¿Cómo se evalúan las vacunas?
La efectividad de algunas vacunas está en entredicho. A veces es que no existen siquiera datos de las complicaciones que podemos evitar vacunando. Y todo porque la evaluación de la mayor parte de las vacunas no se ha hecho sobre datos reales de salud conseguidos de la población, sino con variables intermedias que aportan pruebas parciales.
Por ejemplo, las tasas de enfermedad neumocócica invasiva por grupos de edad, necesarias para valorar la efectividad de la vacuna antineumocócica en adultos. La vacuna para ello, Prevenar 13, del laboratorio Wyeth, ha sido estudiada con la metodología GRADE por la Oficina para la Evaluación de Medicamentos del Servicio Extremeño de Salud y recibe una calificación de “recomendación débil en contra, en personas sanas”. ¿Cuales son las conclusiones de ese trabajo? En resumen: No hay datos sobre la eficacia de Prevenar. Los daños que puede provocar no se conocen bien. Se vacuna por sistema de una enfermedad cuya incidencia no se conoce.
Uno de los máximos responsables del citado servicio extremeño era Galo Sánchez. Como argumenta Sánchez, las vacunas en España no se evalúan bien pese a que hay métodos para hacerlo como el que usa su equipo de trabajo denominado GRADE, que no se fija sólo en la producción de anticuerpos de las vacunas -motivo por el que se consideran “eficaces” o no- sino además en otros muchos determinantes sociales de salud.
"Partimos -explica- de la creencia de que las vacunas son buenas y son buenas algunas. Pero otras muchas no se evalúan con criterios de resultados en salud”.
Pienso que si se dota de más recursos a personas honestas e independientes como Galo, que nos analicen una por una todas las vacunas que se ofertan, tanto en los calendarios vacunales como fuera de ellos, sabremos cuáles sería razonable aplicar. De no abordar ese trabajo tendremos que reconocer que más que con evidencia muchas vacunas se aplican como acto de “videncia”.
Este es un tema central en el asunto de las vacunaciones. Salvo alguna excepción, las vacunas se autorizan sin haberse evaluado sus resultados en la salud de la población; se utilizan en su lugar variables intermedias como la seroconversión; es decir, los microgramos de inmunoglobulinas (IgG) específicas por mililitro de sangre.
Pero que un fármaco consiga x respuesta inmune en el organismo en el que se ha inyectado no quiere decir que se traduzca en un gran resultado a la hora de bajar la incidencia de esa enfermedad. Pude que sí, seguramente sí, pero no lo sabemos porque no se hacen trabajos epidemiológicos que sigan la incidencia de vacuna y enfermedad que trata de prevenir.
La carga de la prueba la debería aportar el laboratorio. Éste debería ofrecer el número de muertes evitadas y con qué estudios han obtenido esos datos. Desconocer los resultados reales en la salud de la población a mi modo de ver marca la necesidad de las vacunas y su efectividad. Es difícil poder elegir con corrección algo que se desconoce.
Un importante estudio realizado por el Instituto de la Salud Pública holandés durante dos años compara los niveles de anticuerpos contra el sarampión de personas vacunadas y no vacunadas y concluye:
Los hijos de madres vacunadas contra el sarampión y posiblemente la rubeola tienen concentraciones más bajas de anticuerpos maternos y pierden la protección por anticuerpos maternos a edad más temprana que los hijos de madres en comunidades opuestas a la vacunación. Esto aumenta el riesgo de contagio en poblaciones con alto grado de vacunación”.
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