¡Cuidado con el suelo que pisas!
Los recubrimientos de suelos más usuales y baratos se elaboran a partir de subproductos de la industria del petróleo, contaminadora en todas sus fases.
Los materiales sintéticos producen daños ambientales durante su fabricación y muchos emiten compuestos orgánicos volátiles dañinos para el medio natural y para el ser humano que están en el origen del síndrome del edificio enfermo. Además, su tratamiento tras su vida útil es complicado: no son biodegradables y pueden desprender sustancias perjudiciales si se incineran. Es el caso, por ejemplo, de los suelos de PVC. El bajo precio de los productos sintéticos esconde los altos costes del daño ambiental, los riesgos para la salud y el uso de recursos naturales no renovables.
El suelo de gres o cerámica vitrificada tiene un coste energético alto y ha perdido las cualidades del barro cocido a temperaturas menores: no transpira, es más radiactivo y puede contener subproductos de procesos industriales. En Alemania y Holanda ya se fabrican hormigones con una parte de cerámica reciclada; sin embargo, en España las empresas aún están investigando esta opción. Por ahora, la cerámica usada se utiliza, tras ser triturada, para pavimentos varios.
La madera es una de las mejores opciones para los suelos siempre que se eviten los tratamientos con barnices convencionales y las colas con disolventes para fijarla. Ofrece aislamiento y confort. Las alternativas son las instalaciones flotantes o las maderas clavadas sobre rastreles. La madera puede tratarse naturalmente con aceites y cera de abeja.
El linóleo natural es la alternativa al PVC. Es un material formado de corcho y madera, que se aglomera con aceite de linaza y se coloca sobre un soporte de yute. Algunas ventajas peculiares del linóleo son que desprende un olor agradable y tiene propiedades bactericidas. Por desconocimiento, algunos comerciantes llaman linóleo al PVC, por esa razón hay que cerciorarse de que nos están ofreciendo el producto natural que hemos pedido.
El corcho, autóctono de la Península Ibérica, es un material con cualidades excelentes: tiene gran capacidad de aislamiento térmico y acústico, no se pudre, no emite vapores ni partículas tóxicas, no acumula electricidad estática y permite la transpiración. Al final del ciclo de vida, el corcho presenta una degradación óptima y, en caso de ser incinerado, no libera sustancias nocivas a la atmósfera.
Las moquetas y alfombras de lana o vegetales son cálidas, estéticamente agradables, tienen su origen en recursos renovables y requieren una elaboración mínima. El mayor inconveniente es que resultan difíciles de limpiar. Las moquetas de sisal –un arbusto subtropical– son resistentes y confortables, aunque las de yute son más suaves. Las de algas son totalmente impermeables y antiestáticas, mientras que las de coco se hacen con restos vegetales y, por tanto, tienen un impacto ambiental nulo. El suelo japonés de tatami, de fragante paja de arroz y color verde claro, es una posibilidad que se debe considerar para crear espacios destinados a la convivencia o a la realización de ejercicios físicos.
Las colas que se utilizan para fijar los suelos sintéticos están basadas en disolventes que causan impacto sobre el entorno y sobre la salud. La alternativa es utilizar grapas, clavos o tornillos para asegurar el recubrimiento elegido, sea sintético o natural. También existen colas sin disolventes, como la cola blanca de carpintero.
Los productos convencionales empleados para el acabado y la limpieza de los suelos contienen agentes contaminantes. Es el caso de los barnices convencionales utilizados sobre el parquet o el corcho, los detergentes y las espumas para las alfombras, ya que la mayoría contienen percloroetileno, un agente que a largo plazo causa daños en los órganos vitales y, probablemente, cáncer.
La madera se cuida de forma eficaz sólo con aceite de linaza y cera de abeja aplicada con papel de seda. El resto de suelos naturales se limpian con aspiradora, fregona o mopa y cepillado manual. Para limpiar la cerámica, se puede mezclar el agua con un poco de vinagre. Una alternativa natural a los detergentes para alfombras es espolvorear bicarbonato sódico, dejar que pase una noche y aspirar por la mañana.