpáticos, las orcas, a menudo denominadas "ballenas asesinas", también nos provocan cierta empatía cuando forman parte del circo de los parques acuáticos. Sus piruetas nos resultan tan impresionantes como simpáticas, pero desconocemos el sufrimiento por el que están pasando. Blackfish llega para abrirnos los ojos.
Si The Cove (The Cove, Louie Psihoyos, 2009) sobrecoge por una realidad despiadada (la matanza de miles de delfines en Wakayama) y nos descubre a Richard O´Barry, antiguo entrenador de los delfines de Flipper y hoy activista en contra de su utilización en atracciones turísticas, Blackfish le toma el testigo, directo a denunciar el uso que de las orcas se hace en los parques acuáticos, centrando su atención en el SeaWorld de Orlando (Florida) y en la ballena macho Tilikum.
Partiendo de la muerte en 2010 de la experimentada entrenadora Dawn Brancheau por esta orca, el documental reconstruye la vida en cautividad de Tilikum desde que fuera capturada en alta mar hasta la actualidad, consumida por la depresión. A través del testimonio de diferentes entrenadores de SeaWorld, todos ellos ya contrarios a este tipo de espectáculos, la directora reflexiona sobre el uso de las orcas en estos parques, convirtiéndose al cabo el documental en una dura crítica, ya que se carece apenas de opiniones contrapuestas (los dirigentes de SeaWorld no quisieron hacer declaraciones). Las imágenes de archivo y los comentarios de los entrenadores, biólogos y otros expertos, posicionan claramente el largometraje a favor de los cetáceos. En este sentido, significativos resultan las contradicciones entre la opinión de los biólogos y la información que los parques transmiten a sus visitantes: según los primeros, las orcas en libertad viven más que en cautividad (pueden alcanzar los 90 años), pero los segundos afirman lo contrario, aunque la cifra de esperanza de vida que ofrecen sea mucho menor que la que se supone alcanzan en el mar.
España no se libra de la quema. Del famoso Loro Parque de Tenerife, que seguramente muchos hemos visitado junto a nuestros hijos, y en el que incluso hemos podido presenciar las acrobacias de las orcas, se dice en el documental que tiene mala fama en el sector. Allí falleció Alexis Martínez en 2009 tras el ataque de una orca llamada “Keto” que procedía precisamente de SeaWorld. Su muerte, como la de tantos otros entrenadores, quiso ocultarse o justificarse por alguna imprudencia suya, pero nunca por considerar que las orcas no puedan ser peligrosas en cautividad. Y es que, una vez más, el dinero manda: es mucho el que se gana con ellas. Hoy, y a pesar de contar con varias muertes, Tilikum sigue estando en SeaWorld.
Por momentos, Blackfish provoca sentimientos encontrados, porque aunque podamos sentirnos cerca de los cetáceos, cuando se nos presentan las crudas imágenes de sus ataques vemos a animales peligrosos que, según el documental, han matado a más seres humanos en cautividad que en libertad. De esto se trata: mostrarnos de lo que son capaces. Sin embargo, y en su afán de hacernos empatizar con ellas, finalmente llegamos a la conclusión de que no son sino víctimas en manos de un verdugo despiadado: el ser humano. Ciertamente, no se puede tildar de asesino a un animal; en cualquier caso, la culpabilidad de las muertes de Tilikum y otras orcas cautivas son responsabilidad siempre del ser humano (y no de la víctima directa, sino de quienes llenan sus arcas sin escrúpulo alguno).
Intenso, contundente, directo, Blackfish es un documental impresionante, capaz de mantener en vilo al espectador en todo momento.
Texto: José Manuel Serrano Cueto.
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