ENFERMEDADES AUTOINMUNES Un desafío al estilo de vida moderno

ENFERMEDADES AUTOINMUNES Un desafío al estilo de vida moderno

20 Junio 2007
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La función del sistema inmunitario es evitar la enfermedad, sin embargo él mismo no es inmune a los trastornos. Unas veces confunde agentes exteriores inocentes con enemigos ­—es el caso de las alergias— y otras ataca al propio organismo.

Este es el caso de las enfermedades autoinmunes, que afectan a entre el 3 y el 7 por ciento de la población en los países occidentales. En España hay entre uno y 2,5 millones de afectados. La mayoría de ellos sufre alguno de los problemas más frecuentes: artritis reumatoide, lupus erimatoso sistémico, esclerosis múltiple, diabetes juvenil tipo 1, tiroiditis y enfermedad de Crohn.

Las causas de estos trastornos de carácter crónico, que en ocasiones llevan a una degeneración incapacitante e incluso mortal, no son bien conocidas y tampoco tienen por el momento una terapia eficaz. Sin embargo, existen algunas pistas sobre su origen y prometedoras vías de tratamiento. La primera es que su incidencia ha aumentado en las últimas décadas. La segunda es que en las zonas tropicales del planeta hay muy pocos casos en comparación con los los países más ricos, donde la proporción de afectados es mucho mayor.

Ambos hechos hacen pensar en que existe un factor ambiental que altera el funcionamiento del sistema inmunitario y desencadena los trastornos. ¿Cuál? Varias líneas de investigación señalan que los hábitos higiénicos, que han reducido la incidencia de las infecciones en la edad infantil, son los principales responsables.

Maduración inmunitaria

Para comprender esta hipótesis es necesario conocer algunas nociones sobre el funcionamiento del sistema inmunitario. A lo largo de la vida, incluso desde el momento de la concepción, el sistema aprende a desactivar lo que pueda resultar perjudicial para el cuerpo.

El peligro puede venir desde el exterior —­una bacteria, un virus, una toxina o la sangre o tejidos de otra persona o especie­— o ser un producto del propio cuerpo, como una célula precancerosa o una neurona deteriorada. Al detectar una amenaza (antígeno), el sistema inmunitario fabrica anticuerpos, que sirven para ofrecer una respuesta inmediata (el anticuerpo se adhiere al antígeno y señala así el objetivo para las células inmunitarias) la próxima vez que se entre en contacto con el agente extraño y evitar así la enfermedad. Este mecanismo, que hace posible el funcionamiento de las vacunas, dota al sistema de memoria y de capacidad de aprendizaje.

Pero quien puede aprender también puede equivocarse. En ocasiones, las células inmunitarias se sensibilizan contra otras células sanas del cuerpo. En un organismo sano estas células inmunitarias hipersensibles son eliminadas inmediatamente. En las enfermedades autoinmunes, el sistema de control deja de funcionar y las células inmunitarias atacan los tejidos sanos del propio organismo. Los órganos y tejidos que se ven comúnmente afectados son componentes de la sangre como los glóbulos rojos, los vasos sanguíneos, los tejidos conectivos, las glándulas endocrinas, los músculos, las articulaciones y la piel.Por qué se produce esta equivocación es la gran pregunta. El sistema inmunitario humano se ha perfeccionado durante de millones de años de evolución en los entornos naturales, aprendiendo a hacer frente a las amenazas más frecuentes, especialmente en los primeros meses y años de vida, que es cuando maduran las defensas.

Hipótesis de la higiene

La "hipótesis de la higiene" sugiere que, como consecuencia de las costumbres sanitarias que han hecho desaparecer del entorno ciertas amenazas, especialmente bacterias, microorganismos y gusanos intestinales, que a través del agua y de los alimentos colonizaban el intestino, el sistema inmunitario ya no tiene la oportunidad de madurar. Entonces puede dirigirse contra enemigos falsos que tienen algún parecido remoto a nivel molecular con los auténticos. Como consecuencia, pueden desarrollarse enfermedades autoinmunes y alérgicas, que son dos caras de la misma moneda.

Para Jean François Bach, del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (Inserm, París), resulta evidente que el principal factor de aumento de la prevalencia de estas enfermedades en los países industrializados se debe a la reducción en la incidencia de enfermedades infecciosas en las últimas décadas, como consecuencia de la distribución generalizada de agua potable y la recogida de aguas residuales. La introducción de los antibióticos a partir de la segunda mitad del siglo XX y el modelo de hogar reluciente y aséptico son los otros “avances” que nos han llevado al actual panorama de extensión de las enfermedades.

El tratamiento convencional intenta aliviar los síntomas y controlar la autoagresión mediante corticoesteroides y medicamentos supresores (ciclofosfamida, azatioprina, metotrexato..) que reducen la actividad inmunitaria pero pueden provocar efectos secundarios importantes. En ocasiones es necesario proporcionar hormonas, vitaminas u otras sustancias que el órgano afectado deja de producir. Actualmente se está ensayando, además, la plasmaféresis, técnica en la que se pasa la sangre del paciente por un sistema externo que elimina las gammaglobulinas, la fracción de las proteínas sanguíneas que contiene los anticuerpos.

Contacto con bacterias y parásitos

Estas terapias no curan, pero ya se están realizando tratamientos experimentales contra algunas enfermedades autoinmunes que van al origen del problema: la equivocación del sistema inmunitario. Su éxito parece confirmar lo acertado de la hipótesis de la higiene. El doctor Neil Williams y su equipo, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), han desarrollado un medicamento a partir de la toxina de una bacteria (E. coli) que causa la típica diarrea del viajero.

En pruebas con animales, este medicamento se ha demostrado eficaz para evitar la aparición de diabetes tipo 1 y artritis, y también para tratar la enfermedad una vez se ha manifestado. Según Williams, una proteína presente en esta bacteria es capaz de reeducar al sistema inmunitario, de manera que deje de atacar tejidos sanos. En concreto, la proteína ETxB estimula las células inmunitarias T reguladoras, que suprimen los "autoantígenos" característicos de las enfermedades autoinmunes.

La misma estrategía podría ser eficaz para tratar la esclerosis múltiple y la enfermedad de Crohn. Otro tratamiento experimental en marcha se basa también en provocar el contacto del sistema inmunitario con un agente infeccioso, en este un gusano tropical. Investigadores de las universidades de Strathclyde y Glasgow (Escocia) están utilizando las secreciones del parásito (un nemátodo filarial) que es transportado por los sistemas digestivos de cientos de millones de personas en los países tropicales, donde la incidencia de las enfermedades autoinmunes es mucho menor. Las pruebas con personas han demostrado que la molécula ES-62 posee una clara acción antiinflamatoria y no parece tener ningún efecto negativo.

Los científicos explican que, en ambos casos, las sustancias procedentes de microorganismos ­y los microorganismos mismos favorecen la concentración de los esfuerzos inmunitarios y se deja de sintetizar los indeseables autoanticuerpos.

A pesar de los estudios de incidencia y del éxito de los tratamientos experimentales mencionados, la hipótesis de la higiene excesiva debe luchar contra otras suposiciones más antiguas y establecidas entre los médicos, como que son determinadas infecciones las que disparan el proceso en personas predispuestas genéticamente (pertenecer a una familia donde hay algún enfermo aumenta el riesgo). Esta idea es taodavía defendida en las revistas médicas, a menudo por autores financiados por las empresas farmacéuticas productoras de vacunas. Los libros de medicina aún suelen echar la culpa a las infecciones sufridas, al menos en el caso de la esclerosis múltiple. Sin embargo, actualmente expertos reconocidos tienden a pensar que la infección que parece la causa en relidad actúa sobre un sistema inmunitario que ya está alterado.

Tratamientos naturales

Los trastornos autoinmunes representan un reto para la medicina. Demuestran que la salud y la enfermedad dependen de una profunda interrelación entre muchos factores. Nos están diciendo que lo que le ocurre a una persona es consecuencia de una compleja red donde interviene la genética, la mente, la dieta, el género sexual, la relación entre órganos y sistemas corporales o el contacto con agentes infecciosos del entorno. Por eso quizá el abordaje más sensato sea el que se fija en la persona concreta que sufre para averiguar cómo se la puede ayudar. Este es el modo de trabajar de las medicinas naturales, que tratan de equilibrar el estado general del organismo, en lugar de luchar exclusivamente contra los síntomas de una enfermedad determinada. Como en el caso de otros problemas crónicos, las terapias alternativas pueden ofrecer remedios sin efectos secundarios graves que ayudan a los pacientes a mejorar su estado.

La homeopatía es quizá el tratamiento natural más adecuado para las enfermedades autoinmunes. Existen estudios que prueban su eficacia, como el de RG. Gibson, publicado por el British Journal of Clinical Pharmacology, según el cual el tratamiento individualizado homeopático contra el dolor causado por la artritis reumatoide benefició al 82% de las pacientes.

La acupuntura, junto con los consejos dietéticos y de estilo de vida basados en los principios de la medicina tradicional china, es la otra gran terapia que ha demostrado su eficacia. Un estudio, realizado recientemente en Rusia, indicó que el 73% de las personas que sufren espondilitis anquilosante mejoran con el tratamiento. El éxito llega al 93% si además se hace un tratamiento con luz ultravioleta. Cuando la acupuntura se combina con moxibustión, se consiguen buenos resultados con todos los enfermos de artritis reumatoide.

Los tratamientos en balnearios que combinan hidroterapia con dieta, ejercicios físicos y relajación progresiva mejoran el estado físico y mental de los afectados de artritis y del resto de enfermedades autoinmunes que afectan al esqueleto, los músculos, el tejido conectivo o la piel. Además el paciente adquiere una sensación de control sobre el curso de la enfermedad.

Junto a los tratamientos naturales, ciertas normas de estilo de vida ayudan no sólo a convivir con la enfermedad sino a prevenir su aparición. La dieta tiene un papel importante en este sentido. Estudios realizados a principios de los años 90 han confirmado que la alimentación vegetariana está indicada para tratar los síntomas de la artritis y otras alteraciones muscoloesqueléticas. En concreto, puede reducir la hinchazón y el dolor, al tiempo que aumenta la flexibilidad.

En general se trata de que la dieta no favorezca la inflamación: baja en proteínas con consumo mínimo de alimentos de origen animal, sobre todo leche y productos lácteos; con una cantidad mínima de omega-6, presentes en las grasas hidrogenadas; con mucha fruta y verdura, junto con cantidades moderadas de ácidos grasos omega 3, que se encuentran en el pescado azul y el aceite de lino.
Las enfermedades autoinmunes no son solo un reto para la inteligencia de los médicos. Son también un desafío para toda la sociedad. Si su origen está en la higiene que tanto se valora, ¿seremos capaces de dar pasos hacia atrás y aprender a convivir de nuevo con el supuesto riesgo que representa estar rodeados de vida? ¿Preferiremos mantener una actitud paranoica y creeremos que es posible estar a salvo de todos los males? ¿Sustituiremos las infecciones imprevistas por otras controladas? Mucho que pensar sobre los enemigos exteriores y enteriores... ¿y si no hubiera enemigo?