La vida es peregrinación

29.3.2013
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El ritual de la peregrinación existe en las culturas más alejadas en el tiempo y en la distancia.

Peregrino en el Camino de Santiago

Aunque siempre ha tenido un sentido religioso, en nuestra sociedad la peregrinación toma carácter de viaje de plenitud. La motivación religiosa permanece, pero en muchos casos el destino viene dado por una elección personal, en lugar de estar determinado por un mandamiento religioso. De todos modos se espera una transformación íntima, un aprendizaje. Incluso los turistas que recurren al cómodo viaje organizado anhelan descubrir algo valioso en las ruinas de antiguas civilizaciones, en las costumbres de otros pueblos o en el simple abandono de la rutina.

La llamada

Una condición para que el viaje ayude a crecer es que vaya precedido de una buena dosis de motivación. Los peregrinos siempre han hablado de la inquietud inicial, de la necesidad de escapar del entorno habitual porque de pronto les parecía pobre y limitado. La vida cotidiana se siente insatisfactoria —rutinaria, vacía de sentido— y surge el ansia por gozar de nuevas experiencias. 

A menudo el viajero-peregrino es vanidoso y emprende el camino pensando en todo lo que podrá explicar a su retorno. Esto vale no sólo para quienes creen que el objeto de su peregrinación es algo sagrado, sino también para quienes se dirigen hacia “algo”, sea un paraje natural, una cultura exótica o una ciudad cargada de monumentos. 

Pero la pureza de las motivaciones iniciales, o la acumulación de conocimientos, no valen tanto como mantener durante el viaje una actitud receptiva y sensible, pues puede ocurrir que los tesoros, estando justo al lado, pasen desapercibidos. 

El camino 

Peregrino es, etimológicamente, quien camina campo a través (per agro, por los campos). En otros tiempos no se consideraba terrible morir durante la peregrinación. Sin llegar a ese extremo, cabe aceptar, como parte de las pruebas que el viajero debe superar para alcanzar su meta, crisis y contratiempos de todo tipo. Ha de estar abierto a lo imprevisto y mostrarse confiado, aunque lo que exigen las costumbres actuales  sea tenerlo todo bajo control, desde las estancias para cada noche hasta el día y la hora de regreso, lo cual no es más que una manera de llevarse consigo la seguridad del hogar.

Durante el viaje no es extraño que aparezcan trastornos físicos —desarreglos intestinales o fiebres inexplicables, por ejemplo— y sobre todo dudas acerca de lo que se está haciendo. En el lenguaje de los sueños, así como en los mitos y las leyendas, el viaje significa la penetración en el ámbito inconsciente. El viaje es siempre exterior e interior. Asaltan dudas sobre el sentido de la vida que se llevaba antes de partir y sobre si es posible cambiar el rumbo. 

El peregrino se da cuenta de que debe romper urgentemente con algunas cosas porque siente que no vive plenamente. Las preguntas se agolpan y no queda más remedio que buscar respuestas revisando las creencias y desempolvando la imaginación. En este estado, de pronto la vida cobra una intensidad inusual. Cada visión, cada gesto y acontecimiento se experimentan con todo el alma, como si fueran pistas para salir de un laberinto (imagen universal de la peregrinación). Las leyendas y los símbolos que acompañan toda peregrinación ayudan a adentrarse en las capas más profundas de la psique, removiendo allí contenidos dormidos. Todo ello hace posible un pequeño o un gran renacimiento psíquico.

La llegada

En casi todas las tradiciones la peregrinación se acompaña de sufrimiento físico. A menudo se interpreta comercialmente —un sacrificio a cambio del favor divino— pero en realidad expresa el drama interior, antesala del gozoso reencuentro con uno mismo.

La peregrinación somete a prueba los planos físico, mental y espiritual, favoreciendo la comunicación entre ellos para que se integren, para que lleguen a ser uno: esa es una de las metas del viaje. 

El destino material es un lugar sagrado o un enclave al que se ha otorgado un significado personal profundo. Desde el punto de vista religioso, el centro de peregrinación es un centro del mundo, un sitio donde se unen la tierra y el cielo. Este centro puede ser descrito como una virtud o estado espiritual. Así tenemos la Gran Paz de los chinos, la Tranquilidad de los hindúes, la Verdad, el Conocimiento, la Inmortalidad o la Iluminación. 

Pero puede ocurrir que al final, cuando se alcanza el lugar deseado, resulte enormemente frustrante, pues la experiencia anhelada no se produce. Entonces hay que entrar en el laberinto interior de nuevo, aprovechar las enseñanzas del viaje para hacerse una pregunta más clara y peregrinar de nuevo hacia la respuesta. 

En la mayoría de los casos la llegada a la meta se experimenta con una gran satisfacción. Quizá no se haya alcanzado la Iluminación, pero se habrá conquistado una etapa del camino. Habrá que recuperar impulso y decidir el próximo destino.

El regreso

Se espera de la peregrinación que produzca una transformación. En menor o mayor medida se ha cambiado, ya no se es la misma persona. La vuelta a casa, a la vida cotidiana, es la última prueba. Si la experiencia ha sido un éxito, se goza de mayor comprensión de uno mismo, se es capaz de compasión hacia los demás y se ve con mayor claridad cuáles son los ingredientes esenciales de la vida. Por eso resulta sencillo realizar los cambios necesarios para que el día a día no vuelva a convertirse en una trampa.

Quienes se han sentido realmente transformados por una peregrinación aseguran que, en realidad, la meta estaba más cerca. A veces hay que ir muy lejos para comprender que el tesoro está en casa, en las personas que nos rodean y en uno mismo. Al fin se entiende que la peregrinación auténtica es la vida: parte del nacimiento, se adquiere sabiduría con el paso de los años y culmina al reconciliarse con su final, tras haber vislumbrado las realidades que van más allá de los intereses personales. La peregrinación no es más que un símbolo de la propia vida, pero comprenderlo no hace que el viajero se detenga... 

Lugares de peregrinación

El itinerario del viaje puede elegirse entre los muchos trazados por las tradiciones espirituales en todo el planeta. Los hay familiares o exóticos. Los últimos resultan más atractivos por lo novedoso y quizá pueden favorecer en mayor medida el encuentro con uno mismo, al provocar el enfrentamiento con lo que resulta extraño y a la vez se intuye lleno de sentido. ..Lo cercano y familiar —como las romerías que acercan a ermitas y criptas— suele resultar menos atractivo. En este caso, el reto es vencer los prejuicios que separan de lo que es más propio. El destino puede ser también una elección absolutamente personal: un lugar relacionado con la vida de una personalidad que se admira, un enclave natural maravilloso, un sitio donde se disfrutó en la infancia...


Delfos.
La función creadora de comunidad de las peregrinaciones era patente en Delfos, centro religioso, cultural y político del mundo griego. Aunque hoy acuden los turistas que peregrinan de ruina en ruina arqueológica —en este caso el templo de Apolo—, allí puede comprobarse como los lugares sagrados se establecen en lugares de gran belleza natural y a menudo en torno a manantiales, una gruta o una caverna. A Delfos, como a Eleusis, se acudía para consultar los oráculos.


Fuentes del Ganges. En la cima de los Himalayas se encuentran las fuentes del Ganges, río sagrado de la India por excelencia. Los peregrinos consideran que allí es posible el contacto con la pureza divina. Los sadhu, ermitaños dedicados a la búsqueda interior, deambulan sin prisas de fuente en fuente, en un peregrinar perpetuo.


En el monte Kailash (6.714 m), también en el Himalaya, nacen otros cuatro ríos sagrados: el Indo, el Brahmaputra, el Karnali y el Sutlej. Tal prodigio geográfico lo ha convertido en el centro del mundo para hindúes y budistas. Los tibetanos dicen que en su cumbre habita un matrimonio de dioses. Los hindúes lo consideran el trono de Shiva y Devi. Junto a la montaña hay dos lagos, el Manasarovar, que simboliza el Sol y la conciencia, y el Rakas Tal, lago de la Luna y y las fuerzas invisibles.  Los peregrinos, que deben rodear la montaña varias veces, recogen agua del primero porque se considera un elixir vital.


Benarés. Allí el dios Shiva se manifestó y vivió como un asceta. Para el hinduismo, el peregrinaje o yatra es algo tan esencial que casi cualquier lugar de la India es considerado suficientemente sagrado como para constituir un centro de peregrinación. Los occidentales que pisan Benarés sienten cómo se tambalean sus cimientos al comprobar que allí la muerte no es un tragedia ni se oculta. Los peregrinos acuden a la ciudad de la luz a morir y a ser incinerados en la orilla izquierda del Ganges con la esperanza de escapar del ciclo de reencarnaciones e ingresar en el mundo feliz de los antepasados, en la orilla derecha.


Lhasa. En el budismo los lugares de peregrinación lo son a causa de la veneración de una figura de Buda. La capital del Tíbet, Lhasa, y su Palacio de Potala, reciben multitud de peregrinos. En China los destinos son montañas —Putuo, Wutai, Emei o Jiuhua, entre otras— donde se veneran figuras de Buda. Otro centro principal de peregrinación es Bodgaya, la ciudad de la India donde Buda se iluminó. Allí se encuentran un descendiente del árbol bajo el cual Buda permaneció meditando siete semanas y un templo erigido en el siglo VII.


Cholula. Desde el siglo X al siglo XVI fue el centro de peregrinación universal de muchos pueblos americanos porque allí se manifestó el dios Quetzalcoatl. Hoy continúa siendo un destino sagrado, pero se venera la Virgen de los Remedios. A los santuarios americanos no acudían peregrinos individualmente a pedir favores personales, sino que eran centros de concentración masiva, donde se deseaba propiciar la buena marcha de los intereses colectivos. Las cuevas, las rocas aisladas, los picos y las corrientes de agua eran considerados moradas de poderosas deidades y espíritus. Otros santuarios mesoamericanos son Cozumel, dedicado a la diosa Ix-Chel, e Iztanal, morada de la diosa Itzamat-ul, ambos en la península del Yucatán.


La Meca. Los místicos musulmanes afirman que la peregrinación o hadaj a La Meca consiste en "atravesar los siete valles para llegar a ser quien se es". En el centro mismo de la ciudad musulmana de La Meca se levanta un edificio cúbico, la Kaaba, cubierto con una cortina negra, el color del firmamento y de la sabiduría. En una de sus esquina se encuentra un meteorito, una piedra procedente del cielo. El peregrino da siete vueltas alrededor de la Kaaba y cada vez que pasa por delante del meteorito se detiene para besarlo o tocarlo. Este rito reproduce lo que ocurre a escala cósmica: el eterno giro de las  estrellas en torno a la Polar o Alrukaba. Luego se realiza la "peregrinación pequeña", que consiste en recorrer siete veces el pelado valle que separa las colinas Safa y Marwa antes de entrar en la llanura de Arafat, donde está la Montaña de la Gracia y el monolito blanco que recuerda el lugar donde Adán y Eva volvieron a juntarse tras la expulsión del Paraíso. Allí los peregrinos permanecen desde el mediodía hasta el ocaso ante la faz de Dios.

El camino de Santiago



Es la gran ruta europea y peninsular. En los últimos años es concurrida por muchos peregrinos de ánimo deportivo o por turistas gastronómicos, pero en cualquier caso recorrer sus 1.000 kilómetros a pie o en bicicleta es una aventura que requiere resolución personal y una motivación íntima genuina. 

La sensación de formar un gran pelotón en la misma dirección proporciona uno de los regalos de toda peregrinación: sentirse unido al grupo, al resto de seres humanos que están en la misma búsqueda. 

El camino propicia los encuentros con personajes de todo tipo (interesantes, simpáticos y empalagosos, de todo hay) y está repleto de símbolos culturales para quien quiera viajar a través de ellos. 

En cuanto al significado de esta peregrinación, al contrario que la mayoría de rutas sagradas, el camino de Santiago discurre de este a oeste, hacia el ocaso del sol que simboliza la muerte y la resurrección. Esto sintoniza a la perfección con la doctrina de Jesús, pero hay que recordar que el camino ya se realizaba en tiempos precristianos y que entonces terminaba en Fisterra, en la Costa da Morte, donde acuden también algunos peregrinos actuales. 

El itinerario sobre la tierra se corresponde con la Vía Láctea en el firmamento y finaliza en el campo de estrellas —Compostela, donde se encuentra la supuesta tumba del apóstol Santiago, justificación oficial de la peregrinación— lo cual da idea de la integración del ser humano en el cosmos.