Las balsas de fosfoyesos - Un campo radiactivo de 1200 hectáneas
Pepe García, miembro de Ecologistas en Acción y del Colectivo Ciudadano por la Descontaminación de Huelva, se adentra en el paisaje lunar de las balsas con cierto temor a exponerse de nuevo a la radiactividad. Como muchos onubenses, se siente directamente agredido por la contaminación: él y su padre sufren de asma desde que llegaron a la ciudad y su hermana falleció hace dos años con 28 años, víctima de un cáncer de riñón, una de las enfermedades con una incidencia destacada en Huelva, según el informe del CSIC. Pepe, que es técnico en mediciones de radiactividad, ha comprobado en repetidas ocasiones con su contador geiger que los niveles se encuentran entre 10 y 20 veces por encima de los máximos legales. El informe del CSIC todavía no ha realizado mediciones de rediactividad, pero prevé hacerlas y compararlas con las efectuadas en 1998 por el Consejo de Seguridad Nuclear, el cual consideró que las emisiones del casi centenar de toneladas de uranio acumuladas no suponían un riesgo para la salud.
Las balsas de fosfoyesos de Huelva constituyen con sus 1.200 ha uno de los vertederos de residuos industriales más extensos del mundo, situadas a 300 m de una barriada y a 1000 m del centro urbano, y que han arrasado unas marismas de gran valor biológico a orillas del Tinto. Están formadas por 100 millones de toneladas de fosfoyesos que contienen, además de yeso, elementos radiactivos (principalmente uranio 235 y 238, además de radón 222, polonio 210, radio 226 y plomo 210), una gran concentración de metales pesados (en especial arsénico, cadmio, plomo y cinc), y ácidos libres. Por si esto fuera poco, la balsa recibió accidentalmente 130 toneladas de cenizas radiactivas con cesio 137, en mayo de 1998, procedentes de la empresa Acerinox.
La concentración de uranio es tal que a finales de los años 70 Fertiberia (entonces llamada Fosfórico Español) construyó una planta piloto para recuperarlo y venderlo como combustible nuclear. El proyecto no siguió adelante porque al parecer no era rentable y exigía nuevos controles sobre la actividad de la empresa.
Los fosfoyesos son el residuo de la producción de fertilizantes agrícolas químicos en las plantas de Fertiberia y Foret, que deshacen roca fosfórica importada de Marruecos, Togo o Senegal con ácido sulfúrico. Todos los elementos contaminantes, incluido el uranio, han estado fluyendo libremente al agua de la ría desde 1967 hasta 1994, siendo asimilados por los seres vivos, entre ellos alimentos habituales como las chirlas o los peces bentónicos (en la zona está prohibido pescar, pero la actividad furtiva es normal).
La Ley 7/1994 de Protección Ambiental obligó a las empresas implicadas a reducir la contaminación drásticamente. A tal efecto se inició la construcción de una balsa de 300 hectáreas con un sistema que hace recircular el agua ácida, de forma que ya no se vierte directamente en la ría. El informe del CSIC revela que esta agua contiene dosis de cromo, cobre, arsénico y cinc, dos y hasta tres veces más altas que las permitidos en la normativa de residuos. La contaminación directa se ha reducido teóricamente más de un 90%, pero lo cierto es que la marea alta y la lluvia arrastran hasta la ría los lodos de las antiguas balsas como siempre.
Pepe explica que “el viento sur-suroeste arrastra el gas radón 222 –causante de cáncer de pulmón- y una nube blanca de partículas contaminantes, que llegan con facilidad a las zonas habitadas y sobre todo a los cultivos cercanos”. En este sentido, el Consejo de Seguridad Nuclear estimó necesario cubrir las balsas con material arcilloso para evitar las emanaciones de gas, cosa que no se ha hecho. A pesar de las denuncias ecologistas y de la preocupación de la población, está previsto que la balsa crezca hasta formar una pirámide de 25 metros de altura, y las empresas Foret y Fertiberia tienen permiso para continuar acumulando lodos hasta el año 2013.
Por otra parte, los fertilizantes químicos, de cuya fabricación son consecuencia estos lodos, causan problemas más allá de Huelva: su uso indiscriminado en la agricultura intensiva está aumentando la radiactividad de las tierras de cultivo en todo el planeta y sus nitratos contaminan el suelo y los cursos de agua, donde provocan procesos de eutrofización (aumenta exageradamente la densidad de algas superficiales que consumen el oxígeno que necesitan el resto de seres vivos).
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Por otra parte, los fertilizantes químicos, de cuya fabricación son consecuencia estos lodos, causan problemas más allá de Huelva: su uso indiscriminado en la agricultura intensiva está aumentando la radiactividad de las tierras de cultivo en todo el planeta y sus nitratos contaminan el suelo y los cursos de agua, donde provocan procesos de eutrofización (aumenta exageradamente la densidad de algas superficiales que consumen el oxígeno que necesitan el resto de seres vivos).
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