Yoga para niños

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Maria y Ju, creadoras de Yoguitos, llevan ya más de dos años sembrando en los niños la semilla del yoga

Yoguitos

Maria y Ju comparten dos pasiones: les encanta el yoga y disfrutan con los niños. Hace dos años y medio decidieron crear Yoguitos, un proyecto dedicado a impartir clases de yoga dirigidas especialmente a los más pequeños. A partir de juegos y respetando siempre su naturaleza, los niños se inician en el yoga y aprenden a respirar, a relajarse y a expresar sus emociones.  Me cuentan que su objetivo es sembrar la semilla del yoga para que los niños crezcan felices y sepan gestionar sus emociones. Por el entusiasmo que desprenden al hablar de su trabajo y por la energía que contagian, no dudo de que lograrán que muchos de sus "yoguitos", sigan practicando el yoga a lo largo de toda su vida.

¿Cómo surgió la idea de crear Yoguitos?

Maria: Yo soy profesora de yoga y, a raíz de tener a mi hijo, empecé a interesarme. Intenté practicar yoga con él y me apunté a un curso de yoga con niños. Ju era mi canguro y también estaba haciendo el curso de profesora para yoga.

Judith: Nos encontramos por casualidad. Ambas teníamos el yoga como actividad personal. A mí me gustan mucho los niños y la pedagogía alternativa, buscar otra cuestión al sistema educativo que tenemos actualmente... Dijimos, a ver qué sale, y montamos el proyecto.

Hasta hace poco en España había muchas clases de yoga para adultos, pero no de yoga específico para niños.
Maria:
Cuando empezamos en España no había casi nada, solo se daba en EEUU y Reino Unido.

Judith: Al principio había otra rama distinta a la nuestra, la del Kundalini Yoga. Nosotros hacemos algo diferente, trabajamos desde la naturaleza del niño, a través de juegos para que se vean motivados, tengan la libertad de elegir, de moverse... Después de 8 horas en el cole, muchos niños están bastante estresados y el yoga es una buena extraescolar para desestresarse.

¿A partir de qué edad se puede practicar el yoga?
Maria:
Nosotras tenemos diferentes grupos. El primero es el de “mamás y bebés”, básicamente es una clase para mamás después del parto. Luego están los “exploradores”, niños de 1 a 3 años, que ya no se quedan quietos, empiezan a gatear, levantarse, siguen un poco la clase... En el grupo de 3 a 6 años, los niños ya se quedan solos, sin las madres. Y luego tenemos los grupos de 7-9 años y de 10-12. Son diferentes edades porque cada edad tiene sus juegos, lo que funciona para un niño de 5 años no sirve para uno de 10.

Judith: Luego tenemos la clase de "Familitos", que es yoga en familia, y las fiestas temáticas, en las que las familias hacen yoga pero todas las actividades giran en torno a un tema.

En general, lo aprendemos todo y nos olvidamos de lo principal, de las emociones. ¿Cómo vas a dirigir al resto del mundo si tú estás mal?

¿Cómo se estructuran las clases?
Judith:
Trabajamos lo mismo que en una clase de yoga para adultos. La clase empieza con tres "oms",  para traer a los niños al espacio. A partir de este mantra, hacemos un saludo al sol, calentamiento de cuerpo, un juego para practicar las posturas, algún juego de respiración en el que les enseñamos a los niños a ser más conscientes de respirar –siempre a través del juego, con pelotas de ping pong, plumas, pañuelos, soplando burbujas...– atención, concentración y relajación. También hacemos una charla del corazón, para descubrir las emociones del niño, cómo le ha ido el día, qué siente, qué pasa a través de su corazón.

¿En qué consiste la charla del corazón?
Maria:
Hablamos con los niños sobre sentimientos y los compartimos. Es algo muy importante porque los niños ven que no es algo que les pasa a ellos solos, por ejemplo, que no es nada malo que se hagan pipí en la cama o que tengan miedo de noche…

Judith: Intentamos que exploren sus emociones. Por ejemplo, si alguien en una clase pega a otro niño paramos la clase y debatimos qué ha pasado, qué han sentido, si nos gusta o no nos gusta algo, si nos emociona…

En general, imagino que las clases tienen que ser muy movidas.
Maria:
Es normal que los niños se desmadren, juegan, es su naturaleza, los niños son así. Unos necesitan más atención, otros no hacen caso…

Judith: Ahora está muy de moda decir que los niños son hiperactivos. Hay mamás que llegan y dicen “mi niño es hiperactivo” y yo les digo “pues todos los niños que tengo dentro de la sala son hiperactivos, porque la mamá anterior también me ha dicho que su niño es hiperactivo y la próxima mamá que venga me dirá lo mismo…”  La intención es escucharlos, atenderlos, observarlos, dejarles un poco la semillita de lo que hacemos, de la práctica del yoga.  No hacemos milagros, tampoco.

Seguro que la mejora se ve con el tiempo.
Judith: Sí, se nota con la práctica, sobre todo en los niños que van regularmente a yoga como extraescolar. El yoga es práctica, es continuo, tanto para adultos como para niños. Si no lo practicas y no le dedicas tiempo, cuesta que tu cuerpo se acostumbre. Es como un idioma, tienes que estar ahí, dedicarle tiempo, observarte, practicarlo y ver qué ha salido.[pagebreak]

Por lo que contáis, las clases son un momento de diversión para los niños.
Maria:
Sí, nuestras clases son muy divertidas. Los niños vienen a jugar y se lo pasan muy bien.

Judith: En las clases en familia a los padres siempre les digo antes de empezar: “aquí los padres trabajan”. El niño a veces se despista, pero los padres, que ya estamos más o menos construidos y seguimos las reglas y normas, intentamos seguir la clase. Los niños, a partir de ver a los padres en otra situación, haciendo el perro, el canguro, el caballo, posturas de animales, una mesa, una silla, ven que también saben jugar. Se dan cuenta de que los padres se lo pueden pasar bien, que se ríen, bailan...

A los niños les sorprenderá ver a sus padres en este contexto.
Maria:
Sí, porque los padres siempre estamos machacando, "venga vístete, come, corre, al cole…" En las clases de yoga, ven que están relajados, están riendo… Es muy bonito y une a muchas familias. A veces viene una madre y nos dice “mi hijo de 9 años, hace cinco años que no viene a abrazarme y acabamos la clase abrazados”. Por ejemplo cuando hacemos relajación, los niños despiertan a los padres con un beso. Eso a muchos padres les hace ilusión. A veces los niños se van haciendo mayores y se separan. Es bonito volver al vínculo.

Judith: Y a partir de ese vínculo se crea como una comunidad. Si estamos entre familias, al final acabamos la clase con un abrazo, somos una comunidad. Fomentamos la idea de compartir y apoyarnos entre todos, porque muchas veces las familias y los niños vivimos las mismas situaciones, tenemos los mismos problemas, la misma cotidianeidad.

¿Os cuesta que los niños participen y "entren" en la clase?

Fomentamos la idea de compartir y apoyarnos entre todos, porque muchas veces las familias y los niños vivimos las mismas situaciones, tenemos los mismos problemas, la misma cotidianeidad

Judith: La primera vez que los niños lo prueban a veces se quedan sentados mirando qué está pasando, qué están haciendo mis papás, el "om"… Pero, de repente, hacen un “clic” y entran. Hay niños que durante la clase pueden estar sentados y mirarte pensando qué está pasando. Es muy importante respetar su tiempo y su momento. Igual luego salen, van a casa y, con su madre, repiten todo lo que han visto en la clase. Y entonces ves que algo queda. Tampoco podemos pretender el niño vaya a aprender tal y tal cosa. No, el niño lo va a experimentar y lo va a ir sacando poco a poco, no es inmediato.

Maria: Se les quedan cosas, a veces te cuentan alguna madre que el niño le ha dicho: “Mamá, relájate, respira…”. El niño entiende qué es el estrés. Y si creces con esto aprendido, tienes muchísimo ganado.

Imagino que habrá días más difíciles y que os tendréis que estar adaptando constantemente en función de cómo estén los niños.
Judith:
Sí, siempre tenemos estructuradas nuestras clases y preparadas. Cuando llega la hora, no sabes con qué te encontrarás. Y más en el yoga en familia. A veces están rebotados. Quizás un día de lluvia, como nos pasa a los adultos, o un día nublado… Puedes llevar una clase muy bien preparada, con el material más chulo que pueda existir y nadie te hace caso… Entonces tienes pararte y tratar de detectar qué quieren los niños. Que quieren correr, pues nada, ¡a correr todos! Que están cansados y quieren estirarse en la esterilla y escuchar un cuento o hacer un masaje, algo de concentración… Siempre hay que estar sensible y adaptarse.

Es un trabajo duro, pero seguro que compensa.
Maria: Es difícil pero, a la vez, muy gratificante. A veces estás preocupada por un niño “complicado”, que no te hace ni caso, y luego llega un día y te da un abrazo… Compensa totalmente.

Judith: Yo he dejado varias clases de adultos. Los niños están presentes, es algo que busca el yoga el vivir el aquí, el ahora. Cuando llega un niño está más que puro. No necesita nada, vas guiándolo y ofreciéndole alternativas. Los adultos, en cambio, llegan a la clase, se sientan y ves una nube sobre ellos. Por más que les hables ves que están tensos, por más que les digas “relaja tu cuerpo”, están con los hombros pegados a la orejas. A media clase van soltando. Pero claro, piensan en qué tienen que comprar en el súper, en el alquiler, los problemas de trabajo, las relaciones, la familia... Tenemos mucha carga.

Maria: En el caso de los adultos, es importante que vean que el yoga compensa. Una clase es solo una hora y media de tu tiempo y te llevas una tranquilidad y el saber que puedes parar ese rato, que sales y el mundo no se para.  Cada vez más gente entiende que todo lo que nos pasa fuera es porque viene de dentro. El yoga te ayuda mucho.

Aparte de dar clases en centros de yoga, también las dais en colegios. ¿Creéis que el yoga podría formar parte de las materias que se imparten en horario lectivo?
Maria:
Nuestra ilusión sería que el yoga entrara en el currículum escolar, es nuestro sueño, porque creemos que los niños deberían aprender yoga, escuchar sus emociones, aprender a relajarse y ver las cosas diferente. Es una parte muy importante de la persona. En la sociedad en general, lo aprendemos todo y nos olvidamos de lo principal, de las emociones. ¿Cómo vas a dirigir al resto del mundo si tú estás mal?[pagebreak]

¿Tenéis alguna experiencia de cómo funciona el yoga con niños que padecen algún tipo de discapacidad?
Judith: Yo colaboro con una asociación que trabaja con niños con autismo, Síndrome de Down, problemas de movilidad, alguna discapacidad psíquica o fisiológica.  Hemos aplicado el yoga abierto, no es una clase de adultos. Hay chicos que te atienden cuando subes una mano y, después de tres minutos, la suben ellos. El yoga para niños es igual para todos. Creemos que todos los niños son capaces de hacerlo todo. Les estimula mucho, por ejemplo, que los padres les den la oportunidad de trabajar en una clase con niños “normales” y que puedan hacer lo mismo.

Hay niños que son mucho más lentos en caminar, o que son  más tímidos… Pero bueno, a mí me tocó ser la tímida, a ti te tocó ser el social, al otro el organizado… Cada niño tiene su forma ser, pero al final todos pueden desarrollar las capacidades que proponemos y jugar nos gusta a todos. Cuando hay un problema de movilidad por ejemplo va muy bien apoyarlos, reforzar el vínculo, tocarlos. Estos niños necesitan mucho contacto. Y eso es lo que nosotras proponemos también.

Maria: A veces a los hermanos es a los que más les cuesta el vínculo con este tipo de niños. En las clases aprenden que todos somos un equipo y tenemos que apoyarnos unos a otros.

Aparte de las clases a niños y en familia, también dais cursos para formar a profesores.
Judith:
Sí, cuando surgió el proyecto Yoguitos, había profesores de yoga para niños pero que compaginaban diferentes tipos de cursos: yoga para adultos, para niños, para embarazadas… No se concentraban. El objetivo de Yoguitos es concentrarnos con los niños. Unos amigos me comentaron que unos conocidos daban una clase con niños, pero no fluía y me preguntaron si me animaría a dar clase.

Maria: Y nos animamos. Hicimos un manual de Yoguitos, pusimos en papel todos los juegos, las técnicas que practicamos en la clase…

Judith: Para nosotros fue un poco recopilar lo que hacemos, ver qué funciona y qué no funciona. Hay mucha gente en EEUU Reino Unido, Portugal, México que desarrollan técnicas. Nosotras vamos recopilando técnicas de varios maestros, vemos actividades que se pueden hacer con los niños, recuperamos juegos de cuando éramos niñas… La formación para profesores sirve para reencontrarte con tu niño interior, sacarlo a la vida y ponerlo a jugar. Es un curso para tocarte, para ver cómo estás. Son cosas que yo aplico en mi vida diaria o en mis clases de yoga para adultos. Técnicas que te hacen ser más consciente en tu vida diaria, por ejemplo, el preguntarte “¿cómo me siento hoy, cómo está mi corazón, cómo está mi cuerpo?” Estas técnicas que son del yoga, las revives en el día a día.

Maria: Llevamos ya cuatro cursos de formación y, para nosotras, cuantos más profesores haya mejor, porque más niños tendremos aprendiendo yoga por todos lados.

Judith: Es un curso que nos divierte mucho y los alumnos que han hecho nuestro curso forman parte de la familia. Compartimos material, nos ayudamos unos a otros. Cuando una clase nos ha ido mal, a veces nos llamamos y hacemos un poco de terapia.

Si quieres saber más sobre Yoguitos y las actividades que organiza, visita su blog o su página en Facebook.

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