"El capitalismo ha entrado en fase terminal"
Paul Mason, editor económico del Canal 4 y antes de la BBC, asegura que "el capitalismo ha llegado a los límites de su propia capacidad para adaptarse".
Acaba de publicar Postcapitalimo: hacia un nuevo futuro (Paidós).
No se sabe qué fue antes, si el analista, si el agitador o si el profesor de música que llegó a ser Paul Mason cuando se lanzó al ruedo económico, antes, durante y después de la crisis, con un pie en Grecia y otro en España, donde asegura haber percibido ese “nuevo espíritu” que ha alentado su nuevo libro: “Postcapitalimo: hacia un nuevo futuro” (Paidós).
Asegura Paul Mason (editor económico del Canal 4 y antes de la BBC) que la esencia camaleónica del capitalismo ha llegado a su punto final. En su opinión, la puya al sistema que ha llevado las riendas del mundo en los dos últimos silgos viene de la mano de la revolución tecnológica que lo está cambiando todo: del modo de producir a la manera de trabajar, de crear valor, de colaborar y de pensar en un mundo en red y sin las viejas jerarquías.
“Proyecto Cero” es el nombre que Paul Mason ha puesto provisionalmente a ese experimento en “fase beta” que puede acabar cuajando en algo radicalmente nuevo que aún no tiene nombre. Siempre y cuando la disfunción económica y política no nos lleven a todos a un escenario bien distinto y tirando a apocalíptico…
El capitalismo ha mostrado en los dos últimos siglos una gran capacidad de adaptación a los cambios. ¿Qué le hace pensar que esta vez será distinto?
El capitalismo es efectivamente un sistema complejo y muy adaptativo, pero creo que ha llegado a los límites de su propia capacidad para adaptarse. El capitalismo, tal y como hoy lo entendemos, ha entrado en fase terminal. Y el factor que a mi entender lo cambia todo es la tecnología de la información, que altera por completo la noción del trabajo. También está alterando la capacidad del mercado para poner precios correctos a las cosas: los mercados están basados en la gestión de la escasez, mientras la información es abundante… El tercer factor es el ascenso espontáneo de la producción colaborativa, con bienes, organizaciones y servicios que no responden a los dictados del mercado o la gestión jerárquica. El mayor producto de información en el mundo es Wikipedia, que está hecho por 27.000 voluntarios gratuitamente y que ha acabado con la industria de las enciclopedias y con un mercado de publicidad más de 3.000 millones de euros. En el futuro vamos a ver más disrupciones al estilo Wikipedia que al estilo Facebook.
Pero hay gente que piensa que modelos como Uber o Airbnb son el capitalismo de siempre con un nuevo disfraz ¿Acaso el sistema no ha “cooptado” ya a lo nuevo que emerge?
El mecanismo de autodefensa del capitalismo es la formación de monopolios, pero no van a durar porque nos estamos acercando al límite. Desde los tiempos de Marx, el capitalismo se ha enfrentado a su propia contradicción: cuanto más automatizas, menos mano de obra necesitas. Si quitas a la gente del proceso de producción, puede ser bueno para el proceso de producción, pero la sociedad va a necesitar dos cosas: A) Buscar otro empleo para toda esa mano de obra B) Crear nuevas necesidades, nuevos productos, nuevas industrias que permitan una adaptación del capitalismo a un nivel más alto.
Eso es más o menos lo que ha venido sucediendo desde la revolución industrial. Así surgieron de la noche a la mañana colosos como Victor, la compañía que rompió moldes con las grabaciones acústicas y vendió un cuarto de millón de discos a primeros del siglo XX. Pero en la era la información, la ecuación cambia, porque la necesidad de trabajo manual se reduce, y existe una separación creciente entre la propiedad y el control, y no quedan muchos más filones para seguir explotando con la clásica mentalidad capitalista… La tercera revolución industrial irá más allá de las relaciones sociales que crea el capitalismo y acabará cuajando en todo caso en una sociedad de redes. El capitalismo ha agotado su capacidad de adaptarse a los cambios y tiene que dejar paso a otra cosa.
¿Y cómo llamamos a eso nuevo que surje? ¿Llamarlo “postcapitalismo” no es acaso una manera de devaluarlo o de reconocer que aún no tiene forma?
Postcapitalismo tiene en cierto sentido una connotación negativa, desde el momento que implica dejar atrás el sistema anterior. La transición será larga, de varias décadas quizás, y lo que venga después está tomando aún forma, así que mejor llamarlo de un modo inconcreto. Mi libro no es un plan, en todo caso el proyecto de un plan.
¿El "Proyecto Cero"?
Lo he llamado así con doble intención, porque estamos aún en el punto de partida y en fase experimental. Creo que avanzamos efectivamente haca eso que Jeremy Rifkin ha llamado una “sociedad de coste marginal cero” que va a crear un nuevo paradigma económico en el que muchas cosas serán gratis o costarán poco. Pienso que otra de las metas tiene que ser la creación de un sistema energético de emisiones “cero” y basado en las renovables. Y creo por último en la reducción de las jornadas laborales a algo “próximo a cero”…
Si nos quitan el trabajo las máquinas, ¿qué es lo que hacemos y cómo nos ganamos la vida?
La naturaleza del trabajo está experimentando una gran transformación. El trabajo ha dejado de ser ya lo que nos define, como definía al trabajador de la fábrica a principios del siglo XX o al oficinista de los años 50 que juraba fidelidad a su empresa. Se puede ver claramente ese cambio de actitud hacia el trabajo en los “millenials”, incluso en situaciones de gran desempleo como la que está viviendo España. La gente de veinte años tiene ahora un espíritu emprendedor que no teníamos en nuestra generación. Son conscientes de que van a vivir peor que sus padres, que no van a tener estabilidad, que se enfrentan a un futuro incierto, pero están experimentando y buscan en todo caso una utopía basada en la identidad y no en el trabajo. Los millenials tienen un fuerte sentido de la individualidad: el sentido de la colectividad los buscan en la redes. Son como nodos que se apoyan para intentar hacerse más fuertes en medio de una gran incertidumbre.
En su Proyecto Cero usted rompe una lanza por la Renta Básica, considerada aún como un “tabú” por la mayoría de los partidos políticos…
Es curioso porque la idea de “una paga básica incondicional para todos” ha surgido alternativamente tanto de la derecha y como de la izquierda en las últimas décadas. Yo propongo la Renta Básica como una solución temporal, que va a ser necesaria para formalizar la separación entre trabajo y salario y para “socializar” los costes de la automatización y compensar la precariedad laboral. Pero la transición de la que yo hablo va a erosionar la economía de mercado, y va a dificultar que se recaude suficiente dinero en impuestos como para pagar la Renta Básica a toda la población. El objetivo será lograr que al final del proceso de automatización, muchas cosas sean o muy baratas o gratis: del agua a la electricidad.
¿Y cuánto tardará en cuajar esa transición?
La experiencia del siglo XX me hace sentirme un poco frustrado, la verdad. Hemos pasado décadas poniendo metas y dejándolas pasar. El cambio de modelo energético, por ejemplo, lo hemos aplazado hasta que hemos llegado a esta situación límite que está creando el cambio climático. No puedo decirlo, pero cuando tratamos con grandes sitemas humanos, siempre hay un gran elemeto de imprevisibilidad. Estamos ahora en plena experimentación, en fase Beta, y es difícil predecir qué saldrá de todo esto.
Usted habla del advenimiento de un “nuevo espíritu” como palanca de esa transición ¿Dónde está ese “nuevo espíritu”?
Pienso que ese nuevo espíritu está ya aquí con nosotros ¿Cómo se puso si no en marcha Wikipedia? De acerdo con economía convencional, algo así no debería haber tenido éxito en la economía capitalista. Jimmy Wales no ha acutado como un “homo economicus” , y ha demostrado sin embargo que hay otra manera de crear valor sin buscar a toda costa el beneficio. Yo he palpado este espíritu en Grecia y en España, donde están surgiendo modelos de autogestión e iniciativas de economía social que algún día serán algo más meras alternativas marginales. Y veo ese nuevo espíritu en las nuevas generaciones, en mi propia ahijada de doce años que es una “nativa digital” y podrá usar la tecnología de una manera infinitamente más creativa de lo que yo nunca seré capaz.
Usted habla también del advenimiento del WikiEstado ¿Utopía o realidad?
Lo tenemos a mano y no podemos desperdiciar esa oportunidad. En la transición que vamos a vivir, el papel de Estado como gesto es fundamental, tanto a nivel local como a nivel nacional. Hay que evitar que la transición caiga en manso de los banqueros y de la elite financiera y económica. Hay que innovar desde las instituciones y desde los Ayuntamientos, y creo que en España hay en este sentido una buena oportunidad con el ascenso de Podemos o En Común en Barcelona.
Hemos dejado hasta el final la cuestión política. En países como el Reino Unido, el neoliberalismo campa a sus anchas. Tras lo ocurrido en Grecia, se habla también de cómo la izquierda puede ser “cooptada” por el sistema ¿Hasta qué punto la sociedad está preparada para un cambio radical?
Yo viví muy desde muy dentro todo lo ocurrido en Grecia, y no aspiro ni mucho menos asesorar desde aquí a Podemos. Soy de los que piensan que para cambiar las cosas hay que querer ganar, pero entiendo que el país del Opus Dei no se puede hacer “postcapitalista” de la noche a la mañana. Esta transición va a llevar su tiempo y hay que tomar posiciones para los grandes cambios sociales que se avecinan, pero el hambre de poder puede pasar factura.
Usted habla en su libro de dos salidas posibles a esta “crisis social” que ha venido después de la crisis económica. Una es el agotamiento del actual sistema en diez o veinte años y la transición. Y el otro es un escenario apocalítico como el de los años treinta ¿Cuál cree que es más probable?
Me preocupa el futuro, tengo que reconocerlo. Y las analogías con los años treinta, después del “crack” del 29, son por desgracia bastante evidentes, como vemos en el ascenso del populismo y del fascismo en algunos países europeos. En el Reino Unido, aunque me pese reconocerlo, teníamos un líder laborista como George Lansbury, pacifista y defensor de la justicia social, con el mismo perfil que Jeremy Corbyn… Las contradicciones objetivas del sistema se pueden exacerbar masivamente. Por un lado tenemos la elite financiera, velando por el orden económico desde lugares como Davos y Jackson Hole, y prometiendo que todo volverá a ir bien. Y por otro lado tenemos los problemas geopolíticos que nuestros líderes no son capaces de resolver, como la situación explosiva del Oriente Medio y el hecho de tener a Rusia y a Estados Unidos bombardeando el mismo país (Siria) y sin comunicación entre ellos. Y entre uno y otro, graves problemas como la crisis de los refugiados y la presión social creciente en Europa. Mi miedo es que la disfunción económica acabe colisionando con la disfunción internacional y geopolítica, y que el caos social ponga en riesgo todo esto que está surgiendo.