Naturismos sobre EL LOBO
LAUDATIO LUPI
Demasiado odio, primario y por tanto manifiestamente incontrolado e incontrolable, pesa más, todavía, en el otro plato de la balanza. Estos aforismos y haiku quieren sumarse a los contrapesos que, algo más emocionalmente sensatos, mantienen una cierta confianza en equilibrar la situación. Convencido estoy de que, algún día, conseguiremos convencer a los enemigos de lo poco salvaje que nos queda, de que los lobos son compatibles con los usos tradicionales del paisaje. Acaso, incluso, de que fuimos capaces de no devorarlo todo. Por eso -y tras escarbar en cien cuadernos- entresaco estos intentos de comprender que alguna vez escribí y que ahora junto, como si de un rebaño de merinas se trataraTras tanta persecución hay no poca envidia a la sigilosa invisibilidad, a la destreza del proscrito que come lo mismo que nosotros y, tantas veces, se nos adelanta.Los lobos cuando se sienten heridos de muerte levantan orgullosos su cola –que en el lenguaje de estos cánidos salvajes significa liderazgo y confianza en sí mismo – y se retiran altivos para morir en algún apartado lugar. Aproximadamente así describe Alfredo de Vigny, en un olvidado poema, una de las facetas más desconocidas... (y añado) e intensas de un animal que es la intensidad misma. (De mi prólogo, el primero que escribí (1978), al libro Julie y los lobos, de Jean Craighead George)
Espartanos por su resistencia y austeridad. Espartanos en las Termópilas por el número de sus enemigos.
Solo es cruel la crueldad cuando es innecesaria y se es consciente de estar siendo cruel.
Los lobos podrían darnos maestrías de postgrado en materia de cooperación, solidaridad intraespecífica y hasta de altruismo.
Rígida jerarquía, dominio de los dominantes, sí, pero el alfa será el primero a la hora del sacrificio e incluso ofrecerá a los suyos una muerte altruista.
La manada de lobos fundamenta la pertenencia a un rango mayor de asociación coordinada.
Pocas, o ninguna, prole mejor cuidada que la de los lobeznos.
Si quieres autenticidad, libre belleza, transparencia y algo de esa aventurada primera emoción, busca lugares donde escuchar el aullido del lobo.
En su mirada se mira lo más libre, limpio y bello que nos queda. Imprescindible para un país torturado por lo encadenado, sucio y feo.
Los lobos enseñan algunas de las lecciones más olvidadas.
Pertenecer a lo poco ileso que nos queda exige conductas y destrezas hace ya mucho tiempo olvidadas por casi todos nosotros.
Algunos tenemos el privilegio y, acaso, la inmerecida suerte de que lo salvaje alimente nuestra serenidad.
Poco, o nada, ahora mismo más necesario que el lado no domesticado del ser humano, su desobediencia a las tiranías de la prisa y la comodidad, esa que practican los lobos.
No solo el lobo,
todo lo salvaje está
desmoronado.
Estoy seguro de que los lobos se ríen de aquello de que ocupan la cúspide de la pirámide ecológica. Está tan rota que ya nadie puede mantenerse allí. Nosotros, muy pronto, tampoco.
Aunque mata algunos chivos seguramente nada, ni nadie, ha sido tan chivo expiatorio como el lobo.
Escuché, pocas, pero sí algunas veces, el aullido del lobo. Comprendí que es un himno de rebeldes cantándole a la libertad.
La huella del lobo es, de todo lo que escriben los animales de nuestro derredor, la lectura más emocionante que he practicado.
Hubo, y todos sabemos quien fue, que dijo este bello poema:
FRATELLO LUPO
Los disparos silencian paisajes enteros...Pero los que ahogan, para siempre, el aullido del lobo rompen también los tímpanos de la memoria.
La domesticación domestica, la libertad de lo espontáneo libera. Me lo acaba de decir un lobo. Lo juro.
¡¡GRACIAS Y QUE LO POCO QUE NOS QUEDA DEL LADO SALVAJE OS ATALANTE!!
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