La vie en rose
Casi todo lo que tiene que ver con la proximidad de la primavera es motivo de alegría entre las aves del aguazal, que en buena parte han iniciado ya su período de cría y andan incubando las primeras puestas. Otras esperarán un poco más, hasta bien entrado el mes de abril, para decidirse a ello. Entre estas últimas, el señor de las salinas, el ave más exótica del humedal: el flamenco.
Exclusivamente acuáticos, los flamencos (Phoenicopterus ruber) habitan los lugares más reservados de las marismas, salinas y lagunas interiores, donde pasan buena parte de la jornada “pateando” los fondos fangosos en busca de alimento: microorganismos y algas que viven en el lodo y que logran capturar tras filtrar las aguas revueltas con su sofisticado pico, una especie de pequeña depuradora que les permite retener toda la materia orgánica que sale a flote. Pero no solo eso.
Los flamencos nacen con el plumaje de color blanco y van lentamente pasando al rosa tras acumular en su organismo unos pigmentos orgánicos de color rojo llamados carotenoides presentes en esos microorganismos del fango. Por eso estas elegantísimas zancudas exhiben uno de los colores más bellos de la naturaleza, un color con el que a veces parecen teñirse las aguas, como en esta foto de Andoni, que bien podría titularse La vie en rose.
IMAGEN: Laguna de Fuentedepiedra (Málaga) al atardecer. Primavera. 18 grados
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