Vivir en una casa slow

31.07.2014
0 comentarios

Las premisas del movimiento Slow, que nos invita a desacelerar y a recuperar las riendas de nuestra vida, nos pueden ayudar a lograr un hogar más saludable.

Durante una gran parte del año vivimos a toda velocidad. Jornadas maratonianas de trabajo, agendas familiares repletas de mil y una actividades, nuevas tecnologías que invaden nuestros ratos libres y no nos dejan tiempo para desconectar… Para que esta vorágine no nos pase factura, es vital que encontremos un refugio donde podamos recuperar la calma y relajarnos.  Y un buen modo de conseguirlo es seguir los criterios para lograr una casa lenta que nos propone el movimiento "slow home", surgido en Estados Unidos e impulsado principalmente por los arquitectos John Brown y Matthew North.

¿Qué es una casa lenta?

Las diferencias entre una casa lenta y una casa rápida no tienen nada que ver con el equipamiento, el tamaño o lo que nos haya costado. La clave está en las sensaciones que nos transmite. Una casa lenta es un lugar en el que resulta agradable vivir, nos ofrece calidad de vida y nos permite descansar bien y recuperar energía. En el extremo opuesto encontramos las casas rápidas. Son aquellas que nos quitan energía, porque no nos dejan relajarnos ni descansar. En este sentido todo influye, desde el modo o el lugar en el que se ha construido, hasta los materiales empleados, los muebles o la decoración.

Respeto por el medio ambiente

Las auténticas casas lentas tienen muy en cuenta la naturaleza. De entrada, se escoge con cuidado su ubicación para limitar el impacto en el entorno y, durante la construcción, se emplean materiales y técnicas sostenibles. En la mayoría de casos, no está en nuestras manos vivir en un hogar cuya construcción siga estos criterios, pero podemos tenerlos en cuenta a la hora de hacer reformas, pintarla, decorarla o, simplemente, cuando compremos los electrodomésticos.

Algunos productos habituales en muchos hogares como los aerosoles, los ambientadores, ciertas pinturas o barnices pueden representar un peligro tanto para nuestra salud como para la del medio ambiente. Para evitarlos, existen numerosas alternativas. Por ejemplo, a la hora de pintar, sobre todo en el caso de los cuartos en los que duermen niños o bebés, conviene escoger pinturas ecológicas libres de tóxicos. En el caso que queramos dar un toque de olor a nuestro hogar, podemos emplear un difusor de aceites esenciales que, además de aromatizar el aire, nos ayudará a purificarlo y a crear una atmósfera de relax. Y, para acercarnos a la naturaleza, podemos decorar la casa con plantas, que mejorarán la calidad del ambiente y nos aportarán bienestar.

Apuesta por lo simple

Una casa abarrotada de muebles y objetos acumulados puede provocarnos una sensación de ahogo y opresión. Esta sensación es lo que el milenario arte del Feng Shui identifica como un bloqueo de energía. Al acumularse objetos en desuso, la energía del espacio y de las personas que lo habitan queda estancada.

Las casas lentas evitan esta sensación priorizando la calidad sobre la cantidad y favoreciendo la organización y el orden, de modo que cada cosa tenga su sitio. Si nos sentimos agobiados porque nos da la sensación de que en nuestro hogar sobran muchos objetos, podemos planificar una limpieza a fondo para deshacernos de lo que no necesitamos. No hace falta hacerlo todo de golpe y, de hecho, no hay nada peor que liarse la manta a la cabeza e intentar poner orden a todo el piso en un solo día. Es mucho más efectivo hacerlo por partes. Una buena idea es elaborar una lista con todos los “puntos calientes” de la casa, es decir, todas las zonas en las que se da un desorden permanente o que nos hacen sentir mal porque no están como nos gustaría tenerlas. A partir de esta lista, cada día dedicaremos 15 minutos –o un poco más si nos apetece o tenemos más tiempo- y nos centraremos en uno o varios puntos. Así, sin darnos casi cuenta, iremos avanzando y lograremos acabar con esa sensación de tenerlo todo desordenado.

Aprovecha el espacio

Hoy en día, el problema de la falta de espacio para guardar cosas es algo habitual en los hogares. Para evitarlo, aparte de no acumular objetos innecesarios, existen muchas soluciones para sacar el máximo partido al espacio. Cualquier rincón libre puede habilitarse como lugar de almacenamiento. Por ejemplo, una buena solución es aprovechar el hueco bajo la escalera para crear un armario o rellenarlo con estanterías.

Antes de lanzarse a comprar muebles, conviene planificar y estudiar las posibles soluciones. A veces, por aprovechar alguna oferta o porque tenemos prisa para hacernos con un mueble nuevo, nos precipitamos y compramos algo que, a medio plazo, acaba por resultar un estorbo y por no cumplir nuestras expectativas. Para evitarlo, lo mejor es invertir un tiempo en estudiar diferentes opciones hasta dar con algo que nos resulte útil y que no sobrecargue el ambiente.

La entrada, elemento clave

Tanto desde el punto de vista práctico como psicológico, la entrada o el recibidor es un punto fundamental. Nos proporciona la primera impresión de una casa y sirve como elemento de transición entre el mundo exterior y el interior. Es muy importante que sea un espacio práctico y que nos ofrezca una sensación agradable, que nos invite a entrar para disfrutar del hogar.

Aunque nuestro recibidor sea pequeño, con un poco de imaginación podremos sacarle mucho partido. Es básico tener al menos un colgador para dejar la chaqueta, la bufanda o incluso las bolsas de tela para la compra. También puede ser muy útil un pequeño estante para tener siempre a mano las llaves u otros objetos pequeños, como el billetero o el portamonedas. Y, si tenemos espacio suficiente, un banco donde dejar el bolso o los zapatos al llegar a casa nos ayudará no solo a mantener el orden, sino a tener la casa limpia.

Favorecer el descanso

En una casa lenta, el dormitorio debe tener pocos muebles y de un tamaño acorde a los metros disponibles. Es importante colocarlos de modo que su situación facilite el aprovechamiento del espacio y el acceso a las zonas más usadas, para que no tengamos que dar rodeos innecesarios.

Un buen armario es fundamental. No es necesario que sea muy grande. La clave está en que el interior esté bien aprovechado y ordenado siguiendo una lógica, de modo que tengamos a mano lo que usamos habitualmente y el resto de objetos queden en los sitios menos accesibles. Para guardar la ropa de otras temporadas o la que usamos en contadas ocasiones, es muy práctico hacerse con unas cajas, que colocaremos en los estantes superiores. Con este sistema, el cambio de armario en cada nueva temporada resulta mucho más fácil y, además, la ropa se arruga menos y no coge polvo.

Un dormitorio slow también debe tener luz natural y unas buenas cortinas que nos permitan mantener la privacidad cuando lo deseemos. Y, sobre todo, conviene evitar la presencia de aparatos que emitan ondas electromagnéticas, como radio despertadores o móviles, pues este tipo de radiación afecta a la calidad del sueño, altera el descanso y puede provocar algunas enfermedades.

La cocina, un espacio para disfrutar

Como el resto de habitaciones, en una casa lenta la cocina debe ser compacta y muy eficiente. Es importante que las superficies estén ordenadas y despejadas. Solo deberíamos tener a la vista lo imprescindible para el día a día o algún electrodoméstico que usemos a menudo. El resto de objetos es preferible que estén recogidos en armarios o estantes. De este modo, no solo tendremos más espacio para cocinar con calma, sino que nos será mucho más fácil mantener la cocina limpia.

Un problema muy habitual en las casas es que se acumulan objetos que no tienen ningún uso o están repetidos. Antes de comprar un nuevo artilugio para la cocina, conviene que nos planteemos si realmente lo necesitamos e incluso si nos gusta. A veces nos dejamos llevar por el precio y compramos cosas que acaban desaprovechadas en un rincón.

Artículos Relacionados