El silencio y nuestros ruidos

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“Silencio, idioma pleno,
que hable él solo"

Miguel Hernández

 

 

Un día, hace casi 15.000 millones de años, la nada rompió su silencio de mil millones de eternidades y desde entonces nada se ha callado. 

Es más, apareció el gran estruendo del tiempo que calló al silencio para siempre. 

Nada tan lleno de su contrario como el silencio. 

Resulta realmente sorprendente que exista una palabra para lo que no existe. Porque el silencio realmente no existe; incluso donde todo se calla, late y habla tu propio corazón, zumba en tus oídos lo que piensa el cerebro. Con todo hay que seguir buscando las lontananzas donde reside su pálido reflejo.

El silencio exige soledad y lo mejor de la soledad es que allí hay pocos ruidos.  

Decir silencio es romperlo. 

Cuando es tanto lo que hace ruido callarse es una elemental terapia. 

Todos escuchamos ruidos, muy pocos a los lenguajes de la Natura y casi nadie a lo que dicen los demás. 

Me acaba de decir el silencio que ama a la música y odia a la prisa.

Donde solo se escuchan los murmullos de la vida llegamos a intuir las raíces del silencio que tanto repara.

En una ocasión pasé algo más de un mes completamente solo en mis perdederos. Pasé más de tres semanas sin escuchar voz humana alguna. Ni siquiera puse la radio, una de mis pasiones, y como no tenía luz eléctrica, ni teléfono tampoco pude comunicarme a distancia con otros seres humanos y mucho menos ver la televisión. Uno de esos días de casi silencio y total soledad mientras triscaba por una pedrera con mi perro de pronto le llamé. Me estremeció escuchar mi propia voz. Me zurriagó lo excepcional que resulta el silencio de nosotros mismos, de uno mismo. Mi voz asustándome cambió muchas de mis ausencias.

Como es lo más escondido para disfrutarlo hay que esconderse.

Lo que más me ha enseñado estaba completamente callado. Contemplar paisajes debería ser la asignatura esencial.

Cuando nadie, ni tu, dice tu nombre, es decir cuando contemplas en soledad, se diluye el siempre excesivo peso de tu propia identidad. Entonces habla ese idioma pleno que apreciaba Miguel Hernández, el idioma de lo que no usa palabras.  

Mientras no se calle la prisa nada será realmente escuchado como se merecen tus palabras y nuestros tímpanos. 

Con ruido resulta imposible la comprensión, es decir la compasión, nuestra mejor aliada.

Una vieja, lenta, casi silenciosa sabiduría impregna la Natura. Allí nada, ni nadie, llama a la prisa, esa madre de todos los ruidos. 

Nada tan ensuciado como el silencio. Sobre todo desde que la prisa gobierna el mundo. La humanidad es esclava de la velocidad artificial. 

No busques silencios donde no sea todo lento, sereno, armónico. 

Las palabras calladas atruenan sin hacer ruido alguno. 

El silencio es lo que más nos acerca a la comprensión de lo que no habla, de lo que no hace ruido. Nos acerca, bastante, a lo que nos vincula con todo lo otro. A la Ttierra que calla. 

Soñemos que de vez en cuando nos acaricia una silenciosa armonía.

Si el ruido es contaminación nuestros tímpanos son el vertedero. 

Cuando solo se expresan los lenguajes sin palabras escuchas lo más parecido al placer. Y el de contemplar los casi silencios es uno de los más grandes. 

El ruido lo que más roe es la transparencia. 

El ruido forma parte del siempre mentiroso poder; el casi silencio de las soledades se acerca a la verdad.

¿Echa de menos el cosmos los silencios de la nada?