Cromoterapia: usar el color para el bienestar físico y mental

11.12.2012
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Los colores, como herramientas terapéuticas, poseen la enorme ventaja de que podemos emplearlos en la vida cotidiana para favorecer el bienestar o recuperar la salud.

Todo lo que nos rodea produce algún efecto sobre la salud. Los alimentos que comemos, el aire que respiramos o los colores que vemos tienen influencia sobre el funcionamiento del organismo y pueden ser utilizados con fines curativos. Los colores, como herramientas terapéuticas, poseen la enorme ventaja de que podemos emplearlos en la vida cotidiana para favorecer el bienestar o recuperar la salud. Y podemos hacerlo con la garantía de que su eficacia está demostrada por la ciencia y por la experiencia de sanadores de distintas culturas a lo largo de milenios. 

El azul está vinculado a la satisfacción, el verde refleja el autorrespeto, el rojo revela autoconfianza y el amarillo indica desarrollo personal

Efectos hormonales

La teoría científica actual de la cromoterapia se basa en la acción de la luz sobre la glándula pineal, donde estimula o inhibe la secreción de determinadas hormonas y neurotransmisores. Este mecanismo explica los efectos demostrados sobre la presión arterial, las frecuencias cardiaca y respiratoria y la actividad eléctrica del cerebro. Da cuenta también de la distinción que hacemos comúnmente entre colores calientes y fríos. Los colores cálidos son estimulantes y ayudan, por ejemplo, a las personas con depresiones reactivas. En cambio, los colores fríos son relajantes y pueden utilizarse para tratar la ansiedad o la hipertensión.

El tratamiento más extendido es el que se realiza con luz blanca y brillante contra el trastorno afectivo estacional, un tipo de depresión con mayor incidencia en los países nórdicos, donde la dosis de claridad se reduce durante el invierno. El mismo tipo de luz es empleado ante la anorexia y la bulimia nerviosas, el insomnio, el jetlag y las drogodependencias.

Otro tratamiento común es el de la ictericia neonatal con luz azul. En este caso, la eficacia se basa en la capacidad de la luz para descomponer la bilirrubina. Todos los hospitales cuentan actualmente con una cuna de luz para resolver un problema que hace unos años se trataba con invasivas y arriesgadas transfusiones de sangre.

Al otro lado del espectro luminoso, la luz roja se ha mostrado eficaz en el tratamiento del estreñimiento o la cicatrización de heridas. Los atletas de élite la utilizan para mejorar su rendimiento: incrementa un seis por ciento la actividad eléctrica muscular. Esta propiedad de la luz roja está siendo investigada por la NASA porque puede ser útil para mantener en forma la masa muscular de los astronautas.

La luz rosada, en cambio, posee un efecto calmante rápido que se ha empleado experimentalmente para apaciguar el comportamiento agresivo entre prisioneros. Por contra, el amarillo induce en determinados contextos a la violencia, aunque también es un estimulante intelectual que ayuda sobre todo en el trabajo creativo.

¿Cómo actúa el color sobre el cuerpo?

Técnicamente, llamamos color a aquella parte de la radición electromagnética que resulta visible por el ojo humano y que se sitúa entre los 380 y los 780 nanómetros de longitud de onda. Pero ¿cuál es el mecanismo por el que actúa sobre el cuerpo? “La clave para entender el efecto terapéutico del color reside en la comprensión de los campos energéticos, que entran en complejas relaciones con la física y la química del entorno celular”, según un estudio publicado en la revista Evidence-based Complementary and Alternative Medicine.

Según la teoría cromoterapéutica, la luz y los colores activan diferentes procesos bioquímicos en el organismo humano. Es más, cada color actúa sobre un órgano y parte del cuerpo porque armoniza con su frecuencia vibratoria peculiar. Así se expresan los terapeutas modernos del color, pero la práctica es tan antigua como la humanidad. Se sabe que egipcios, griegos, chinos e indios utilizaban los colores. Los primeros atribuían al dios Thot el arte de la curación a través de los colores y los utilizaban mediante piedras, cristales, ungüentos y tintes. También lo hicieron los griegos. El persa Ibn Sina –Avicena para nosotros– usaba en el siglo X el rojo para mejorar la circulación, el azul y el blanco para enfriar la sangre, y el amarillo para reducir la inflamación y el dolor.[pagebreak]

Un color según el estado emocional

En la segunda década del siglo XX, lo intentó Dinshah Ghadiali, cuya Spectro-Chrome Encyclopaedia es una referencia esencial de la cromoterapia moderna. Fue el primero en referirse a la frecuencia vibratoria de los colores como agente terapéutico específico y estableció los órganos y partes del cuerpo que respondían a cada color.

Max Lüscher, profesor de psicología en la Universidad de Basilea durante la década de 1960, escribió una tesis doctoral titulada “El color como ayuda en el diagnóstico psicológico”, donde sostuvo que las preferencias personales en un momento dado revelan el estado de equilibrio o desequilibrio mental y físico. Según Lüscher, el ser humano tiene grabado en su organismo las sucesiones de días y noches, es decir, de actividad intensa y de descanso, y de luz predominantemente amarilla (día) o azul oscuro (noche). Estos colores están relacionados con los ritmos de secreción de las diferentes hormonas que gobiernan procesos fisiológicos fundamentales.

A partir de su teoría del color, inventó una prueba diagnóstica, el “test de Lüscher”, donde las elecciones del paciente muestran su estado emocional y psicosomático, y en concreto cómo se siente consigo mismo. Para Lüscher, cada color está relacionado con una categoría psicológica fundamental. El azul está vinculado a la satisfacción y las reacciones ante él expresan cómo nos sentimos con los seres queridos. El verde refleja el autorrespeto y tiene que ver con el autocontrol y la capacidad de disfrutar. El rojo revela la autoconfianza y nuestra manera de afrontar los cambios. El amarillo indica el desarrollo personal, la capacidad de hacer planes y la aptitud para las nuevas relaciones.

La posibilidad del aura

Existen teorías de la cromoterapia que van más allá de lo que la mayoría de científicos actuales están dispuestos a admitir. Azeemi y Hassan, dos físicos paquistaníes, sostienen que los colores actúan posiblemente sobre el campo electromagnético que rodea el cuerpo y del cual depende la salud y la enfermedad en el organismo físico. Esta hipótesis es coherente con los conocimientos de la medicina tradicional de la India o de China, que hacen corresponder a cada órgano y sistema energético corporal con un color. En China, por ejemplo, colocaban a las personas epilépticas sobre alfombras de color violeta y cubrían las ventanas de la habitación con telas del mismo color para aliviar sus dolencias.

Investigadores rusos e indios que trabajan sobre las propiedades más sutiles de los colores aseguran que las alteraciones cromáticas en el aura aparecen de seis a ocho meses antes de que surjan en el cuerpo las enfermedades. Por eso, explican, la cromoterapia actúa sobre los desequilibrios que están en el origen de los síntomas y posee una enorme utilidad preventiva. 

Diseño del entorno sano

Los conocimientos sobre los efectos de los colores no son únicamente interesantes por su aplicación terapéutica. En las sociedades modernas, pasamos cada vez menos tiempo bajo la luz del sol, el azul del cielo y el verde de la naturaleza, y más en espacios decorados e iluminados artificialmente.

Al cambiar el color de las paredes y alfombras de naranja a azul y gris, e instalar fluorescentes de espectro completo (luz solar), los niños de una escuela mejoraron sensiblemente su concentración

Estas circunstancias debieran llevarnos a pensar en el impacto que pueden producir los colores en la vida cotidiana. Harold Wohlfarth, presidente de la Academia Alemana de la Ciencia del Color y profesor en la Universidad de Alberta (Canadá), ha llamado la atención sobre los efectos que la luz y los colores pueden tener, por ejemplo, en los niños. En un estudio realizado en una escuela de menores comprobó que al cambiar el color de las paredes y alfombras de naranja a azul y gris, e instalar fluorescentes de espectro completo (luz solar), los niños mejoraron sensiblemente su comportamiento y su capacidad de concentración.

Mientras la corriente médica principal utiliza una mínima parte de las posibilidades de la cromoterapia y la mayoría de las personas sólo consideran los colores desde el punto de vista estético, las grandes empresas ya están explotando su potencial. Multinacionales como la transgénica Monsanto, la automovilística General Motors o la petroquímica DuPont han recurrido al mayor experto mundial en psicología del color, Faber Birren, para que los consumidores sientan atracción por sus productos. El color es seguramente el aspecto más decisivo de la publicidad subliminal. 

Sin embargo, Birren, que falleció en 1988 a los 88 años, después de cinco décadas investigando el color, creía que sus conocimientos serían mucho más beneficiosos para la sociedad si fueran utilizados con fines terapéuticos y a favor del bienestar general. “Los médicos todavía creen más en las inyecciones y las pastillas que en instrumentos como los colores”, dijo. Estaba convencido, por ejemplo, de la utilidad de los colores para tratar las enfermedades mentales.

Elegir los colores que vestimos, los de las paredes, suelos y techos, los muebles o la pantalla del ordenador son sólo algunas materializaciones de la cromoterapia que están al alcance de todos, enfermos y sanos. No es exagerado afirmar que a través de una elección consciente del color podemos mejorar sustancialmente el mundo en que vivimos.

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