La vida es peregrinación
El ritual de la peregrinación existe en las culturas más alejadas en el tiempo y en la distancia.
Aunque siempre ha tenido un sentido religioso, en nuestra sociedad la peregrinación toma carácter de viaje de plenitud. La motivación religiosa permanece, pero en muchos casos el destino viene dado por una elección personal, en lugar de estar determinado por un mandamiento religioso. De todos modos se espera una transformación íntima, un aprendizaje. Incluso los turistas que recurren al cómodo viaje organizado anhelan descubrir algo valioso en las ruinas de antiguas civilizaciones, en las costumbres de otros pueblos o en el simple abandono de la rutina.
La llamada
Una condición para que el viaje ayude a crecer es que vaya precedido de una buena dosis de motivación. Los peregrinos siempre han hablado de la inquietud inicial, de la necesidad de escapar del entorno habitual porque de pronto les parecía pobre y limitado. La vida cotidiana se siente insatisfactoria —rutinaria, vacía de sentido— y surge el ansia por gozar de nuevas experiencias.
A menudo el viajero-peregrino es vanidoso y emprende el camino pensando en todo lo que podrá explicar a su retorno. Esto vale no sólo para quienes creen que el objeto de su peregrinación es algo sagrado, sino también para quienes se dirigen hacia “algo”, sea un paraje natural, una cultura exótica o una ciudad cargada de monumentos.
Pero la pureza de las motivaciones iniciales, o la acumulación de conocimientos, no valen tanto como mantener durante el viaje una actitud receptiva y sensible, pues puede ocurrir que los tesoros, estando justo al lado, pasen desapercibidos.
El camino
Peregrino es, etimológicamente, quien camina campo a través (per agro, por los campos). En otros tiempos no se consideraba terrible morir durante la peregrinación. Sin llegar a ese extremo, cabe aceptar, como parte de las pruebas que el viajero debe superar para alcanzar su meta, crisis y contratiempos de todo tipo. Ha de estar abierto a lo imprevisto y mostrarse confiado, aunque lo que exigen las costumbres actuales sea tenerlo todo bajo control, desde las estancias para cada noche hasta el día y la hora de regreso, lo cual no es más que una manera de llevarse consigo la seguridad del hogar.
Durante el viaje no es extraño que aparezcan trastornos físicos —desarreglos intestinales o fiebres inexplicables, por ejemplo— y sobre todo dudas acerca de lo que se está haciendo. En el lenguaje de los sueños, así como en los mitos y las leyendas, el viaje significa la penetración en el ámbito inconsciente. El viaje es siempre exterior e interior. Asaltan dudas sobre el sentido de la vida que se llevaba antes de partir y sobre si es posible cambiar el rumbo.
El peregrino se da cuenta de que debe romper urgentemente con algunas cosas porque siente que no vive plenamente. Las preguntas se agolpan y no queda más remedio que buscar respuestas revisando las creencias y desempolvando la imaginación. En este estado, de pronto la vida cobra una intensidad inusual. Cada visión, cada gesto y acontecimiento se experimentan con todo el alma, como si fueran pistas para salir de un laberinto (imagen universal de la peregrinación). Las leyendas y los símbolos que acompañan toda peregrinación ayudan a adentrarse en las capas más profundas de la psique, removiendo allí contenidos dormidos. Todo ello hace posible un pequeño o un gran renacimiento psíquico.
La llegada
En casi todas las tradiciones la peregrinación se acompaña de sufrimiento físico. A menudo se interpreta comercialmente —un sacrificio a cambio del favor divino— pero en realidad expresa el drama interior, antesala del gozoso reencuentro con uno mismo.
La peregrinación somete a prueba los planos físico, mental y espiritual, favoreciendo la comunicación entre ellos para que se integren, para que lleguen a ser uno: esa es una de las metas del viaje.
El destino material es un lugar sagrado o un enclave al que se ha otorgado un significado personal profundo. Desde el punto de vista religioso, el centro de peregrinación es un centro del mundo, un sitio donde se unen la tierra y el cielo. Este centro puede ser descrito como una virtud o estado espiritual. Así tenemos la Gran Paz de los chinos, la Tranquilidad de los hindúes, la Verdad, el Conocimiento, la Inmortalidad o la Iluminación.
Pero puede ocurrir que al final, cuando se alcanza el lugar deseado, resulte enormemente frustrante, pues la experiencia anhelada no se produce. Entonces hay que entrar en el laberinto interior de nuevo, aprovechar las enseñanzas del viaje para hacerse una pregunta más clara y peregrinar de nuevo hacia la respuesta.
En la mayoría de los casos la llegada a la meta se experimenta con una gran satisfacción. Quizá no se haya alcanzado la Iluminación, pero se habrá conquistado una etapa del camino. Habrá que recuperar impulso y decidir el próximo destino.
El regreso
Se espera de la peregrinación que produzca una transformación. En menor o mayor medida se ha cambiado, ya no se es la misma persona. La vuelta a casa, a la vida cotidiana, es la última prueba. Si la experiencia ha sido un éxito, se goza de mayor comprensión de uno mismo, se es capaz de compasión hacia los demás y se ve con mayor claridad cuáles son los ingredientes esenciales de la vida. Por eso resulta sencillo realizar los cambios necesarios para que el día a día no vuelva a convertirse en una trampa.
Quienes se han sentido realmente transformados por una peregrinación aseguran que, en realidad, la meta estaba más cerca. A veces hay que ir muy lejos para comprender que el tesoro está en casa, en las personas que nos rodean y en uno mismo. Al fin se entiende que la peregrinación auténtica es la vida: parte del nacimiento, se adquiere sabiduría con el paso de los años y culmina al reconciliarse con su final, tras haber vislumbrado las realidades que van más allá de los intereses personales. La peregrinación no es más que un símbolo de la propia vida, pero comprenderlo no hace que el viajero se detenga...
Lugares de peregrinación El itinerario del viaje puede elegirse entre los muchos trazados por las tradiciones espirituales en todo el planeta. Los hay familiares o exóticos. Los últimos resultan más atractivos por lo novedoso y quizá pueden favorecer en mayor medida el encuentro con uno mismo, al provocar el enfrentamiento con lo que resulta extraño y a la vez se intuye lleno de sentido. ..Lo cercano y familiar —como las romerías que acercan a ermitas y criptas— suele resultar menos atractivo. En este caso, el reto es vencer los prejuicios que separan de lo que es más propio. El destino puede ser también una elección absolutamente personal: un lugar relacionado con la vida de una personalidad que se admira, un enclave natural maravilloso, un sitio donde se disfrutó en la infancia... |
El camino de Santiago
Es la gran ruta europea y peninsular. En los últimos años es concurrida por muchos peregrinos de ánimo deportivo o por turistas gastronómicos, pero en cualquier caso recorrer sus 1.000 kilómetros a pie o en bicicleta es una aventura que requiere resolución personal y una motivación íntima genuina.
La sensación de formar un gran pelotón en la misma dirección proporciona uno de los regalos de toda peregrinación: sentirse unido al grupo, al resto de seres humanos que están en la misma búsqueda.
El camino propicia los encuentros con personajes de todo tipo (interesantes, simpáticos y empalagosos, de todo hay) y está repleto de símbolos culturales para quien quiera viajar a través de ellos.
En cuanto al significado de esta peregrinación, al contrario que la mayoría de rutas sagradas, el camino de Santiago discurre de este a oeste, hacia el ocaso del sol que simboliza la muerte y la resurrección. Esto sintoniza a la perfección con la doctrina de Jesús, pero hay que recordar que el camino ya se realizaba en tiempos precristianos y que entonces terminaba en Fisterra, en la Costa da Morte, donde acuden también algunos peregrinos actuales.
El itinerario sobre la tierra se corresponde con la Vía Láctea en el firmamento y finaliza en el campo de estrellas —Compostela, donde se encuentra la supuesta tumba del apóstol Santiago, justificación oficial de la peregrinación— lo cual da idea de la integración del ser humano en el cosmos.