Orden y simplicidad
Una de las claves para estar a gusto en casa es tener pocas cosas y bien organizadas.
Mantener el orden en la casa no es solo una necesidad psicológica. Es también una manera de evitar que los enseres se amontonen y estropeen, alargando su vida útil. El consumismo actual provoca que familias más pequeñas que las de antaño necesiten casas más grandes para meter un montón de cosas que no necesitan. Aprender a guardar lo realmente valioso, pensárselo dos veces antes de traer algo nuevo a casa y apreciar el espacio y la simplicidad como lujos mayores que los objetos mismos, puede reducir de manera significativa nuestro impacto ambiental.
Eliminar lo que no hace falta
El primer paso para llevar el orden al hogar o la oficina es cribar las cosas que ya no se necesitan. A veces se produce una resistencia emocional a desprenderse de un objeto porque lo hemos contaminado de recuerdos y sentimientos. En otros casos los conservamos simplemente porque un día se nos ocurrió pagar por ello o porque alguien nos lo regaló. Preguntarse si se ha utilizado o se le ha prestado atención al objeto en cuestión puede ayudar a discriminar.
Una vez hecho este trabajo interior, dispondremos lo que haya de salir de la casa en cajas de cartón con distintos destinos: contenedores azul, verde y amarillo, centro de recogida selectiva para los residuos más contaminantes (como aparatos electrónicos), ropa para tienda de segunda mano o de ONG, juguetes... Ante los objetos con más impacto, como los hechos de plástico, debiéramos tener siempre en mente la posibilidad de encontrarles un nuevo hogar, pues siempre será mejor destino que la incineradora municipal.
Organizar para encontrar
Es el siguiente paso. Lo más probable es que las cosas hayan ido encontrando un acomodo en la casa en lugares al azar, pero es muy conveniente que estén en uno elegido conscientemente, de manera que resulte sencillo encontrarlas cuando las necesitemos. Solo hay que aplicar la lógica: las que se utilizan más a menudo se colocan en los lugares más accesibles y las que salen de su escondrijo una vez al año –los adornos navideños, por ejemplo– en altillos y trasteros.
Es importante que las cajas sean de materiales ambientalmente aceptables. En tiendas y supermercados pueden facilitar cajas de cartón en buen estado, siempre preferibles a los contenedores de plástico. Estos emiten sustancias y gases que pueden alterar el color de la ropa o de las fotografías guardadas.
No hace falta disponer de innumerables bienes para recurrir al ordenador como ayuda en el orden doméstico. Si creamos un documento en el escribimos todo lo que tenemos y que no usamos a diario junto con el lugar de la casa en que se encuentra, no perderemos tiempo ni los nervios cuando necesitemos encontrar algo (otro tema es el orden dentro del propio ordenador).
Tras ordenar la casa no sólo nos sentiremos mejor con el espacio recuperado, sino que habremos aprendido muchas cosas para no caer de nuevo en la trampa de los trastos.
Tu casa es como tú eres
Es como el huevo y la gallina. La casa refleja la auténtica naturaleza de sus habitantes y éstos acaban siendo como sus casas son. O sea que si se trata de conseguir mayor bienestar se puede empezar por la casa o por uno mismo. El resultado al final será similar.
Los expertos en feng shui, el milenario arte de crear espacios para vivir y trabajar, aseguran que las habitaciones recargadas de objetos resultan extenuantes. Recomiendan la simplicidad y tener en cuenta los efectos sobre el ánimo de las formas y los colores.
El tópico dice que la casa cuanto más grande mejor. Es simplón. En realidad el tamaño implica trabajo, complicaciones y despilfarro de recursos naturales. Aprender a vivir en un espacio suficiente con la cantidad mínima de cosas es mucho más atrayente.