¿La educación en los próximos 10 años?
El sistema educativo tiene hoy una gran responsabilidad: liderar una transformación cultural sin precedentes, que nos permita transitar hacia sociedades capaces de vivir en armonía con el Planeta. Para ello, necesita replantear sus propias bases, desde enfoques más “verdes”.
Amar y Cuidar la Vida
Uno de los retos principales es superar la gran fractura implícita en nuestra visión aristocrática y antropocéntrica del mundo, que sitúa al ser humano por encima de todos los demás seres vivos. La idea que la Naturaleza es algo distinto de nosotras alimenta una ilusión: que podemos manejarla desde afuera, sin vernos afectados. Por eso, nos dibujamos caminando sobre el Planeta, cuando en realidad estamos dentro, inmersos en una Biosfera de la que dependemos por completo. Esta falsa identidad transmuta el instinto de Biofilia, (ese Amor por la Vida con que cada criatura viene al mundo), en ansiedad y miedo (Biofobia), el deseo de controlar la Naturaleza, convirtiéndola en un recurso, un mero objeto inerte. Las educadoras debemos cambiar nuestros discursos, pero especialmente nuestras prácticas, para cultivar el Amor por la Vida y potenciar la capacidad de cuidar que llevamos dentro y que, curiosamente, es lo último que perdemos.
Bienestar en Presente
Preocupados por la preparación de los niños, niñas y jóvenes para un futuro que hoy resulta difícil imaginar, olvidamos muchas veces que son sus experiencias presentes (y no necesariamente la idea que nos hacemos de su porvenir) las que determinan, en gran medida, la clase de personas que serán el día de mañana, el tipo de vida que llevarán y los valores y capacidades que pondrán en practica. Si favorecemos vivencias intensas de vínculo con la Naturaleza, transformando las escuelas en jardines (para que las especies recuperen los hábitats de los que han sido desplazadas) y conectándolas con sus entornos naturales, tendremos niños y niñas más saludables, futuros profesionales capaces de actuar desde el cariño y el respeto hacia la Tierra, y mediadores entre especies, que encontrarán soluciones creativas (en vez de destructivas), en los posibles conflictos de convivencia.
La importancia de los entornos
Una verdadera educación ambiental no solo transmite un discurso sobre el medio ambiente: también actúa desde un enfoque ecológico del aprendizaje, ampliando su mirada de “personas realizando actividades”, para incluir las características de los entornos como auténticos catalizadores del desarrollo holístico de las criaturas. El medio natural es el lugar donde los cachorros humanos han crecido y aprendido, durante el 99% de nuestra historia evolutiva. La Naturaleza es madre y es maestra. El papel de los educadores es cuidar y proteger una biodiversidad a la que sus alumnos tienen derecho de nacimiento. Crear espacios en los que puedan orientarse y evolucionar de manera autónoma, según sus necesidades, y disfrutar de experiencias plenamente humanas.
Aprendemos todas
La situación que vivimos actualmente es tan extraordinaria, que nadie puede detentar el saber o la verdad, lo que da al traste con las clásicas jerarquías y abre la posibilidad a un aprendizaje liberado de cuestiones de edad, de experiencia o de estatus. Adolescentes de quince años, como Greta Thunberg, pueden dar lecciones de moral y compromiso a los adultos más poderosos del planeta. Es una oportunidad de crecimiento mutuo. Solo con la participación de todas, podremos construir esa nueva cultura, y las más jóvenes tienen mucho que enseñarnos.
Crear comunidad
En vez de instituciones cerradas y cortadas del medio, propiedad de personas que no las frecuentan, las escuelas deberían abrirse para ser espacios comunitarios gestionados por sus usuarios. Lugares donde se tejen fuertes lazos sociales y relaciones de apoyo mutuo entre seres los humanos, y las otras especies. Donde se aprende a vivir y, especialmente, a convivir con los y las diferentes. Segundos hogares para las criaturas, capaces de honrar su necesidad de pertenencia, sean quienes sean y vengan de donde vengan.
La escuela “patas arriba”
Aunque el núcleo central del ser humano es nuestra capacidad de sentir y emocionarnos, la educación pretende trascender ese estado para llevar a los niños y niñas, lo más rápidamente posible, al razonamiento y la capacidad de abstracción. Sin embargo, las experiencias de intimidad con el mundo natural, son la base sobre la que construimos nuestra identidad y nuestra autoridad personal. Si queremos formar personas sensibles hacia el medio, las escuelas deberían cuidar este aspecto en lugar de introducir prematuramente las funciones ejecutivas. Los jóvenes de hoy necesitan desesperadamente vivir realidades concretas que compensen el exceso de virtualidad en el que están atrapados.
Educar en verde.: Ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza: 021 (Familia Y Educación)