Los problemas del mundo
Todos los sistemas d
Todos los sistemas de la Naturaleza son flujos, y como el flujo de un río, modifican sus orillas al fluir. Puesto que los flujos están controlados por las orillas, por sus contornos, se establece una interacción permanente entre el flujo y sus controles.
La vida es la búsqueda de la energía: Un ser vivo es una máquina termodinámica que busca energía sin parar. Puesto que toda máquina se degenera con el funcionamiento, parte de la energía adquirida se emplea en rehacerse, y propagarse.
El ser humano es más una de estas máquinas, que ha desarrollado una capacidad de proceso de información muy superior a las demás, y así las supera a la hora de la captura de energía. Tanto, que amenaza con eliminar a las demás, al menos, a las demás de su propia escala espacial, de su propio tamaño.
Al hacer esto, como flujo de energía, cambia sus orillas, las condiciones de contorno, el ambiente por donde circula ese flujo.
Y aquí está el problema: Los humanos, con nuestra capacidad de reflexionar, no nos adaptamos como se adaptan los demás seres vivos a los cambios ambientales que hemos producido: Queremos mantener las condiciones anteriores en vez de modificar nuestros comportamientos y adaptarnos al cambio.
Esto es abstracto, pero real, y hoy lo estamos viendo en todos los aspectos de la sociedad, como lo vemos en la historia de nuestra especie. Veamos esto de forma más concreta.
Cuando acabó la última glaciación, hace unos 8.000 años, los ríos empezaron a bajar repletos de agua con barro fértil. En el creciente mesopotámico, en las dos llanuras indias del Indo y el Ganges, en las de los ríos Amarillo y el Yangtse, por fusión de los hielos de los Zagros y del Himalaya; y en el Nilo, por el cambio de la circulación atmosférica que produjo un nuevo monzón que llenaba el Nilo a finales del verano.
Estas zonas tenían entonces agua, tras las sequías de los 100.000 años de glaciación, y en ellas hacía calor: Las mutaciones de las hierbas que llamamos cereales produjeron, con el agua y el calor, la primera revolución energética: El ser humano, de vivir a salto de mata, de recolector, algo de cazador y mucho de carroñero, capturando una cantidad muy limitada de la energía solar almacenada en las plantas salvajes y en los animales que podía cazar, pasó a disponer todos los días de un suministro razonable de energía: La población del mundo pasó de unos 2 millones a cerca de 200 millones en alrededor de 200 años.
En esas épocas había energía suficiente para levantar las pirámides de Gizeh, hacer los canales de China, y las ciudades de Ur, Sumer, Babilonia, y las de la India.
Pero el hombre tenía pocos predadores, incluso los propios seres humanos se mataban poco entre sí, y sobre todo, mataban a pocos infantes. La población de cualquier ser vivo, con abundancia de energía, crece de forma exponencial, como el juego de las monedas en el tablero de ajedrez: 1 en la primera casilla, 2 en la segunda, 4 en la tercera, 8 en la cuarta y 9.000 billones (millones de millones) en la casilla 64.
El ser humano, con toda su inmensa inteligencia, no fue capaz de controlar su población. Las tierras irrigadas se fueron salinizando y desertizando y las civilizaciones y dinastías desaparecían una tras otra.
Las ciudades crecían, porque aún con 200 millones de individuos, quedaba todavía mucho espacio libre y productivo en el planeta. Se estableció el esquema de una buena parte de la población productiva, y otra extractiva, que conseguía su energía mediante el robo a la primera. Esta última parte de la población se estableció en ciudades, y con la aglomeración, en ellas se empezaron a producir episodios de peste que acababan con la mitad de esos seres humanos apelmazados.
Los seres humanos habían conseguido cambiar los contornos de los flujos de energía, pero no su forma de pensar en cómo conseguir esa energía: Dejaba de haber energía libre para seguir robando, y las tierras irrigadas producían energía para que la mayoría de la población sobreviviese miserablemente.
Otro ejemplo concreto: La formación de un estado único en las tierras de Francia exigió muchas guerras hasta el fin del reinado de Luis XIV: Una parte de la población francesa desarrolló y se le reconoció, un esquema de valor personal físico, necesario para las batallas.
Pero cuando acabó ese reinado ya no se necesitaba el valor físico, sino las estructuras del comercio y la distribución de riqueza mediante las leyes. Sin embargo, la clase de guerreros (la aristocracia, muy numerosa en el siglo XVIII) no podía entender que la acción de sus progenitores hubiese cambiado tanto las condiciones de contorno que había conseguido que ellos fueran superfluos. Fue necesaria la Revolución Francesa para que lo acabasen de entender.
En Inglaterra, la madera para los barcos de sus armadas y su comercio, y las necesidades de calefacción sobre todo en Londres agotaron las condiciones de contorno: El carbón, que se conocía desde antiguo, pero que se rechazaba para ser quemado en las viviendas por sus humos y mal olor, se convirtió en un bien económico. Con esa energía (la segunda revolución energética) se puso en marcha la industria mecánica y luego la eléctrica. Con la puesta en marcha posterior del petróleo (por el agotamiento del aceite de cachalote que se utilizaba como luz nocturna) se consiguió una cantidad de energía que no hubiesen podido ni soñar los seres humanos antes del siglo XIX.
Durante siglo y medio hemos disfrutado los seres humanos de una cantidad de energía inimaginable, y las mentes la han acabado aceptando como si fuese lo normal: La población, qué al haber mutado el arroz, y haberse puesto en cultivo las tierras americanas, había pasado de 200 a 1.000 millones, ha crecido hasta ahora a 7.600 millones en 200 años, de nuevo. Es claro que esa población numerosa ha cambiado las condiciones de contorno, sin haber cambiado la nueva mentalidad creada durante los últimos 100 años.
Hoy, y a lo largo del siglo XXI, las condiciones de contorno de los flujos de energía son distintas de las que se han ido produciendo a lo largo del siglo XX. No hay sitio en el África subsahariana para cultivar lo necesario para una población exponencialmente creciente, y el inmenso continente tiene muy pocas costas, relativamente a su superficie, para desarrollar la industria y el comercio. El resultado es una disminución brutal de la biodiversidad. Esto mismo pasa en una India con alrededor de 1.400 millones de personas, en Indonesia y aledaños.
Sencillamente, no hay sitio.
¿Y el CO2?
La energía de que disfrutamos hoy la conseguimos devolviendo a la atmósfera el CO2 que los vegetales y las bacterias y otros animalillos retiraron de la misma hace unos 300 millones de años, durante un intervalo de 30 millones. Ese combustible fósil, energía solar capturada durante 30 millones de años, la estamos quemando en unos 300 años.
La relación es sencilla de hacer: 30.000.000/300 = 100.000.
Estamos utilizando 100.000 veces más energía que la que capturan hoy día las plantas y estamos tirando, disipando, la mayor parte de esa energía gracias a unos diseños chapuceros de viviendas y transportes.
Pero la mentalidad construida, no por los malvados “otros”, sino adquirida en la experiencia diaria de cada persona, es que podemos hacer lo que queramos, hasta viajar a Alfa Centauri, porque los seres humanos somos maravillosos.
Y no lo somos. Somos unos seres vivos muy limitaditos, con toda la ciencia y la tecnología de que disponemos.
Esto mismo, el Cambio Climático, la pérdida de Biodiversidad, la desertización, la falta de agua, está ocurriendo desde hace unos años con la organización social.
Lo mismo que pensábamos, todos, que podíamos seguir quemando gasolina y diésel sin control, todospensábamos que podíamos ser, todos, cada vez más ricos.
El mensaje no era de los malvados, de los millonarios, que también. Era una idea asumida por la población en general, por cada ser humano.
Y desgraciadamente, y esto es políticamente incorrecto, no es posible. O al menos no es posible con una población planetaria creciente. Sencillamente, aunque llega energía más que suficiente del Sol, llega muy despacio. Un crecimiento exponencial es incompatible con una energía finita.
Habrá revoluciones. No hay alternativa, pues los seres humanos nos agarramos a los privilegios (no a las disponibilidades) que tenemos. Nadie quiere renunciar a aquello de lo que disfruta. Los seres humanos, como cualquier ser vivo, se agarran a lo que tienen, y lo designan como “justicia”, sin darse cuenta de que es “lotería”.
En un artículo reciente de Carlos Fresneda se describe la acción de miles de personas en el Reino Unido contra la pérdida de biodiversidad. Pero el Reino Unido lo habitan 66 millones de personas. Muchos de esos millones han votado un Brexit, asumiendo que ese Brexit los va a hacer más ricos. No hay razón alguna para que sea así. Muchos de los millones de personas del Reino Unido pasan olímpicamente de los problemas de la biodiversidad, del cambio climático, de la falta de agua: Consideran sus privilegios como un derecho, y cuando defienden sus “derechos” no quieren saber nada de nada más.
Esto mismo ocurre con los “chalecos amarillos” franceses, con los “hombres blancos” del Medio Oeste estadounidense, y otros muchos.
Como digo, se ha asumido, durante 100 años, una falsedad, y es casi imposible que se asuma la realidad.
No es una cuestión de educación explícita. Es una cuestión de cambio implícito de mentalidad. No es posible educar a nadie en la realidad cuando esa realidad va contra las creencias íntimas.
Las mujeres (y la gran mayoría de los hombres) quieren acabar con la violencia de género. Pero esto es como querer acabar con la violencia, punto. ¿Cómo se consigue, si es parte de la vida, si todos los seres vivos atacan a otros para conseguir lo que quieren? Queremos. ¿Podemos?
Los seres humanos, como cualquier ser vivo, solo aceptan la realidad cuando ésta les golpea brutalmente. Lo he aprendido, con pena, con mis alumnos. La mayoría de ellos solo se ponen a estudiar tras los primeros suspensos.
Muchos alumnos se ponen las pilas cuando ven que van a perder curso y que las matriculas son cada vez más caras si son segundas o terceras.
Solo cuando las cifras del cáncer de pulmón se hicieron ominosas, algunos dejaron de fumar.
Un problema de la biodiversidad, de la desertización, del cambio climático, es la escala de tiempo. Las asignaturas se pueden aprobar estudiando, el cáncer parar dejando de fumar. Las escalas de los tres problemas ambientales son de cientos y miles de años.
El problema es, también, uno de energía: Como ser vivo, como máquina extractora de energía, cada ser humano busca sin parar incrementar su disponibilidad de energía (puesto que la energía se mide mediante el dinero, incrementar la disponibilidad de dinero). Así se queman bosques tropicales y se eliminan animales y plantas para hacer sitio para los cultivos que son la forma más elemental de capturar la energía solar. Así, también, se consigue energía quemando carbono en todas sus formas, y propiciando la desertización y el cambio climático.
La energía, como sabemos, nos llega en cantidades realmente gigantescas desde el sol. Las plantas han desarrollado, a lo largo de cientos de millones de años, la captura de una parte muy pequeña de esa energía, pues esa pequeña parte, si hay agua, produce tanta vegetación que no quedaría espacio en el planeta si su rendimiento fuese mayor.
Pero nosotros somos capaces de capturar mucha más energía que las plantas. Para limitar la pérdida de biodiversidad, la desertización, el cambio climático, es necesario que cada ser humano tenga acceso a esa mayor cantidad de energía que proporciona el sol, para cumplir con su demanda genética de captura de energía.
Tenemos toda la tecnología necesaria a nuestra disposición. Nos falta la voluntad social para vivir con estas nuevas formas de capturar energía.