Elogio del copo de nieve

2.12.2013
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El naturalista José Luis Gallego recuerda la belleza de una de sus primeras nevadas en la montaña. La imagen la pone Andoni Canela con el espectacular Parque Nacional de Ordesa, 'pintado' de blanco.

Primera nevada del año en el Parque Nacional de Ordesa. FOTO: Andoni Canela.

Algunos de los mejores haikus, esos sorbos de belleza que nos brinda la poesía japonesa, están dedicados a los primeros copos de nieve del año, ese ir cayendo pero poco que los hace en sí mismos una obra de arte, tan etérea como inalcanzable para cualquier otro artista que no sea la naturaleza. Tal es el encantamiento que produce en la mirada del naturalista la nieve inesperada.

Tengo una primera nevada para contar. No hacía frío. Estábamos en un refugio de montaña. Miraba a través de los prismáticos unos rebecos que habían bajado al río por las agujas heladas del cortado rocoso.

Absorto en la contemplación de los sarrios, no me percaté de que empezaba a nevar sobre sus lomos. Al poco, el aire entero se pobló de copos de nieve, flotando en el aire como pellizcos de algodón. Recuerdo las palabras de mi compañero Tiani: el mejor rastreador que he conocido nunca. Mirando por la ventana desde la lumbre soltó: “Parece que el aire tenga caspa”. Y eso era lo que estaba ocurriendo.

Cuando acabamos de almorzar, salimos afuera y, con las cortinas de la niebla descorridas, alzamos la mirada al frente y el paisaje recién nevado, ese mismo paisaje que habíamos dejado ahí fuera cuando entramos en el refugio antes de que empezara a nevar, aparecía ahora ante nosotros como un nuevo escenario, recién estrenado, absolutamente inmaculado. Y bello, inmensamente bello.

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