Una democracia al revés
Estamos llegando a unos niveles de pérdida de democracia real verdaderamente preocupantes. Siempre pagan los mismos –la inmensa mayoría de los ciudadanos– y siempre cobran los mismos –los más ricos–; por eso son cada vez más ricos y, los demás, más pobres. Por el medio se quedan, además, los más desgraciados, una gran mayoría de seres humanos que están en el borde de la miseria cuando no en la miseria completa. Y eso a costa de unos cuantos desaprensivos que derrochan de todo y abusan de los demás.
El ejemplo más típico y que conozco mejor es el referido al sistema eléctrico.
Los que pagan (en España)
27.545.042 consumidores, distribuidos por sectores de la siguiente manera:
• Consumidores domésticos (< 10 kW), 26.691.000, que representan el 96,9 %, consumen 84.783 GWh (el 34,92 %) y pagan el 45,8 % (16.375 millones de euros).
• Las Pymes (grandes comercios, hoteles, oficinas, etc.), con 833.150 consumidores (3,02 %), consumen 53.053 GWh (el 21,85 %) y pagan el 23,37 % (8.356 millones de euros).
• Finalmente, las grandes industrias, con 20.892 consumidores que representan el 0,076 % en número, el 43,23 % en consumo (104982 GWh) y pagan el 30,83 % (11.023 millones de euros).
Es decir, los menos consumen más y pagan menos, y los más consumen menos y pagan mucho más. Ya sé que el sistema eléctrico no es un sistema democrático, pero yo abogo por que al menos en pagar lo fuera. En el ejemplo concreto que pongo (año 2011; ahora, en el 2012 es peor aún), los que menos pueden (la inmensa mayoría de los consumidores domésticos) pagan el kWh a razón de 19,3 céntimos de euro, mientras que los más poderosos del sistema de consumo (las grandes empresas) lo pagan a 10,5 céntimos de euro.
Creo que sobran más comentarios. Es una democracia al revés. Pero no desesperemos. El cambio en el sistema eléctrico es irreversible y ya se está produciendo, con gran enfado de los grandes (las cinco hermanas eléctricas, agrupadas en UNESA). Ya lo vengo tratando poco a poco en mi blog y en otras intervenciones en diversos medios; los que me dejan, porque esas grandes empresas energéticas han conseguido que me veten en los periódicos importantes de este país. Estoy pensando en intentarlo en el extranjero.
Pero hay más ejemplos paradigmáticos de esta pérdida de democracia. La evidencia más clara, más flagrante y más de moda es lo que está ocurriendo con el sistema financiero español, cuyo último caso (Bankia) se ha convertido en el mayor ejemplo de injusticia de la economía española. Ahora resulta que los grandes errores (apoyados en la avaricia y la insaciabilidad) de los grandes "gurús" de la economía les lleva al desastre y el Gobierno acude en su ayuda para salvarlo con el dinero público (es decir, de todos nosotros). Por el lado contrario, cuando una pequeña empresa o un ciudadano cualquiera se equivoca o simplemente no ha previsto las consecuencias de las modificaciones de su entorno, se va al desastre, sus dueños y directivos a la ruina y los trabajadores, al paro sin remisión ni expectativas.
Con un cinismo sin límites las personas responsables de estos desaguisados (el Sr. Rato, uno de ellos, de los más importantes; pero no salvo a Aznar, Felipe González y Miguel Sebastián, y un largo etcétera que están en la mente de todos) cada vez medran más, ganan más dinero y aseguran su futuro. ¿Se han fijado que cuando salen del Gobierno los fichan como asesores o consejeros las mismas empresas a las que deberían haber frenado en sus apetencias económicas desorbitadas? Lógicamente eso anima a los jovencitos y jovencitas que se asoman a la política para imitarlos y luchan con todas sus fuerzas para que no les quiten la posición que “a codazos” han conseguido en los partidos, las organizaciones de diverso tipo o las empresas.
Pero –para mí– lo peor ocurre en los medios de comunicación.
En ese caso, con profesionales que deberían basar su actividad en la moral y la ética social, están llegando en una gran mayoría (por suerte, sigue habiendo valiosísimas excepciones) a una venta pura y dura de su pluma, su voz o su imagen en beneficio de las grandes organizaciones sociales que pueden comprarlas. Lo poco que va quedando de una prensa, radio o televisión independiente está siendo fagocitado por gobiernos, empresas y partidos políticos.
Sólo veo una alternativa a todo este desastre. Obviamente me refiero a las redes sociales y a Internet. Pero observo que es más que otra cosa (al menos por ahora) el “derecho al pataleo”, como lo del 15 M, que –ya se ve– un Gobierno con las ideas “claras (y de derechas, como debe ser)” pone rápidamente “en su sitio”; es decir, reprime simple y llanamente.
Es una pena observar cómo unos cuantos profesionales del periodismo (no me gusta llamarles periodistas) están vendiendo su profesión y hurtando a la gran mayoría la realización de su sueño, que no es otro que contribuir a la mejora de los seres humanos y del conjunto de la sociedad.
Por concluir esta breve reflexión personal, desde la modestia de un pueblerino poco cultivado, me siento preocupado porque no le veo mucha salida al asunto y me resisto a aceptar que los “malos” se saldrán con la suya. Espero que la gran mayoría que vota en las elecciones de la democracia formal vaya perdiendo su entusiasmo y se dé cuenta de que están abusando de ellos.
¡Suerte en esta andadura!
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