Cómo ganar equilibrio mental

10.1.2015
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Todos vivimos en la cuerda floja de la salud anímica. Para conservarla, es esencial reconocer los síntomas leves iniciales y cultivar las actitudes que favorecen la serenidad.

¿Quién puede estar seguro de que nunca va a perder su equilibrio mental? Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas sufre en algún momento de su vida una alteración mental. Algunos autores hilan más fino y aseguran que una de cada cinco personas padece algún tipo de desorden psíquico. 

La salud mental se ha definido como la capacidad de desarrollar actividades productivas, relacionarse satisfactoriamente con otras personas, adaptarse a los cambios y superar las adversidades. Otros la definen como el mejor momento entre el nacimiento y la muerte de las habilidades de pensamiento y comunicación, aprendizaje, madurez emocional, resiliencia y autoestima.

Hay enfermedades mentales leves y graves. Unas duran sólo unas semanas, mientras que otras pueden persistir toda la vida. Como el resto de trastornos de salud, son consecuencia de una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales.

El órgano más complejo

Cabe acercarse a la cuestión del equilibrio mental examinando el órgano que parece pensar. El cerebro es responsable de combinar la información genética, molecular y bioquímica con la información procedente del mundo exterior. Es, pues, un órgano sumamente complejo. En él existen dos tipos de células: las neuronas y la neuroglía. Las primeras son responsables de la emisión y la recepción de impulsos nerviosos o señales, con la mediación de una variedad de sustancias neurotransmisoras. La neuroglía aporta nutrientes, protección y soporte estructural a las neuronas.

Por otra parte, desde el periodo prenatal a la edad adulta, los genes y el entorno participan en una serie de interacciones inextricables. Hoy las evidencias científicas demuestran que la realidad bioquímica cerebral no está separada del entorno: cada acto de aprendizaje modifica la física y la química cerebrales.

La variedad de factores que influyen sobre el funcionamiento mental, la misma complejidad del cerebro... Todo hace pensar que mantener el sistema en equilibrio no es cosa fácil. No existe la persona que se sienta dichosa en todo momento ni cuyo comportamiento sea el más adecuado para todos. Pero, al menos, se puede intentar mantener un estado de ánimo óptimo que permita disfrutar de la vida durante la mayor parte del tiempo.

Es importante tomar algunas medidas sencillas cuando aparecen los primeros síntomas de malestar, dado que más tarde, las soluciones pueden ser complicadas. Por eso, es fundamental reconocer y resolver los síntomas de desequilibrio incipiente.

El pánico forma parte de la respuesta instintiva de lucha o huida y, como tal, es esencial para la supervivencia en determinadas circunstancias. Lo que no es normal es que ocurra un ataque de pánico en una situación que no es realmente amenazante o sin causa conocida. En concreto, la fobia es la causa de pánico patológico más frecuente. Es posible tener fobia a cualquier cosa, pero las más comunes son la aversión al dentista, a volar, a la sangre, a hablar en público y a los espacios abiertos o cerrados. En ocasiones, basta evitar la situación, pero esto no siempre es posible o recomendable.

Las personas con fobia tienen que aprender a relajarse. Es la única manera de interrumpir el círculo vicioso de excitación que les lleva a sentirse fuera de control. Mientras que la tensión nerviosa aparece espontánea e inevitablemente, la relajación puede ser buscada de forma voluntaria. Hay muchas técnicas de relajación y todas pueden aprenderse con un poco de paciencia: muscular progresiva, entrenamiento autógeno, visualización, respiración consciente... Mediante la relajación podemos superar la fobia, exponiéndonos a ella en situaciones de menos a más intensidad.

La baja autoestima es otro problema frecuente. En muchos casos, el origen está en la infancia y se mantiene durante toda la vida, siendo causa de frustraciones y de conductas destructivas hacia uno mismo o hacia los demás. El apoyo de la familia y el clima humano en la escuela y en el entorno más próximo son fundamentales para que una persona aprenda a apreciarse. Pero en la edad adulta, es uno mismo quien tiene que resolverse la papeleta. Para subir la autoestima hay que descubrir y valorar las propias virtudes, proponerse retos asequibles, tomar decisiones sin contar con el apoyo de nadie y no pensar en el juicio de los demás. La terapia cognitiva puede ayudar a examinar los pensamientos acerca de uno mismo, comprender su origen y modificarlos.

Guía práctica para ganar autoestima y salud
A más autoestima, más salud

La ira es una emoción humana, pero rara vez tiene utilidad. En la mayoría de los casos sólo complica las cosas. Los budistas sugieren que para eliminar una emoción negativa hay que cultivar la contraria. No hay que desaprovechar la ocasión de ser afectuoso, incluso en situaciones en que no se está acostumbrado a mostrar un comportamiento cariñoso. Cuando se siente que el enfado comienza a crecer, es necesario tomar la decisión voluntaria de cambiar la actitud: relajarse, mostrar una sonrisa y pronunciar una palabra amable. Luego habrá oportunidad de explicar, de la manera más neutral y respetuosa posible, las razones de un enojo que finalmente no ocurrió. ¿No demuestra la experiencia que la mayoría de enfados obedecen a juicios precipitados, a malentendidos o a situaciones que no es posible cambiar? Cabe reflexionar sobre el hecho de que las personas que se enfadan con facilidad, en realidad, están exigiendo muestras de aprecio, pero lo hacen con una estrategia equivocada.

La depresión leve es, en el terreno mental, el equivalente al resfriado. Pero en algunas personas se transforma en un problema muy serio y prolongado que impide llevar una vida normal. Los síntomas son cambios imprevistos de humor, sensación de vivir al ralentí, sueño ligero o insomnio, ansiedad, sollozos sin causa, incapacidad para disfrutar, pesimismo, sentimientos de culpabilidad...

La depresión está pidiendo al afectado que analice su vida y que introduzca algún cambio significativo. Por ejemplo, es frecuente en mujeres que han perdido la sensación de que son útiles a los demás o que se han sentido minusvaloradas durante mucho tiempo. En cuanto al tipo de estrategia psicológica más útil para abordar el problema, puede ayudar mucho la terapia de grupo con personas que atraviesan experiencias similares.

La espiritualidad y la meditación previenen la depresión

El estrés es la gran amenaza que pesa sobre la salud mental de buena parte de la población. Una pequeña dosis ocasional resulta motivadora, pero el estrés insidioso favorece la aparición de todo tipo de trastornos físicos y psíquicos. Todo el mundo habla del estrés, pero a menudo no se le reconoce, sobre todo durante la primera etapa. Ésta se caracteriza por una serie de reacciones fisiológicas, como aceleración cardiaca y respiratoria, incremento de la tensión arterial, sudoración y dificultades digestivas. En una segunda fase, aparecen síntomas como sensación de ser dirigido por los demás, irritabilidad, cansancio, conductas adictivas, ansiedad, pérdida de memoria y enfermedades agudas como lumbago, resfriados o gripe. En la tercera fase, de agotamiento de las reservas, pueden aparecer enfermedades cardiacas, úlceras, enfermedades mentales, insomnio, errores de juicio y cambios de personalidad.

En cuanto aparecen las primeras alteraciones, debería sacarse tiempo de donde fuera para uno mismo y dedicarlo a una técnica de relajación, a una afición o a no hacer nada, pero en cualquier caso, hay que desconectar de aquello que está ejer- ciendo presión. Además, se debe buscar ayuda, delegar responsabilidades, decir “no” cuando sea necesario y apoyarse en personas calmadas.

Las emociones negativas llevan a actuar de manera inconveniente e impiden disfrutar de la vida. La primera estrategia es expresarse sin temor a ofrecer una imagen de vulnerabilidad –a los hombres, por ejemplo, les cuesta reconocer que están tristes–, ni miedo a causar un conflicto.

Remedios naturales para el estrés y la fatiga

10 consejos para mantener el equilibrio

1 Aumenta la autoconfianza. Las personas con más equilibrio son las que confían en sus posibilidades, se plantean objetivos realistas y no desfallecen ante los fracasos.

2 Aliméntate bien y mantén la buena forma física. Dieta equilibrada, ejercicio y descanso es una fórmula eficaz para compensar los efectos del estrés. La obtención de ácidos grasos omega-3 (que se encuentra en el pescado graso, el aceite de lino o las nueces) se ha demostrado especialmente importante para la salud de las neuronas.

3 Pasa tiempo con los amigos y la familia. El apoyo emocional de los seres queridos es una de las principales garantías para la salud física y mental.

4 Acepta el apoyo de los demás. Las relaciones se hacen más profundas cuando se intercambian favores. Aunque nos hayan educado en la idea individualista, siempre estamos a tiempo de aprender que la colaboración hace llegar más lejos.

5 Procúrate estabilidad económica. Distingue entre auténticas necesidades y caprichos que minan la estabilidad financiera. Estar satisfecho con lo necesario es signo de equilibrio.

6 Ofrece tu colaboración. Los budistas plantean como norma de conducta el ser útiles a los demás. Una manera de hacerlo es colaborar con organizaciones no lucrativas.

7 Controla el estrés. Modifica actitudes (valora el descanso, no sólo el trabajo; no quieras abarcarlo todo; resérvate tiempo...) y aprende técnicas de relajación.

8 Comparte con los demás. Explicar las preocupaciones en un tono distendido a personas de confianza es una de las maneras más eficaces de reducir la tensión. En el diálogo pueden aparecer ideas que ayuden a resolver los problemas.

9 Reconoce y controla los estados de ánimo negativos. Siempre se pueden cambiar por emociones más sanas. Prueba la meditación.

10 Aprende a estar en paz contigo mismo. Averigua cómo eres, qué te hace feliz y valora lo que puedes cambiar de tu perso- nalidad y lo que no. Intenta también reducir la autoexigencia.

Cómo desarrollar la resiliencia

La resiliencia es la capacidad humana para sobreponerse a las dificultades, incluso a aquéllas que parecen insuperables. Muchas personas lo han demostrado alcanzando el equilibrio y el bienestar a pesar de haber sufrido las situaciones más traumáticas durante la infancia. Los psicólogos han enumerado las cualidades que pueden potenciar la resiliencia personal.

■ Curiosea, juega y ríe. Los supervivientes tienen un espíritu juguetón. Son curiosos porque les gusta aprender continuamente. Sus mentes, en situaciones que podrían resultar estresantes, no se sienten desbordadas, sino que absorben la información útil y toman decisiones con seguridad.

■ Aprende de las experiencias desagradables. No podemos detenernos, definirnos como víctimas, porque es un camino sin salida.

■ Valora tus características paradójicas. Nadie es completamente coherente y los que lo intentan sufren. En realidad, tratan de llevar la contraria a la vida, que está en constante cambio. Los mejores supervivientes poseen flexibilidad por encima de cualquier otra cualidad.

■ Practica la empatía. ¿Qué haríamos si nos ocurriera lo mismo que a esa persona que está atravesando ciertas dificultades?

■ Espera buenos desenlaces. Muchas veces los finales no son felices, pero cualquier proyecto debe encararse con el convencimiento de que se obtendrá el resultado esperado. Esta esperanza asegura que se harán las cosas de forma adecuada. En cambio, el pesimista acaba tomando el camino incorrecto porque es el único que ve posible.

Los tratamientos naturales

En comparación con los medicamentos, apenas tienen efectos secundarios. Su método de acción es apoyar los recursos que toda persona tiene para recuperar el equilibrio.

■ La acupuntura es eficaz en el tratamiento de las adicciones. Según la medicina tradicional china, la regulación del flujo energético hace que la persona recupere el equilibrio y no necesite las sustancias que le tenían atrapado.

■ La fitoterapia es utilizada en el tratamiento de la tensión nerviosa, el insomnio, la ansiedad y la depresión. El hipérico, que debe tomarse bajo control médico, puede ayudar en la depresión leve, donde es tan eficaz como los medicamentos. El ginkgo biloba mejora la memoria, la concentración, la ansiedad y algunos síntomas de la demencia.

■ Arteterapia, danzaterapia, teatroterapia y musicoterapia favorecen la expresión de las emociones, reconducen el diálogo interior, ayudan a entender los sentimientos propios y los de los demás y proporcionan autoconfianza.

■ La hipnoterapia es uno de los tratamientos más eficaces de las adicciones. Las fobias y los trastornos obsesivo-compulsivos también pueden encontrar solución con la hipnosis.

■ El masaje favorece la aparición de sensaciones de bienestar y autoestima y, sobre todo, ayuda a expresar emociones reprimidas. Éstas pueden acumularse en cualquier zona del cuerpo que, al ser tocada, provoca una respuesta inmediata.

■ Las disciplinas psicofísicas como el yoga, el taichí o la técnica Alexander armonizan el cuerpo con la mente y el espíritu.

■ Los terapeutas ortomoleculares proponen complementos de vitaminas del grupo B y de ácidos grasos omega 3 en la prevención y el tratamiento de la esquizofrenia. La ingesta de antioxidantes –vitaminas C y E, así como ácido alfa lipoico– reduce los síntomas de la enfermedad y disminuye los efectos secundarios de la medicación, según el doctor Pinkhas Sirota, de la Universidad de Tel Aviv, en Israel.

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