Los perros protegen frente al eccema atópico a los niños
Estudios científicos han probado que los animales y el contacto con la naturaleza reducen el riesgo de que los niños desarrollen alergias.
Los investigadores han descubierto que la compañía de los perros protege a los niños frente al eccema atópico y otros síntomas de alergia. Al parecer los perros favorecen la constante confrontación del sistema inmunitario de los niños con alergenos y bacterias, lo que favorece su maduración y desarrollo.
Existe una relación directa: cuantos más perros hay en el hogar, más reduce el riesgo de desarrollar una alergia. El estudio realizado por el equipo del Helmholtz-Zentrum de Munich sugiere que el sistema inmunitario de los niños necesita cierto entrenamiento y que en ausencia de él el riesgo de que que aparezca una alergia es mayor.
El estudio, realizado a lo largo de unos 10 años con 9.000 niños, prueba que el contacto esporádico con animales no es suficiente. Es necesaria la convivencia. También el juego al aire libre en un entorno con plantas y tierra es protector.
La investigación es una prueba más a favor de la "hipótesis de la higiene" como explicación a la creciente incidencia de las alergias.
Según esta hipótesis, la excesiva higiene y el uso de antibióticos inhibe el desarrollo correcto del sistema inmunitario, que a falta de los enemigos reales, a los que el ser humano se ha adaptado a lo largo de miles de generaciones, acaba enfrentándose a víctimas inocentes: ácaros, pólenes o componentes de los alimentos.
El sistema inmunitario del feto es normalmente alérgico y después del nacimiento necesita exponerse repetidamente a infecciones para madurar y convertirse en sistema inmunitario adulto. Si estas infecciones –leves, a menudo sin síntomas– no se producen, el sistema inmunitario, con el fin de continuar su proceso de maduración, actúa contra agentes cuyas proteínas le recuerdan vagamente las proteínas presentes en las paredes celulares de bacterias, virus y parásitos. Estas proteínas se encuentran en el polen, el polvo, los ácaros, el pelo de los animales, los alimentos...
El estudio alemán no es ni mucho menos el primero en apoyar la teoría. Otra investigación realizada en Estados Unidos con alumnos de escuelas Waldorf, vinculadas a la cultura biodinámica y la medicina antroposófica, demostró que padecían menos alergias, seguramente porque las familias y los médicos con este enfoque evitan los antibióticos y los antipiréticos si no son absolutamente necesarios.
Otras investigaciones muestran que en los países tropicales, donde las infecciones con parásitos intestinales son más frecuentes que en Europa, las enfermedades alérgicas y autoinmunes son raras.
La creciente incidencia de las alergias también se relaciona con la contaminación, que sobrecarga el organismo humano con sustancias irritantes y favorece la reacción inmunitaria a los alergenos. Los agentes tóxicos se pegan al polen y al polvo y éstos son considerados como una amenaza por el sistema inmunitario, que aprenderá a protegerse de ellos.
Se sabe que el contacto con sustancias contaminantes durante el periodo fetal o durante la infancia predispone especialmente a sufrir problemas de tipo alérgico en la edad adulta. Así, la influencia de los contaminantes presentes en el aire sobre todo los residuos de la combustión de los automóviles, de los plaguicidas impregnados en los alimentos y de los productos químicos utilizados en los tejidos, puede ayudar a comprender el espectacular crecimiento de las alergias en las últimas décadas.
Hasta ahora se han clasificado más de 300 compuestos capaces de provocar alergia en el lugar de trabajo y la continua creación de sustancias artificiales permitirá descubrir nuevos alergenos cada día.