Comer en familia reduce el riesgo de sufrir trastornos alimentarios
Sentarse a comer en familia protege a las adolescentes de desarrollar trastornos alimentarios, indicó un nuevo estudio publicado en Archives of Pediatrics and Adolescent Medicine.
El equipo dirigido por la doctora Dianne Neumark-Sztainer, de la University of Minnesota, en Minneapolis, halló que las adolescentes que comían cinco o más comidas por semana con sus familias eran alrededor de un tercio menos propensas a tener conductas extremas de control del peso que las adolescentes que compartían la mesa familiar con menos frecuencia.
Entre esas conductas se destacaban vomitar, tomar pastillas para adelgazar y abusar de diuréticos o laxantes.
Algunos estudios demostraron que las comidas familiares protegen a las adolescentes de desarrollar conductas extremas para mantener su peso bajo control, destacó el equipo. Pero esas investigaciones analizaron un solo período o confiaron en los recuerdos sobre hábitos alimentarios pasados.
Para comprender mejor la relación, el equipo analizó los resultados del Proyecto EAT (sigla de Comer entre Adolescentes en inglés), en el que 2.516 varones y mujeres respondieron cuestionarios en 1999 y el 2004.
Los autores trabajaron con la hipótesis de que los participantes que comían con la familia más frecuentemente en la primera evaluación serían menos propensos a desarrollar trastornos alimentarios cinco años después.
Esto fue lo que ocurrió en las adolescentes mujeres; las comidas familiares disminuyeron la posibilidad de desarrollar conductas extremas de control del peso.
Pero la relación con los atracones compulsivos, la dieta crónica o las conductas alimentarias de riesgo, como vomitar, saltear comidas o ayunar, no era estadísticamente significativa tras controlar otros factores que podrían influir en la relación.
Con todo, los investigadores hallaron que los varones que comían con sus familias con más frecuencia tenían riesgo de adoptar conductas extremas para controlar su peso.
En este caso, la hipótesis es que los varones que comparten habitualmente la mesa familiar tendrían cierta característica que los predispone a tener hábitos alimentarios riesgosos, o que comer con la familia beneficiaría más a las mujeres que a los varones.
Estudios previos identificaron distintos beneficios de comer en familia, comentaron los autores. De todos modos, la interacción en algunas familias al sentarse a la mesa puede promover hábitos poco saludables, insistieron los autores.
"Los médicos tienen un papel clave en el refuerzo de los beneficios de la mesa familiar, ya que pueden ayudar a la familia a establecer objetivos reales para aumentar la frecuencia de los encuentros según las actividades de los adolescentes y de los padres, a explorar formas de mejorar la atmósfera familiar durante las comidas con los adolescentes y a hablar sobre estrategias para crear comidas familiares sanas y sencillas de preparar", concluyó el equipo
El equipo dirigido por la doctora Dianne Neumark-Sztainer, de la University of Minnesota, en Minneapolis, halló que las adolescentes que comían cinco o más comidas por semana con sus familias eran alrededor de un tercio menos propensas a tener conductas extremas de control del peso que las adolescentes que compartían la mesa familiar con menos frecuencia.
Entre esas conductas se destacaban vomitar, tomar pastillas para adelgazar y abusar de diuréticos o laxantes.
Algunos estudios demostraron que las comidas familiares protegen a las adolescentes de desarrollar conductas extremas para mantener su peso bajo control, destacó el equipo. Pero esas investigaciones analizaron un solo período o confiaron en los recuerdos sobre hábitos alimentarios pasados.
Para comprender mejor la relación, el equipo analizó los resultados del Proyecto EAT (sigla de Comer entre Adolescentes en inglés), en el que 2.516 varones y mujeres respondieron cuestionarios en 1999 y el 2004.
Los autores trabajaron con la hipótesis de que los participantes que comían con la familia más frecuentemente en la primera evaluación serían menos propensos a desarrollar trastornos alimentarios cinco años después.
Esto fue lo que ocurrió en las adolescentes mujeres; las comidas familiares disminuyeron la posibilidad de desarrollar conductas extremas de control del peso.
Pero la relación con los atracones compulsivos, la dieta crónica o las conductas alimentarias de riesgo, como vomitar, saltear comidas o ayunar, no era estadísticamente significativa tras controlar otros factores que podrían influir en la relación.
Con todo, los investigadores hallaron que los varones que comían con sus familias con más frecuencia tenían riesgo de adoptar conductas extremas para controlar su peso.
En este caso, la hipótesis es que los varones que comparten habitualmente la mesa familiar tendrían cierta característica que los predispone a tener hábitos alimentarios riesgosos, o que comer con la familia beneficiaría más a las mujeres que a los varones.
Estudios previos identificaron distintos beneficios de comer en familia, comentaron los autores. De todos modos, la interacción en algunas familias al sentarse a la mesa puede promover hábitos poco saludables, insistieron los autores.
"Los médicos tienen un papel clave en el refuerzo de los beneficios de la mesa familiar, ya que pueden ayudar a la familia a establecer objetivos reales para aumentar la frecuencia de los encuentros según las actividades de los adolescentes y de los padres, a explorar formas de mejorar la atmósfera familiar durante las comidas con los adolescentes y a hablar sobre estrategias para crear comidas familiares sanas y sencillas de preparar", concluyó el equipo
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