Tormentas, inundaciones y muy buen tiempo
Hemos terminado una semana (20 al 26 de enero, 2019) en la cual media España ha estado sometida a vientos, tormentas, lluvias, inundaciones, avenidas, nieve y aludes, y la otra mitad ha disfrutado de un tiempo impropio de un mes de enero, con temperaturas a media tarde de 15 y 17 grados, en Madrid, por ejemplo.
El aire no lo vemos, pero está aquí, se mueve y distribuye los meteoros de un punto a otro del globo. En la atmósfera hay ríos de aire, que se mueven de un lado a otro del planeta. Como todos los ríos, hacen meandros, y uno de estos ha pasado por encima de España. Al noreste del meandro entraban masas de aire canadiense, muy frío y con la humedad extraída del Atlántico norte. Al sureste del meandro entraba aire del Atlántico central y de la corriente del Golfo.
Ante las incidencias meramente humanas, taxistas, Venezuela, accidentes mortales, ataques de lobos, es decir, de algunos seres humanos sobre otros, el colegio, los niños, el trabajo, la falta del mismo, ….
¿Cómo vamos a poder preocuparnos por si cambia el tiempo o no lo hace?
La NASA acaba de avisar de que la cubierta de hielo de los Polos se deshace 3 veces más deprisa de lo que se pensaba hace unos años (aunque yo ya expliqué hace años por qué debería ser así).
La razón, de nuevo, es que el deshielo es un sistema realimentado positivamente del tipo “el rico se hace cada vez más rico, y el pobre, cada vez más pobre”. Cada vez que se deshiela un metro cuadrado de hielo, esa superficie ya no refleja la radiación, sino que la absorbe y se calienta. Esa energía del suelo no se pierde en invierno, pues la nieve es un magnífico aislante. Y cuando vuelve el Sol, el suelo caliente calienta las superficies de su alrededor: El fenómeno es exponencial.
Al fundirse el hielo polar depositado sobre tierra sólida, aumenta el nivel del mar. Si se deshiela toda Groenlandia (y aquí además del calentamiento por desaparición del espejo que es el hielo, tenemos la pendiente de las montañas sobre las que está depositado ese hielo) el nivel del mar sube 10 metros, es decir, en las costas, hasta el tercer piso de los apartamentos, que ven sus cimientos inundados y acaban derrumbándose.
Como casi todo en la vida, el ansia de hoy gana por goleada a las necesidades de mañana. El ansia de mandar gana a la necesidad de acordar.
Y es solo eso: Ansia.
Se puede vivir magníficamente hoy pensando al mismo tiempo en el mañana. El cerebro humano es un mediocre ordenador secuencial, pero un extraordinario ordenador paralelo. Podemos pensar en múltiples cosas simultáneamente. No tenemos más que observar que vemos, oímos, olemos, sentimos al mismo tiempo. De igual manera, podemos preocuparnos por las tareas diarias e ir poniendo las piedras por las futuras.
Necesitamos frenar el Cambio Climático y revertir la degradación ambiental.
Es necesario mejorar los edificios, y cuesta muy poco. Las paredes se aíslan con Pladur, las ventanas con vidrios dobles. Ambas cosas baratas. Es urgentísimo eliminar el gasóleo de las calefacciones: El gas natural está hoy a la puerta de todos los edificios de Madrid. Hay que ir cambiando a coches eléctricos, pasando poco a poco de los de gasolina a los híbridos y de estos a los totalmente eléctricos. Y eliminar, claro está, los diésel.
Es preciso eliminar los atascos, y esto no puede ser una labor de los ciudadanos, sino que obliga a las administraciones a hacer permeables las ciudades, en contra de la doctrina al uso de hacerlas cada vez más impermeables: Un colador nunca produce atascos de agua, un embudo, siempre.
Se escribe estos días sobre la despoblación de España. Un Medio Ambiente degradado tiene una buena parte de la culpa. Una de las causas fue, en el siglo XIX, las horribles comunicaciones en España. Hoy esto ya está arreglado, salvo con Extremadura. Pero queda un paisaje desértico, inhábil para generar riqueza. Es preciso reforestar a marchas aceleradas, teniendo en cuenta lo despacio que crecen los árboles.
Estos días de huelga de taxis en Madrid tengo que coger una desviación para llegar a la universidad. Me cuesta tiempo y dinero. La situación de los taxis no se resuelve con mantener el monopolio. Los tejedores manuales organizaron en Inglaterra lo mismo que están organizando los taxistas en Madrid. Perdieron. Los que vendían caballos no querían que hubiese coches. Perdieron.
La tecnología avanza de una manera natural. Las cosas viejas desaparecen. Lo mejor es adaptarse constantemente a lo nuevo. No pasa nada, se hace sin demasiados problemas.
Ahora, si uno se resiste, el resultado es siempre destructivo. Los tejedores manuales, desaparecieron y desaparecerán los taxistas.
Pensemos en la historia: En España hubo una pequeña ciudad, Numancia, que rechazó incorporarse a la cultura romana.
Desapareció.
Itálica, el germen de Sevilla, colaboró, se hizo rica, y dio dos emperadores a Roma.
Colaborar es siempre mejor que competir, no para la sociedad, que también. Para cada persona, que saca el doble si colabora, o se arruina si compite.
Hemos llegado a un punto en la historia, con la capacidad de cada persona de hacer conocer sus caprichos, en la cual cada individuo, cada grupo, cada entidad, cada país quiere el reconocimiento como igual a los demás: Los granjeros del Middle West, los ingleses de York, los catalanes, los venezolanos. Rusia actúa para que los demás la consideren, lo mismo que hizo el DAESH, o los terroristas de todo cuño.
Podemos llegar a un punto en el cual los alumnos quieran que los profesores los traten de igual a igual, no como personas, sino intelectualmente. Llegado a ese punto, los profesores sobran y sobran los alumnos como alumnos, como alguien que quiere aprender. Solo si el alumno reconoce que no sabe, puede llegar a saber.
Solo si Rusia acepta que es mucho más pobre que los EEUU, puede llegar a alcanzar el reconocimiento que ansía.
Solo si los taxistas reconocen que las VTC tiene el mismo derecho que ellos a ofrecer un servicio, pueden los taxistas reclamar el reconocimiento de la sociedad.
El ansia de cada uno a que se le reconozca su importancia pasa, como con la libertad, porque cada uno reconozca la importancia de los demás. La libertad de cada uno llega solo hasta donde llega la libertad de los otros. Los venezolanos, ansiosos de que Europa no les considere “esos sudacas” deben reconocer que Europa quiere que los venezolanos, ricos y pobres, y no solo los pobres tengan la misma consideración.
Los “chalecos amarillos” desprecian a las élites educadas. Mientras las desprecien, serán ignorados por aquellas.
La vida en sociedad exige respeto mutuo. Los ingleses de York deben respetar a los ingleses de Londres, y a los “burócratas” de Bruselas.
La alternativa a respeto mutuo es el caos, y tras este las guerras civiles.
Parte del rechazo a la realidad del cambio climático deriva de que, por ejemplo, muchas personas piensan que si la aceptasen, tendrían que dejar sus coches. Y no es así. Se equivocan los que prohíben el diésel, los que cierran las ciudades. No se trata de dejar los coches, sino de que entre todos cambiemos a coches sin contaminación. No se trata de prohibir circular por las ciudades, sino de hacer que los ciudadanos prefieran no hacerlo.
En esencia, reconocer la dignidad y la importancia de cada uno, de cada grupo, de cada país. Es decir que los pobres reconozcan a los ricos y estos a los pobres (tratando de que disminuyan todo lo que se pueda la diferencia de riqueza). Que las élites de Washington y de Bruselas reconozcan a los granjeros del Oeste, y a los ingleses del Yorkshire, pero también que los granjeros y las gentes de York reconozcan la importancia de los burócratas que mantienen funcionando a la sociedad.
Necesitamos la cooperación basada en el respeto mutuo, y en el acuerdo de que cada uno tiene que dejar de exigir muchas cosas individuales para que todos exijan las cosas comunes.
Y esto, claro, nos lleva de nuevo al medio ambiente. Si cada persona, grupo o país exige solo “lo suyo”, lo común desaparece.
En vez de vivir en una casa, acabamos todos viviendo cada uno en un saco con un carrito lleno de bolsas de plástico, odiándonos todos a todos.
El medio ambiente no es una cosa de todos: Es la vida de cada uno.