Descubrir una educación que despierte pasiones
Diana, Diego y Jara están de viaje de descubrimiento. Quieren conocer los lugares donde se aprende divirtiéndose, donde se enseña de otra manera, y lo explican en #EstoNoEsUnaEscuela.
Cumpliendo un sueño, el 29 de marzo, en medio de la lluvia, Diego y yo nos subimos a las bicis. Llevábamos con nosotros dos remolques cargados de material de filmación, y lo más importante de todo: a Jara, nuestra hija de dos años, sentada en un asiento para bebé al frente de la bici de su padre.
Cualquiera que nos hubiera visto podría haber pensado que nos marchábamos de vacaciones. Pero nuestra agenda para los más de tres meses que íbamos a pasar fuera de casa era bastante apretada, llena de citas, de nombres de escuelas, de direcciones en lugares desconocidos, de itinerarios calculados al detalle. Cuando viajas con un bebé no quieres dejar ciertas cosas al azar. Y aunque había ansiedad por cumplir los planes, creo que en nuestros rostros se reflejaba, sobre todo, una tremenda ilusión.
Desde que nació Jara, Diego y yo sentimos que se nos daba la oportunidad de revisitar nuestra infancia, y de ofrecerle a nuestra hija aquello que nos hubiera hecho felices a nosotros de niños. No hablo de cosas materiales, sino de afectos, de experiencias, de posibilidades. De forma espontánea nos encontramos repensando nuestra vivencia como alumnos durante los años que pasamos en el colegio. Sin dudarlo, decidimos que queríamos algo diferente para nuestra hija. Viéndola cada día afanándose por capturar en su retina todo lo que ocurre a su alrededor, por comprender, por inventar el universo que aún no alcanza a descifrar… ¿cómo hacer para conservar ese tesoro de asombro y curiosidad que cada niña y niño llevan dentro? Esa se convirtió en nuestra particular estrella polar, la que nos ha guiado en nuestra búsqueda de una escuela con la que, de niños, no pudimos siquiera soñar.
Buscábamos un lugar donde niños, y también adultos, se diviertan aprendiendo. Donde encuentren oportunidades para compartir conocimientos y contagiar a otros su pasión por algo. Donde todo el mundo sea, a la vez, alumno y maestro. Donde ninguna forma de aprender se considere menos válida. Donde aprender sin presiones, donde encontrar calma y silencio, y donde cada persona pueda ser ella misma sin miedo, sintiéndose respetada. Sin embargo, para la mayor parte de nosotros, el modelo de escuela que conocimos de niños es como las lentejas, la única opción posible, imaginable. Un trance, un rito iniciático, doloroso a veces, pero incuestionable y asumido. Por eso decidimos compartir nuestros hallazgos a través de un blog: Esto no no es una escuela (se puede leer también en El Correo del Sol: #EstoNoEsUnaEscuela).
Y ¿qué mejor forma de seguir investigando y divulgando que visitar in situ esos proyectos educativos que nos habían fascinado? Dicho y hecho. El resultado: un viaje increíble –y un futuro documental– con el que hemos atravesado ocho países, visitando doce escuelas, entrevistado a decenas de niñas y niños, familias, profesionales de la educación, y expertos en psicología, educación y aprendizaje.
Todo esto continuará a partir de septiembre, cuando volveremos a coger las bicis (y la cámara) para, esta vez, recorrer más de 3.000 km de nuestro país en busca de otras escuelas que nos enamoren. Además de contar su historia, de mostrar que para aprender lo realmente imprescindible es disfrutar, con el documental que estamos filmando nos proponemos algo más ambicioso: ayudar a las escuelas españolas a tener libertad para diseñar su propio currículum y para aplicar pedagogías que se aparten del modelo convencional.
Cambiar el mundo significa, además de cambiar nuestra propia mirada, darle a nuestras hijas e hijos la oportunidad de sacar lo mejor de sí mismos, de que aprendan a compartir, y no a competir. A crear, y no a empollar. Su paso por la escuela puede ser diferente, pero no será posible sin gente como tú, como yo. Por eso te invito a que nos acompañes, con o sin la bici. Te estaremos esperando.