Las partículas de la contaminación llegan hasta la placenta

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La investigación de la Universidad Queen Mary, realizada con mujeres no fumadoras y residentes en Londres, así lo corrobora.

Las partículas contaminantes que entran en los pulmones de las mujeres embarazadas pueden llegar a instalarse en la placenta y afectar al desarrollo del feto, según una investigación de la Universidad Queen Mary de Londres, presentada este domingo en el congreso de la Sociedad Respiratoria Europea (ERS) celebrado en París.

Hasta la fecha, varios estudios habían demostrado los efectos de la contaminación sobre el embarazo y las complicaciones que pueden surgir durante la gestación: desde problemas de crecimiento a trastornos neuropsicológicos. El nuevo estudio va aún más allá y revela el estrecho vínculo entre la mala calidad del aire que respira la madre y la salud del recién nacido.

La investigación se realizó partir de cinco placentas de mujeres no fumadoras y residentes en Londres, donde los límites máximos de contaminación dióxido de nitrógeno para el 2018 fueron superados en apenas un mes. Usando un microscopio óptico, los investigadores examinaron 3.500 macrófagos (células del sistema inmunitario que neutralizan a las bacterias dañinas) y encontraron 72 partículas oscuras, como las que normalmente se encuentran en los pulmones de las personas expuestas a la alta contaminación urbana.

“No sabemos si esas partículas pueden pasar al feto, pero la evidencia sugiere que efectivamente es posible”, declaró a The Guardian la doctora Norrice Liu, del equipo de investigación de la Universidad Queen Mary. “Lo que sí sabemos es que las partículas no se necesitan siquiera llegar directamente al feto para tener un efecto: si están la placenta, el impacto ya está hecho”.

“El problema de fondo es la asociación que existe entre el aire que respira la madre y la salud del feto”, advierte otra investigadora del equipo, la doctora Lisa Mayashita. “Este estudio demuestra cómo los bebés pueden resultar afectados por la contaminación aun estando supuestamente protegidos en el vientre de la madre. Esperamos que sirva para aumentar la conciencia entre público sobre los peligros de la mala calidad del aire durante el embarazo”.

“Las mujeres embarazadas deberían evitar a toda costa las calles más transitadas y contaminadas por el tráfico urbano”, advierte la doctora. “Esa recomendación debería extenderse a los niños y al común de la población”.

“Todos respiramos el aire de las ciudades y aquí todos somos fumadores “pasivos””, advierten al unísono Benjamin Barratt y Frank Kelly, investigadores de Calidad del Aire del King´s College de Londres. “La contaminación se ha convertido en el mayor enemigo de la salud pública después del tabaco. Además de su contribución a las enfermedades respiratorias y cardivasculares en la población adulta, se está descubriendo cada vez un mayor impacto en los niños, desde el asma a los trastornos cognitivos, que pueden remontarse al embarazo”.

Otro estudio, realizado en el 2017 en Londres a partir de 540.000 nacimientos, demostró el vículo creciente entre los altos niveles de contaminación y el peso de los recién nacidos. El equipo dirigido por Mireille Toledano, del Imperial College, y pubicado en el British Medical Jorunal, llegó a la conclusión de que cada cinco microgramos por metro cúbico de partículas en suspensión incrementa hasta un 15% el riesgo de un nacimiento prematuro o por debajo de los 2,5 kilos.

La clase médica británica ha pasado a la acción y ha reclamado urgentes medidas políticas. El grupo Doctores contra el Diesel ha extendido a las puertas de Donwing Street su peculiar receta para prevenir las 40.000 muertes prematuras causadas al año por la contaminación en las ciudades británicas, empezando por la creación de “zonas de aire limpio” alrededor de las escuelas, la imposición de “peajes de combustión” o la prohición total de vehículos diésel en los cascos urbanos a partir del 2025.

Otra investigación reciente -fechada en China con una muestra de 20.000 personas y publicado este verano en Proceedings of the National Academy of Sciences- ha alertado sobre los posibles efectos de la contaminación en la reducción de los niveles de inteligencia. “Los altos niveles de polución pueden asociarse con el estrés oxidativo,  la neuroinflamación y las enfermedades neurodegenerativas en los seres humanos”, concluyó el doctor Derrick Ho, de la Universidad Politécnica de Hong Kong.

Se estima que la contaminación causa la muerte prematura de unos 600.000 niños al año (más que el sida y la malaria juntos), según el informe de la ONU “Clean Air for Children”. “Las partículas contaminantes no solo dañan los pulmones de los bebés, sino también sus cerebros en desarrollo y por tanto su futuro”, ha advertido el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake. “Ninguna sociedad se puede permitir ignorar los riesgos de la mala calidad del aire”.

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