“Lo que dice el estudio del CSIC es muy preocupante”
JOAN BENACH
Profesor e investigador de la Universidad Pompeu Fabra, autor del Atlas de mortalidad en áreas pequeñas en España
A finales del pasado año, casi al mismo tiempo que se conocían los datos del informe del CSIC, aparecía publicado un Atlas de mortalidad en áreas pequeñas en España que corroboraba gráficamente el problema de mayor incidencia de algunas enfermedades graves en la zona de Huelva, así como en Sevilla y Cádiz. El director de la obra, Joan Benach, investigador especializado en salud laboral y profesor en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha analizado las causas de muerte en 2.218 pequeñas zonas que forman un mapa sanitario en alta definición, cuyo objetivo es ayudar a establecer posibles relaciones entre las enfermedades y las características sociales y ambientales del territorio. Benach explica que en Huelva, Sevilla y Cádiz vive sólo el 8% de la población española y sin embargo se acumula el 33% de las zonas con mayor riesgo. En la provincia de Cádiz el 50% de las zonas son de alto riesgo. En Huelva, el 40% lo son para los hombres. Según sus datos, en las tres provincias destaca el riesgo de sufrir cáncer de pulmón, enfermedad isquémica de corazón, enfermedades cerebrovasculares, diabetes y cirrosis.
“Los atlas médicos son un instrumento útil para tomar decisiones políticas de salud pública a partir de hipótesis, incluso antes de que se tenga todo el conocimiento posible. Pero no veo iniciativas políticas. Hace falta más presión sobre los políticos”, afirma Joan Benach y comprueba que al informe del CSIC le ocurre lo mismo: “Lo que dice es muy preocupante, no veo cómo se puede obviar todo esto”. Observa que los políticos andan a vueltas con la necesidad de que se confirme que tal enfermedad es causada por tal contaminante, “cuando la experiencia en epidemiología demuestra que no es adecuado fijarse en cuál es el impacto de un contaminante sobre la salud. Hay que pensar más en la interacción de factores de riesgo. En muchos casos las consecuencias concretas no se conocen científicamente, pero sabemos que deben producirse. En Huelva, por ejemplo, la incidencia de cáncer pulmonar no se puede explicar por diferencias en el consumo de tabaco, deben haber otros factores de riesgo.”
“Además la salud pública no debe servirse únicamente de conclusiones científicas para abordar los problemas. No pueden esperar a que se demuestre todo. La sensibilidad ciudadana, las denuncias sindicales o ecologistas, los estudios científicos que confirman la presencia elevada de metales pesados o de radiactividad... todos son argumentos a tener en cuenta y suficientes para tomar decisiones políticas. En cualquier caso, sabemos que la contaminación tiene relación al menos con el 5% de los cánceres, según el cálculo muy conservador de la Organización Mundial de la Salud”, añade.
“Tampoco pueden atenerse al cumplimiento de los límites legales sobre los contaminantes —continúa—, pues son valores promedio que en realidad no tienen en cuenta, por ejemplo, que las personas tienen diferentes sensibilidades. Ni la acumulación de contaminantes en el cuerpo, ni la interacción entre ellos. Hay que hilar muy fino para averiguar el impacto de la contaminación sobre la salud”.
En este sentido, en el caso de Huelva sugiere que debieran realizarse más estudios. El del CSIC no puede ser el definitivo: “tiene que discutirse, profundizarse, utilizar otros enfoques y tienen que participar investigadores independientes. Habría que hacer un buen trabajo epidemiológico, que no es tan caro como se dice, en cualquier caso es más barato que arreglar desastres como el de Boliden”.
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“Los atlas médicos son un instrumento útil para tomar decisiones políticas de salud pública a partir de hipótesis, incluso antes de que se tenga todo el conocimiento posible. Pero no veo iniciativas políticas. Hace falta más presión sobre los políticos”, afirma Joan Benach y comprueba que al informe del CSIC le ocurre lo mismo: “Lo que dice es muy preocupante, no veo cómo se puede obviar todo esto”. Observa que los políticos andan a vueltas con la necesidad de que se confirme que tal enfermedad es causada por tal contaminante, “cuando la experiencia en epidemiología demuestra que no es adecuado fijarse en cuál es el impacto de un contaminante sobre la salud. Hay que pensar más en la interacción de factores de riesgo. En muchos casos las consecuencias concretas no se conocen científicamente, pero sabemos que deben producirse. En Huelva, por ejemplo, la incidencia de cáncer pulmonar no se puede explicar por diferencias en el consumo de tabaco, deben haber otros factores de riesgo.”
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“Tampoco pueden atenerse al cumplimiento de los límites legales sobre los contaminantes —continúa—, pues son valores promedio que en realidad no tienen en cuenta, por ejemplo, que las personas tienen diferentes sensibilidades. Ni la acumulación de contaminantes en el cuerpo, ni la interacción entre ellos. Hay que hilar muy fino para averiguar el impacto de la contaminación sobre la salud”.
En este sentido, en el caso de Huelva sugiere que debieran realizarse más estudios. El del CSIC no puede ser el definitivo: “tiene que discutirse, profundizarse, utilizar otros enfoques y tienen que participar investigadores independientes. Habría que hacer un buen trabajo epidemiológico, que no es tan caro como se dice, en cualquier caso es más barato que arreglar desastres como el de Boliden”.
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