La economía digital y con huella de carbono cero también es muy contaminante
La demanda de metales raros aumentará a medida que avancemos hacia una economía con huella de carbono cero.
Cosechamos siete veces más energía del viento y 44 veces más energía del sol que hace una década. Parecen buenas noticias, pero estas energías que parecen limpias (y lo son más que los combustibles fósiles, desde luego), precisan de baterías para almacenar esta energía. Y las baterías necesitan metales raros. Extraerlos de la tierra no es algo que se pueda hacer sin consecuencias ambientales. Lo explica el periodista Guillaume Pitron en su libro The Rare Metals War. Las cifras son crudas.
Cambiar el modelo energético significa duplicar la producción de metales raros cada 15 años, principalmente para satisfacer la demanda de imanes no ferrosos y baterías de iones de litio. "A este ritmo", escribe Pitron, "durante los próximos 30 años necesitaremos extraer más minerales de los que los humanos han extraído durante los últimos 70.000 años".
Antes del Renacimiento, los seres humanos habían encontrado usos para siete metales. Durante la revolución industrial, esto aumentó a una mera docena. Hoy, hemos encontrado usos para los 90 y pico de ellos, y algunos son muy raros.
El neodimio y el galio, por ejemplo, se encuentran en el mineral de hierro, pero hay 1200 veces menos neodimio y hasta 2650 veces menos galio que hierro. Pitron nos escribe sobre una mina abandonada en el desierto de Mojave, sobre los lagos tóxicos y las áreas afectadas por el cáncer de Baotou en China, y sopesa el terrible precio de refinar los materiales, combinando hábilmente el periodismo de investigación con conocimientos de ciencia, política y negocios.
Pitron explica cómo China ha trabajado para controlar la transición energética y digital de su economía. Ahora controla el 95 por ciento del mercado de metales de tierras raras, fabricando entre el 80 y el 90 por ciento de las baterías para vehículos eléctricos, dice Pitron, y más de la mitad de los imanes en turbinas eólicas y motores eléctricos.
Hoy en día, el 10% de la tierra cultivable de China está contaminada por metales pesados, el 80% de sus aguas subterráneas no son aptas para el consumo y la contaminación del aire contribuye a 1,6 millones de muertes al año allí, según Pitron. El desastre no sería posible si los países occidentales no hubieran subcontratado sus propias actividades industriales, creando un planeta dividido "entre los sucios y los que pretenden ser limpios".
Tal como están las cosas, los países occidentales dependen de las materias primas chinas y de su producción industrial. Para el 2040, en nuestra búsqueda de una conectividad cada vez mayor, necesitaremos extraer tres veces más metales de tierras raras, cinco veces más telurio, 12 veces más cobalto y 16 veces más litio que ahora.
La ruina ecológica de China y el dominio tecnológico global avanzan al unísono, imparable, a menos que Occidente y otros comiencen a extraer metales raros en Brasil, Estados Unidos, Rusia, Turquía, Sudáfrica, Tailandia, en la Francia natal de Pitron o en España. Así, al menos, los ciudadanos podremos luchar por procesos más limpios de manera consecuente. Nada cambiará si no experimentamos "el costo total de alcanzar nuestro estándar de felicidad", dice con rotundidad.