Ubuntu: lo que África puede enseñarnos
Ubuntu significa que “una persona es una persona solo a través de las otras personas”.
¿Qué es Ubuntu? “Es amar a los demás” asegura Silvia, una trabajadora doméstica xhosa. “Es la unidad de África” afirma vacilante Louis, una camarera de Johannesburgo. “Paz” abrevia Eddie al volante de su taxi. Seguramente cada africano tendrá su propia versión de que significa Ubuntu, un concepto común a lo largo de las diferentes -y muy diversas- culturas africanas, aunque cambie de nombre. Si bien en Suráfrica se le conoce así, en shona -la principal lengua de Zimbabwe- se le llama unhu, en Tanzania ujamaa y obuntu en Uganda, por poner solo unos ejemplos.
Una persona con Ubuntu está abierta y disponible para los otros, se afirma en los otros y no se siente amenazado por las capacidades ajenas"
Pero, ¿qué significa exactamente? Hay que reconocer que éste es un concepto vago y difícil de definir en las lenguas europeas -algo que pasa a menudo en culturas tan distintas a las nuestras como son las africanas-, normalmente se traduce literalmente como: “Una persona es una persona solo a través de las otras personas”.
Desmond Tutu, el Arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo y Premio Nobel de la Paz da una descripción más extensa: “Una persona con Ubuntu está abierta y disponible para los otros, se afirma en los otros y no se siente amenazado por las capacidades ajenas porque tiene la seguridad que el progreso ajeno es en beneficio de la totalidad que se incrementa, y que se reduce cuando el otro es torturado u oprimido”.
O sea que por nosotros mismos, sin la comunidad, no somos nada. “En un entorno que a menudo puede ser muy hostil -como pasa en muchas partes de África, con animales salvajes, enfermedades como la malaria, etc.- una persona sola está perdida. Para sobrevivir, para alimentarse, guarecerse y sentirse protegido, necesita de otras personas”. Quien habla así es Johann Broodryk, un filósofo surafricano que dedicó su tesis doctoral sobre el Ubuntu y que hoy es uno de sus máximos estudiosos.
El Ubuntu es, pues, la base ideológica del comunitarismo africano. Una visión del mundo donde no es que la persona individual se tenga que someter a la comunidad -como pasaría en los estados autoritarios- sino que hay una síntesis entre individuo y comunidad para crecer juntos. “Es muy iluso -continua Broodryk- pensar que con solo nuestro esfuerzo individual podremos progresar. La envidia que nos hace que le pongamos la zancadilla a nuestro vecino no solo es un mal sentimiento, también es una estupidez. Todo es mucho más fácil si trabajamos con nuestro entorno y aprovechamos las sinergias”.
Ubuntu es paz
Ubuntu es hoy la filosofía oficial de Suráfrica y está recogida en la propia constitución. Pero aún hay más.
En 1994, cuando Nelson Mandela fue liberado, el país parecía al borde de una guerra civil: la extrema derecha blanca se organizaba en milicias paramilitares, diversas facciones políticas negras se enzarzaban en una dura batalla alimentada secretamente por la policía del apartheid, parecía inevitable que el odio acumulado por décadas de opresión y humillación derivara en un revanchismo cruel de la mayoría negra hacia la minoría blanca. Pero en cambio sucedió el milagro.
Mandela fue elegido presidente en una elecciones libres y pacíficas, la violencia fue disminuyendo y, lo que fue más impresionante, un sentimiento de perdón se extendió en la población negra. En una iniciativa de reconciliación pionera en el mundo entero se creó la Comisión para la Verdad y la Reconciliación (TRC, según las siglas en inglés como se la conoce) presidida por Desmond Tutu.
Ubuntu es hoy la filosofía oficial de Suráfrica y está recogida en la propia constitución
Según las normas de la TRC cualquier persona que hubiera cometido un crimen por razones políticas podía acudir a la Comisión y, si decía la verdad, escuchaba sus víctimas y pedía perdón, se le garantizaba la amnistía automáticamente. Ante el asombro de expertos en derecho y periodistas de todo el mundo, el invento funcionó. Reunidos ante toda la comunidad, el torturador tenía que oír el relato de las personas que había torturado, reconocer sus hechos y pedirles perdón. Lo mismo tenían que hacer los guerrilleros negros ante sus víctimas blancas.
Drucilla Cornell es una jurista surafricana que ha estudiado como incluir el Ubuntu en la jurisprudencia surafricana. Ella fue testigo del trabajo de la TRC: “Es obvio que sin Ubuntu aquello no hubiera funcionado. Fue mayor la muestra de dignidad y humanidad que he visto en mi vida. Toda una lección de civilización que la cultura negra nos dio a los blancos.”
Pero, ¿cómo puede ser que esta filosofía sobreviva en un continente flagelado por cruentas guerras civiles plagadas de niños soldado, violaciones masivas, mutilaciones y genocidios? “África, además del Ubuntu -responde Broodryk- tiene muchísimos otros problemas. Una filosofía no puede resolver los problemas de pobreza y hambre muchas veces heredados de la colonización europea”. Y no se olvida de recordar que “a pesar del mensaje de paz de Jesucristo, la Iglesia se embarcó en las terribles Cruzadas”.
Una filosofía sin filósofos
Las culturas africanas tienen una base oral puesto que tradicionalmente no tenían escritura. Tampoco tenían un cuerpo intelectual separado de la sociedad -fueran académicos, escritores o clérigos- ni ningún edificio teórico que respaldase sus tesis o fundamentos. ¿Cómo se desarrolla una filosofía sin filósofos?
Johann Broodryk, que ha pasado casi treinta años de su vida estudiando el Ubuntu, no reconoce que esto sea una dificultad. “El mayor problema es el idioma, pues hay muchos conceptos en zulu y xhosa -lenguas que él ha tenido que aprender a la perfección- que son muy finos y muy difíciles de traducir correctamente a idiomas occidentales”. Por otra parte su investigación se basaba en recorrer las aldeas rurales del Transkei y Kwa Zulu y hablar con los ancianos. “Hay un proverbio africano muy conocido que dice que, si muere un anciano, se quema una biblioteca. La gente mayor son los libros africanos”.
No hay ningún decálogo oficial, no es una norma fija, sino que se trata de una serie de valores que se han ido transmitiendo de generación en generación"
Otra complicación que encontró fue la forma totalmente diferente de transmisión ideológica. “No hay ningún decálogo oficial, no es una norma fija, sino que se trata de una serie de valores que se han ido transmitiendo de generación en generación durante siglos, adaptándose a cada realidad. Y se ha hecho sin escuelas ni maestros, sino mediante una figura de una mujer mayor -que normalmente es casi tan importante como el jefe del clan- que es la encargada de contar a los jóvenes historias de valor moral. Mediante estos cuentos se mantiene viva la historia de la comunidad, pero también se transmiten valores de humanidad, colectividad y respeto”.
Tras escribir algunos de los primeros libros de Ubuntu que se han publicado, pues hasta mediados de los 90 no se había publicado ninguno, Broodryk ha renunciado a tratar de asimilarlo a un pensamiento más occidentalizado. “Kant decía: 'pienso, entonces soy'. En cambio el Ubuntu dice: 'siento, entonces soy'. El Ubuntu es mucho más emocional, no es tan racional o lógico como la filosofía europea y es imposible tratar de transformarlo en esto”.
Una filosofía para el mundo moderno
A pesar de lo que podría parecer a primera vista, el Ubuntu no es una filosofía aplicable a comunidades rurales, sencillas o pequeñas. También puede servir como modelo en nuestras sociedades masivas y altamente complejas.
Puede ayudar, por ejemplo, al desarrollo de una mejor democracia, según defiende Johann Broodryk. “No es posible acabar con la corrupción solo con medidas legales o policiales. Se necesita una vinculación entre el político y la sociedad, un sentimiento de pertenencia a la misma colectividad. El Ubuntu puede ayudar mucho a la construcción de una democracia”.
Seguramente Suráfrica, con su convivencia de pueblos y culturas diferentes bajo unas mismas normas de respeto mutuo, tiene mucho que decir sobre esto. Pero por poner un ejemplo más concreto y, sobre todo de éxito, quizá valga la pena recordar que se llama Ubuntu el sistema operativo de software libre más popular y extendido del mundo. Y no es por casualidad. Su creador es el surafricano Mark Shuttleworth, quien se basó en la filosofía africana para desarrollar su “sistema operativo para seres humanos”. Un software que no solo es gratuito sino que además tiene que ser fácil de manejar y adaptable -por el usuario mismo si quiere- a cada lengua, especificidad cultural o discapacidad física.
“La lógica de los derechos de autor es que si no hay beneficio personal inmediato no hay creación, así que hay que pagar al creador por cada uso de su obra -cuenta Bernat Costa, informático catalán y usuario de Ubuntu-; por el contrario, la lógica del software libre se basa en que una vez tu has hecho uso de tu creación la cedes libremente a quien quiera mejorarla y así, en un futuro, tú mismo te podrás beneficiar de estas mejoras”.
Y, aunque parezca increíble, la opción funciona. A pesar de las inversiones millonarias de empresas como Microsoft y de las trabas legales y comerciales, el software libre se desarrolla y expande más rápidamente que el comercial y ya hay fabricantes de ordenadores que empiezan o dar esta opción -que abarata el aparato entre 200 y 300 euros- a sus clientes. Y otro dato a tener en cuenta, Shuttleworth no es ningún viejo loco, pues él también se ha hecho rico con su invento.