La verdad sobre las plantas medicinales

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Un uso con historia

Del respaldo popular al aval científico

El uso de las plantas medicinales es tan antiguo como la humanidad. Las antiguas civilizaciones ya obtenían de ellas los remedios para su salud y durante siglos los “medicamentos” procedían de la naturaleza. No fue hasta finales del siglo XIX, con el desarrollo de la Química Farmacéutica, cuando empezaron a aislarse las drogas y a utilizarse sustancias sintéticas.

Paralelamente a esos avances, las investigaciones en el campo de las plantas medicinales aumentaron notablemente. A día de hoy tenemos un enorme conocimiento sobre su composición química, propiedades farmacológicas, indicaciones terapéuticas, posología, contraindicaciones e incluso sobre los efectos adversos de gran parte de ellas.

 

El uso de las plantas medicinales ha pasado de tener una base popular a obtener un aval científico. Sirva como ejemplo el agua de tomillo (Thymus vulgaris), usada tradicionalmente para lavar las heridas con el fin de desinfectarlas. Hoy, los estudios han demostrado las propiedades antisépticas y antibacterianas de esta planta. Es el caso también de la equinácea (Echinacea purpurea), una planta que los indios de América del Norte empezaron a usar con fines curativos en picaduras de serpientes y otras dolencias. Hoy en día se conoce como el “antibiótico vegetal”. Su actividad se explica por su acción antimicrobiana y por su capacidad para estimular el sistema inmunitario, contribuyendo a combatir las infecciones y estimulando las respuestas inmunes. Así, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Connecticut (EEUU) y publicado en la revista The Lancet Infectious Diseases constató que la equinácea disminuye un 58% el riesgo de sufrir un resfriado y ayuda a acortar su duración.

Medicamentos derivados directamente de las plantas

Que la medicina moderna tiene su base en la tradición es indiscutible. Si no se hubieran conocido los usos populares de las plantas no se habría llegado a investigar y, posteriormente, a aislar los principios activos de las plantas. Son muchos los medicamentos derivados directamente de las plantas.

Uno de los casos más conocidos es el de la aspirina. Su principio activo, el ácido acetilsalicílico, procede de la corteza del sauce que hace más de 2.000 años ya se utilizaba en China para eliminar el dolor y bajar la fiebre.

Otros medicamentos, de uso hospitalario y extremadamente controlados, también tienen origen en la naturaleza. Es el caso de la digoxina, con la que se tratan algunas dolencias del corazón, que se extrae de la dedalera (Digitalis lanata), o el de la morfina, uno de los opiáceos más utilizados, que procede de la adormidera (Papaver somniferum).

La Naturaleza es sabia 

Los principios activos no son más que sustancias con determinada acción sobre el organismo. La naturaleza es tan sabia que cada planta suele contener varios grupos de principios activos en equilibrio, de modo que sus efectos adversos se contrarrestan.

Eso es lo que ocurre, por ejemplo, en el té. Entre los principios activos de la planta están los taninos y los alcaloides. Estos últimos son los que tienen la cafeína. Cuando se deja infusionar el té más de dos minutos, los taninos se juntan con los alcaloides y debilitan sus efectos. Es por eso que, cuanto más macera el té, más taninos lleva, y menos se manifiestan los efectos estimulantes de la cafeína.

Exhaustivos controles

Las investigaciones científicas no sólo han permitido avanzar en el conocimiento de los principios activos de las plantas. También sabemos que las plantas medicinales pueden tener efectos adversos (por una dosis excesiva o prolongada) o interaccionar con otros principios activos, bien provenientes de otras plantas o bien de los medicamentos.

Existen numerosos estudios de toxicidad sobre las plantas medicinales. Ese respaldo científico las convierte en sustancias sumamente seguras. En 2004, el Ministerio de Sanidad publicó una orden que catalogaba 197 plantas cuya venta al público está prohibida o restringida por su toxicidad.

El control no se limita exclusivamente a los mecanismos de acción y los efectos de los principios activos. En la actualidad, los productos fitoterápicos elaborados por laboratorios de prestigio están sometidos a exhaustivos controles de calidad en todo su proceso de fabricación. En el origen, son testados y las materias primas que se utilizan son, en muchos casos, procedentes de agricultura ecológica y de cultivos en los que no se utilizan fertilizantes y pesticidas químicos.

En el procesado de la planta para obtener extractos, aceites o cápsulas, entre otros, los laboratorios de productos naturales siguen también estrictos controles de calidad y están sometidos a rigurosas normas sanitarias. El producto de fitoterapia terminado que llega al consumidor cuenta con todas las garantías de uso. Los laboratorios dedicados a los productos de medicina natural cuentan, en muchos casos, con la certificación GMP (Good manufacturing practice) de correcta fabricación de medicamentos. Este sistema de control de calidad es el mismo que la Agencia Española del Medicamento exige a los laboratorios farmacéuticos y, por tanto, garantiza la calidad, seguridad y eficacia de los productos de fitoterapia. Además, a la hora de su puesta en el mercado es notificado a las Autoridades Sanitarias competentes que le otorgan autorización.

Medicina integrativa y diagnóstico profesional

El uso de la medicina natural debe ir siempre acompañado de un buen enfoque diagnóstico. Es imprescindible el consejo de un profesional que determine qué terapias deben utilizarse y si deben serlo como complemento o alternativa a la medicina convencional.

La tendencia pasa por la Medicina Integrativa, es decir, englobar la medicina convencional y la medicina natural, a través de la evidencia científica, para poner a disposición de las personas todos los instrumentos posibles para su curación. La fitoterapia no debe sustituir a los medicamentos prescritos para las enfermedades cuyo diagnóstico y tratamiento es exclusivo de la medicina alopática. Sin embargo, puede ser muy útil para aliviar y afrontar determinados síntomas y, en otros casos, para ayudar a cambiar las condiciones que favorecen la aparición de la enfermedad. Así, por ejemplo, no se puede tratar un infarto de miocardio con plantas medicinales, pero sí podemos introducir en nuestra dieta alimentos ricos en ácidos grasos insaturados o plantas medicinales como el ajo (Allium sativum) con propiedades antitrombóticas.

Para seguir avanzando por este camino, la Medicina Natural necesita, de forma urgente, una regulación. Es necesario establecer una reglamentación, de modo que queden establecidas las reglas del juego de su industria, se establezcan unas enseñanzas homologadas, el consumidor pueda tener toda la información adecuada al respecto y sea asesorado y tratado por profesionales especializados en medicina y fitoterapia.

Se trata, ni más ni menos, que de seguir los consejos de la Organización Mundial de la Salud que insta a integrar las terapias y los productos naturales en los sistemas sanitarios, del mismo modo que sucede ya en muchos países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Portugal, México o China, entre otros.

 

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